Los
mitos y
creencias
respecto
a lo que
se
podría
suscitar
el 29 de
febrero
tienen
sus
orígenes
en la
cultura
romana.
Según su
tradición,
este mes
correspondía
a las
festividades
de los
muertos.
Para
algunas
personas,
y no tan
sólo de
esta
época,
sino que
también
de
pasadas,
la
llegada
del año
bisiesto
es la
ocasión
que da
lugar a
una
serie de
leyendas
y
misticismos.
Aun
cuando
muy
pocos
saben
que es
lo que
en
verdad
significa.
Uno de
los
refranes
populares
reza
"año
bisiesto,
año
siniestro",
atribuyendo
muchas
desgracias
y
tragedias
ocurridas
a lo
largo de
la
historia
a la
llegada
de este
"fatídico"
día, sin
dejar
cabida a
la mera
coincidencia.
Este
pensamiento
fatalista
tiene
sus
orígenes
en la
cultura
romana,
producto
de que
febrero,
según su
tradición,
era el
mes de
los
muertos
y del
dolor en
los
tiempos
del
Imperio.
A raíz
de esto
se
estaba
sujeto a
más
calamidades
y añadir
un día a
este
mes,
significaba
aumentar
la
agonía,
o bien,
abiertamente
hacer un
llamado
a la
muerte.
Para los
romanos,
esta
creencia
era tan
férrea
que las
puertas
de los
templos
permanecían
cerradas,
nadie se
casaba
ni
quería
salir de
sus
hogares,
pasando
largas
jornadas
de
encierro
para
evitar
situaciones
difíciles.
Sin
embargo,
de
alguna
forma
debían
ellos
contrarrestar
tanta
fatalidad
y las
malas
energías,
motivo
por el
cual
cada 15
de
febrero
se
celebraba
la
Lupercalia,
fiesta
en honor
al dios
romano
de la
fertilidad,
Luperco,
cuya
idea
original
de
purificación
se
desvirtuaría
convirtiéndose
en un
pretexto
para
todo
tipo de
excesos
y
licencias
sexuales,
situación
que no
es
extraña
tratándose
de esa
cultura.
Más
tarde,
la
Iglesia
Católica
hizo
frente a
esas
licencias
extremas
y le dio
un
significado
distinto
a la
fecha,
sacando
todo el
desenfreno
y
poniendo
en su
lugar
algo más
espiritual.
Así,
adelantando
la
Lupercalia
en 24
horas,
nació el
día de
San
Valentín,
más
conocido
como el
de los
enamorados.
FATALIDADES
EN LA
HISTORIA
Al
margen
de todos
los
hechos
que a
través
del
tiempo
se han
suscitado
justo en
esta
fecha,
no
existe
ningún
tipo de
prueba
que
indique
que sean
atribuibles
al año
bisiesto.
Hay que
reconocer
que
diversos
episodios
tanto de
siglos
anteriores
como del
actual,
coinciden
en que
sucedieron,
precisamente,
un 29 de
febrero.
Si bien
es
cierto,
cuatro
de las
huelgas
generales
más
grandes
de
España
ocurrieron
en
bisiesto,
correspondientes
a los
años
1916,
1936,
1976 y
1988,
para los
más
empíricos
esto es
una mera
casualidad.
Pero
éste no
es el
único
signo de
"mala
suerte",
pues en
una
fecha
como
ésta
también
comenzó
la
guerra
de Irak
e Irán,
antecedente
que se
vendría
a sumar
a los
mitos de
los más
crédulos.
Asimismo,
existen
otros
hechos
que
están
marcados
por
estas
creencias,
pero muy
por el
contrario
a ser
desgracias,
son
avances
u
invenciones
positivas
para la
Humanidad.
Instrumentos
y
acontecimientos
como el
telescopio,
el
termómetro
de gas,
el
primer
coche
con
motor a
explosión,
el
nacimiento
de
Gioacchino
Rossini
o el
final de
la
guerra
de
Afganistán,
también
sucedieron
en años
bisiestos.
Durante
todas
las
épocas y
siglos,
los
acontecimientos
han
seguido
produciéndose
sin
percatarse
de que
lo
hacían
en un
día
añadido.
