El
tiempo,
que
“sólo le
teme a
las
pirámides”,
es
objetivamente
inabarcable
y el
hombre,
para su
beneficio,
ha intentado fraccionarlo,
medirlo,
lo que a
mi
consideración
no es
más que
una
aproximación
hacia el
conocimiento
sobre el
ente
capaz de
destruir
castillos
medievales.
Si me
preguntaran:
¿Qué es el
tiempo?
Diría que
la
posibilidad
que tienen
los
cuerpos de
cambiar de
lugar en
el
espacio,
el vuelo
del pájaro
cansado
que busca
la rama,
la llegada
del nuevo
amanecer,
las
sensaciones
de calor o
frío, y
que los
días sean
iguales y
a la vez
diferentes.
Por lo
expresado
y no pasar
por alto
que este
2004,
precisamente,
es año
bisiesto y
para
recordarles
el porqué,
permito
entonces a
la
Historia
que me
lleve de
la mano.
Los
antiguos
babilonios
tenían un
calendario
lunisolar
de 12
meses
lunares de
30 días
cada uno y
añadían
meses
extras
cuando
necesitaban
mantener
el
calendario
en línea
con las
estaciones
del año.
Los
antiguos
egipcios
fueron los
primeros
en
sustituir
el
calendario
lunar por
un
calendario
basado en
el año
solar.
Midieron
el año
solar como
365 días,
divididos
en 12
meses de
30 días
cada uno,
con 5 días
extras al
final.
En la
antigua
Grecia se
utilizaba
un
calendario
lunisolar,
con un año
de 354
días. Los
griegos
fueron los
primeros
en
intercalar
meses
extras en
el
calendario
sobre una
base
científica,
añadiendo
meses a
intervalos
específicos
en un
ciclo de
años
solares.
Los que
pudieron
dedicarse
a observar
las
estrellas
en la
antigüedad,
mientras
otros
trabajaban,
intentaban
fijar los
días e
incluso
los meses
y los años
en un
sistema de
tiempo
coherente
o
calendario.
Como ni un
mes
completo
ni un año
completo
contienen
exactamente
un número
entero de
días, los
creadores
de
calendarios
asignaban
a los
sucesivos
meses o
años
diferente
número de
días, que
sacando
una media,
se
aproximara
al valor
real.
Por lo
anterior
el
calendario
moderno
incluye 97
años
bisiestos
en cada
período de
400 años,
de modo
que el
número
medio de
días por
año sea de
365,2425,
muy
próximo a
365,24220,
el
determinado
astronómicamente.
Febrero
tenía
originalmente
una
duración
de 29
días,
aunque
posteriormente
se
transfirió
un día al
mes de
agosto.
Actualmente,
tiene 28
días en
años
ordinarios
y se añade
un vigesimonoveno
día en
años
bisiestos.
El
denominado
año
bisiesto,
resulta el
período de
366 días
que excede
en un día
al año
común. El
día
añadido se
aplica al
mes de
febrero,
que pasa
de 28 días
a tener 29
en los
años
bisiestos.
La
expresión
‘bisiesto’
procede de
bis sexto
calendas
martias,
nombre que
los
romanos
daban al
día 25 de
febrero
cuando el
año era
bisiesto,
y en el
que se
intercalaban
seis días
antes de
las
calendas
del mes de
marzo.
La
Historia
dice que
asesorado
por sus
astrónomos,
Julio
César
reformó el
calendario
romano del
rey Numa
Pompilio
y, debido
al retraso
que este
presentaba
respecto
al año
solar,
añadió
cada
cuatro
años un
día más;
sin
embargo,
la reforma
juliana
producía
un error
de un día
cada 128
años.
El papa
Gregorio
XIII, en
su reforma
conocida
como
calendario
gregoriano,
actualmente
en vigor,
estableció
que el año
bisiesto
requería
que las
dos
últimas
cifras del
número del
año fueran
divisibles
por
cuatro,
pero que,
además, el
año no
terminara
en dos
ceros; en
este caso
sólo se
consideraría
bisiesto
si fuera
divisible
por 400.
Algunos
ejemplos
son: el
año 2044
es
bisiesto
porque 44
es
divisible
entre
cuatro; el
año 2001
no es
bisiesto
porque 01
no es
divisible
entre
cuatro; el
1900 no es
año
bisiesto
porque
termina en
dos ceros
y al
dividir
este
número
entre 400
no da un
número
exacto; el
2000 es
año
bisiesto
porque,
aunque
termina en
dos ceros,
sí es
divisible
entre 400.
De
cualquier
forma, el
calendario
gregoriano
arrastraría
una
diferencia
respecto
al año
solar de
más de un
día cada
4.000
años, por
lo que los
años
divisibles
por 4.000,
como el
año 4000,
8000 o
12000, que
tendrían
que ser
bisiestos
según la
regla
descrita
anteriormente,
no lo son. |