La
novela,
el cine,
el
teatro,
el
ballet,
el arte
y la
política
han
recreado
mil
veces la
peripecia
del
esclavo
que
levantó
a los
gladiadores
de Capua
e hizo
temblar
Roma.
Hace
85 años,
el 15 de
enero de
1919,
dos de
los
principales
dirigentes
de la
izquierda
alemana,
Rosa
Luxemburg
y Kart
Liebknecht
fueron
asesinados
en
Berlín.
Su
muerte
sellaba
el
principio
del fin
del
partido
espartaquista,
que se
había
unido al
partido
comunista
dos
semanas
antes.
¿Por qué
había
adoptado
semejante
nombre
una
facción
desgajada
del
socialismo
alemán?
¿Por
qué, a
partir
de 1916,
se
habían
opuesto
a la
Gran
Guerra
desde
una
revista
titulada
“Spartakus”?
Sencillamente
porque
para los
marxistas,
aquel
gladiador
esclavo
que se
levantó
en Capua
contra
Roma
constituía
un
prototipo
de la
rebelión
proletaria
contra
el
capital.
Hace
tres
años, la
película
“Gladiator”
renovó
la
actualidad
de un
tema
siempre
atrayente,
el mundo
de los
gladiadores,
del
circo
romano y
de sus
sangrientos
espectáculos.
Un tema
rodeado
de
cierto
misterio
y de un
encanto
hasta
cierto
punto
romántico.
A su
estela,
se
montaron
numerosas
exposiciones
que
recreaban
la vida
y la
historia
de estos
luchadores.
Gracias
a todo
esto,
durante
los
últimos
años la
figura
de
Espartaco
se ha
visto
revitalizada
y son
numerosos
los
especialistas
que se
están
encargando
de
revisar
el
significado
de la
rebelión
de los
gladiadores,
en el
contexto
de la
crisis
que
envolvió
a la
República
en el
final de
la
primera
mitad
del
siglo I
a.C.
José
María
Blázquez,
de la
Real
Academia
de la
Historia,
y
Javier
Cabrero,
doctor
en
Historia,
trazan
en este
número
el
desconocido
perfil
del
mítico
personaje,
las
circunstancias
que
favorecieron
su causa
y las
andanzas
del
ejército
sublevado.