¿O
quizás
Barcelona
no
hubiese
caído en
manos
francesas
de no
haber
sido
porque
era el
29 de
febrero
de 1808?
O, tal
vez, si
la Unión
de
Repúblicas
Socialistas
Soviéticas
hubiese
caído en
la
cuenta
del día
en que
se
encontraban
no le
hubiese
ofrecido
la paz a
Finlandia
en 1944.
La
respuesta
parece
obvia.
Tampoco
tendría
ninguna
relevancia
con este
agregado
en el
calendario
el hecho
de que
un 29 de
febrero
Michael
Jackson
ganase
ocho
Grammys
en 1984.
Otros
acontecimientos,
posiblemente
atribuibles
a la
buena
"suerte"
o buena
"fortuna",
son los
ocho
Oscares
obtenidos
en 1940
por la
famosa
película
del cine
clásico,
"Lo que
el
viento
se
llevó".
Mientras
que,
veintiocho
años más
tarde,
en 1968
y cuatro
bisiestos
después,
la banda
The
Beatles
se
adjudicaría
un
Grammy.
Es así
como
algunos
tienen
bien
fundadas
sus
mitologías,
aferrándose
únicamente
a las
desgracias
acaecidas
en este
día.
Como
tampoco
hay que
desconocer
que
hechos
muy
positivos
ocurrieron
en año
bisiesto.
No
obstante,
y pese a
los
antecedentes
recolectados,
lo más
normal
es
considerar
a esta
fecha
como
cualquiera
otra,
por
cuanto
la
fantasía
atribuible
al 29 de
febrero
podría
calzar
perfectamente
con
algún
otro día
del
calendario.
En
definitiva.
No
suceden
ni más
ni menos
cosas
porque a
un mes,
por
cuestiones
empíricas,
se le
tenga
que
añadir
un día.
Por lo
que las
dietas,
los
buenos
propósitos,
los
intentos
por
dejar de
fumar y
cualquier
esfuerzo
por
evitar
algún
traspié
en
marzo,
sólo
darán
resultados
en la
medida
en que
la
psicología
de cada
quien se
lo
permita,
porque
la
verdad
es que
el
último
día de
febrero
y cada
cuatro
años es
uno como
cualquier
otro.
El 29
según la
ciencia
Se llama
año
bisiesto
a aquel
que
tiene un
día más
que los
años
ordinarios,
es
decir,
que
posee
366. El
día
extra se
añade al
final de
febrero,
por lo
cual ese
mes pasa
a tener
29.
El año
bisiesto
se
introdujo
en el
calendario
juliano,
que
repetía
el sexto
día
antes de
las
calendas
de
marzo,
esto es
el 23 de
febrero,
de donde
proviene
su
nombre
"bis
sextilis".
A modo
más
simple
"dos
seis",
los
últimos
dos
dígitos
del
número
de días
de este
tipo de
año.
Su
finalidad
consiste
en
adecuar
el año
solar al
cronológico,
por lo
que
existen
tres
reglas
para
determinar
un año
bisiesto:
Los años
exactamente
divisibles
entre 4
son
bisiestos,
los
exactamente
divisibles
entre
100 no
lo son,
los
exactamente
divisibles
entre
400 son
bisiestos.
La
duración
del año
(el
tiempo
que la
Tierra
tarda en
dar una
vuelta
completa
a su
órbita
alrededor
del Sol)
no es
exactamente
365
días,
sino
aproximadamente
365 y un
cuarto
de día.
Al
confeccionarse
el
calendario
gregoriano,
el
vigente,
se
adoptó
una
duración
media
del año
solar de
365,
2425
días,
conocido
como año
gregoriano.
La
manera
de
ajustar
el
desfase
de 1/4
de día
fue
estableciendo
(como en
el
anterior
calendario
juliano)
como
años
bisiestos
los
múltiplos
de
cuatro,
pero
como el
año
gregoriano
es un
poco más
corto
que el
verdadero
o año
trópico,
se
suprimen
tres
bisiestos
julianos
cada 400
años, en
los
seculares
no
divisibles
por 400,
tales
como
1700,
1800,
1900 y
2100, en
tanto
que sí
son
bisiestos
1600,
2000 y
todos
los que
son
divisibles
por tal
número.