El
conjunto
del
siglo
I
a.C.,
excavado
en
1995 y
declarado
Bien
de
Interés
Cultural,
podrá
ser
visitado
a
partir
del
mes de
mayo
CÁDIZ.
Seis
metros
de
tierra
y el
edificio
del
teatro
Andalucía
tapaban
una
factoría
de
salazones
romana.
Muchos
años,
muchos
cambios
se
subsumían
a esa
tierra
que
ocultaba
un
conjunto
arqueológico
del
siglo
I a.C.
En
1995,
las
obras
de
demolición
del
Andalucía
y la
posterior
construcción
de un
edificio
en el
solar
supusieron
devolver
la luz
a una
factoría
que
fue
abandona
da en
el
siglo
IV.
Superadas
ya las
dificultades
surgidas
para
la
adjudicación
de las
obras
de
consolidación
y
acondicionamiento
necesarias,
la
factoría
de
salazones
-declarada
Bien
de
Interés
Cultural
en
1998-
comienza
a ser
preparada
para
que,
en
mayo,
el
público
gaditano
pueda
verla
en
plenitud.
El
complejo
industrial
apareció
incompleto,
ya que
una
parte
de la
factoría
y
algunas
dependencias
se
encontraban
fuera
del
solar
excavado.
Además,
los
muros
de
cimentación
de la
nueva
edificación
han
seccionado
algunas
de las
balsas
del
borde
del
solar.
Con
todo,
el
sector
que se
conserva
'in
situ'
-correspondiente
a una
parte
del
patio-sala
de
preparación
y la
franja
de
piletas
situada
hacia
el
norte-
se
considera
que
permite
una
lectura
adecuada
de
este
tipo
de
industrias.
Al
finalizar
las
excavaciones
de
1995,
una
parte
de los
restos
-la
"mejor
conservada
y más
representativa",
según
informa
la
Delegación
Provincial
de
Cultura-
quedó
protegida
con
láminas
de
material
plástico
cubiertas
con
arena.
Su
estado
de
conservación,
tras
la
construcción
del
edificio
que la
cubre,
es
"aceptable
aunque
sobre
el
yacimiento
han
aparecido
los
habituales
fragmentos
de
material
de
construcción
mezclados
con la
arena.
Sin
embargo,
las
patologías
más
destacables
son
los
daños
derivados
del
proceso
de
excavación
y
vaciado
del
solar
y las
humedades
de
capilaridad
debidas
a la
proximidad
al
fondo
de las
balsas
del
nivel
freático".
La
propuesta
de
intervención
que
actualmente
se
está
llevando
a
cabo,
bajo
la
dirección
de
Francisco
Reina
Fernández-Trujillo
y con
la
participación
de la
empresa
JALE
Construcciones,
contempla
"de un
lado
la
conservación
de los
restos
arqueológicos
mediante
consolidación,
limpieza
y
restauración
que
garantice
la
conservación
a
largo
plazo",
y de
otro
"el
acondicionamiento
del
acceso
al
recinto,
posibilitando
la
puesta
en
valor
del
BIC.
El
yacimiento
aparece
constreñido
en el
armazón
de
muros,
pilares
y
forjados
del
edificio,
y a
casi
seis
metros
de
profundidad.
Esta
especial
característica
ha
marcado
el
criterio
general
de
intervención
tanto
sobre
los
restos
como
en la
estructura
de
acceso.
Así,
las
escaleras
y
pasarelas
de
acceso
están
desvinculados
del
contenedor
como
una
estructura
independiente
del
yacimiento
y de
los
paramentos
que lo
limitan.
La
estructura
permitirá
al
visitante
sentirse
suspendido
en una
pasarela,
"mediante
el
efecto
combinado
de la
superficie
laminar
transparente
y la
iluminación
indirecta
de los
restos.
Los
expositores
son
urnas
de
vidrio
ancladas
sobre
superficies
de
acero
independientes
formando
un
plano
superpuesto
que
ocultan
la
estructura
del
edificio,
amortiguando
la
incidencia
sobre
el
nuevo
espacio".
El
acero
y el
vidrio
también
serán
usados
para
compartimentar
un
espacio
para
almacén
y
mantenimiento.
Francisco
Reina,
director
de las
obras,
adelanta
que
éstas
estarán
concluidas
en el
mes de
mayo.
Califica
el
proyecto
de
complejo,
ya que
se
accede
al
yacimiento
por un
hueco
desde
la
calle
y,
además,
éste
se
encuentra
a una
cierta
profundidad.
Por
ello,
una de
las
claves
que
destaca
es que
la
idea
es
"dejar
a la
gente
en el
aire,
suspendida
sobre
las
balsas",
gracias
a la
estructura
de
cristal.
Así no
es
posible
pisarlos,
algo
que
también
es
resaltado
por el
arquitecto,
para
quien
ver el
yacimiento
desde
la
altura
proporciona
una
idea
de su
importancia.
"Es
efecto
psicológico",
apunta
al
respecto.
Por
otro
lado,
indica
que
entrar
por un
lugar
angosto
a otro
más
amplio
y en
penumbra
da
"una
sensación
de
sorpresa".
Al
visitante
le
espera
también
un
material
expositivo
sobre
la
importancia
de la
factoría
en la
historia
de la
ciudad.
"Lo
que me
parece
más
interesante
es
dónde
está;
es
increíble
hacerse
a la
idea
de que
tenía
que
estar
muy
cerca
del
mar,
cuando
ahora
está
en el
meollo
de
Cádiz,
en el
centro
de la
ciudad",
indica
Francisco
Reina,
para
quien
las
balsas
de la
factoría
de
salazones
se ven
"con
contundencia
y
potencia"
y
hablan
"de la
cantidad
de
capas
de
historia
que
tiene
la
ciudad".
Para
la
delegada
provincial
de
Cultura,
Bibiana
Aído,
la
intervención
-con
un
presupuesto
de
185.344,73
euros-
es
"muy
importante
para
Cádiz,
porque
no
sólo
consiste
en la
conservación
in
situ
de
unos
restos,
sino
por la
puesta
en
valor
que
permite
que
puedan
ser
visitados
con
toda
seguridad".
"Es un
proyecto
que ha
atravesado
distintos
problemas
en
cuanto
a su
adjudicación
pero
por
fin ve
la
luz",
indica
Bibiana
Aído.
Y,
aludiendo
a la
importancia
del
yacimiento,
aporta
un
dato:
"La
documentación
respecto
a la
época
romana
era
bastante
escasa
hasta
que se
realiza
la
investigación
en el
antiguo
teatro
Andalucía".