La
excavación
del solar
situado en
la esquina
de la
avenida
Juan
Carlos I
depara el
hallazgo
de ajuares
y permite
observar
la
organización
de las
necrópolis
romanas
CÁDIZ. El
interés
arqueológico
del solar
situado en
la calle
Trille,
esquina a
la avenida
Juan
Carlos I,
ha ido
creciendo
conforme
avanzaba
su
estudio. A
las cinco
tumbas de
épocas
tardopúnica
y
romano-republicanas
aparecidas
en un
principio,
se han
venido a
sumar
otras
siete, dos
pozos y
tres
piletas,
además de
diversos
ajuares
-con
anillos,
pendientes
y
collares-
y
ungüentarios.
Pero, a la
par, la
excavación
ha
permitido
ver
"perfectamente"
el patrón
organizador
de las
necrópolis
romanas,
según
destacó el
director
de la
investigación,
el
arqueólogo
Ignacio
Córdoba.
Las doce
tumbas
halladas
corresponden
a la misma
fecha:
finales
del siglo
III a.C y
comienzos
del II
a.C. Los
enterramientos
estaban
alineados,
"dispuestos
en una
fila o
calle que
atraviesa
el solar
en la
parte
central",
indica el
arqueólogo.
Se ve, por
tanto, que
el
territorio
estaba
"absolutamente
organizado",
algo que
ya se pudo
constatar,
explica
Córdoba,
en otros
solares
estudiados,
y en
concreto
en uno
situado en
las
cercanías
del
terreno
actualmente
excavado.
"Es una
necrópolis
regulada,
no se
entierra
de forma
caótica",
continúa
diciendo
el
director.
Ignacio
Córdoba
comenta
además que
a la
izquierda
y derecha
de esta
calle de
enterramientos
no se
localiza
ninguno
más,
"todos se
concentran
en esa
fila
orientada
hacia el
noroeste-sureste,
hacia la
salida y
la puesta
del sol,
algo común
en esa
época. La
cabeza
siempre
está
colocada
más o
menos
hacia el
oeste, y
los pies
hacia el
este, la
salida del
sol; se
describe
así el
orto y el
ocaso".
Junto a
estas
tumbas se
han
localizado
algunas
estructuras,
como tres
piletas
revestidas
con opus
signinum
usadas en
rituales
funerarios
y para la
purificación
posterior
de los
intervinientes
en ellos.
También
aparecieron
dos pozos
relacionados
con estas
piletas.
"Uno de
ellos es
romano, y
se ve que
es un pozo
que llega
hasta la
época de
Augusto,
en el
cambio de
era,
mientras
que el
segundo es
más
peculiar
porque es
de época
bárcida,
en la de
Aníbal,
hacia el
siglo III
a.C.".
Este pozo
presenta
una
estratificación.
En
principio,
hay
"materiales
anfóricos
muy
claros,
ánforas
locales
maña-pascual
A4
evolucionadas
y de otras
de
importación,
norteafricanas
y de
Cartago",
que, dice
Ignacio
Córdoba,
"fechan
muy bien
el pozo en
esa
época".
Debajo
aparecían
restos de
pescado y,
al fondo,
los de un
individuo
adulto y
los de un
ave,
posiblemente
depositados
allí en un
tipo de
ritual.
El
arqueólogo
añadió que
en las
tumbas
-todas
inhumaciones
en fosas
simples
excavadas
en rocas-
se
localizaron
ajuares.
El más
rico
incluía
dos
pendientes
amorcillados
de láminas
de oro con
el alma de
cobre, y
un anillo
de chatón
plano de
cobre. "Lo
más
destacado
es un
collar de
piezas con
cuentas de
cornalina
roja, con
las que se
entremezclan
una cuenta
esférica
de oro y
otras dos
con forma
de huso y
decoración
estriada".
Igualmente,
había
ungüentarios
de pie
corto,
algunos
decorados
con una
banda de
pintura.
Todos
estos
materiales
se
encuentran
custodiados
por los
expertos.
Es, en
resumen,
una
excavación
interesante,
con unos
restos que
definen
muy bien
la época
en la que
creció
esta
necrópolis. |