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artículo
25/01/2004 |
Lisandro
Otero ●
www.rebelion.org |
Saqueo del
patrimonio
ajeno. El
polémico
Partenón |
El
gobierno
griego ha
contratado
a una
compañía
de
relaciones
públicas
en un
intento
supremo de
recuperar
los
mármoles
del
Partenón
que
alberga el
Museo
Británico.
El
Ministerio
de Cultura
ha firmado
con Burson
Marsteller,
la cuarta
compañía
más
importante
del mundo
en materia
de
publicidad
y
cabildeo.
El Museo
ha
denegado
esta
solicitud
pese a que
importantes
figuras
del
parlamento,
la
política,
cine y el
teatro han
respaldado
la
petición,
como Judi
Dench,
Vanessa
Redgrave y
Julie
Christie.
La Burson
preparó
una
consulta
pública,
cuyos
resultados
fueron
revelados
en días
recientes
en el
diario
Daily
Telegraph,
donde se
demuestra
que el
pueblo
británico
aprueba
mayoritariamente
la
devolución
de su
patrimonio
cultural a
los
griegos.
La Burson
Marsteller
ha
trabajado
anteriormente
para
compañías
como Tesco,
Visa y
Shell.
Tiene
experiencia
en
tácticas
para
situaciones
de crisis,
como la
ocurrida
en la
planta
nuclear de
la Isla de
las Tres
Millas
cuando
ocurrió
una fuga
de
combustible
radioactivo.
También ha
asesorado
a la Union
Carbide
luego del
desastre
ocurrido
en Bhopal,
India.
Neil
McGregor,
director
del Museo
Británico,
nombrado
el pasado
agosto,
declaró
con
arrogancia
colonialista
que los
mármoles
del
Partenón,
sobrenombrados
Elgin en
memoria de
su raptor,
jamás
serán
devueltos.
McGregor
dijo
jactancioso
que los
mármoles
se hallan
mejor en
su actual
ubicación
donde
pueden ser
apreciados
en un
contexto
histórico
más
amplio.
Ofreció a
cambio
entregar a
los
griegos
una
réplica
exacta,
generada
por
computadora,
de las
preciadas
joyas
arquitectónicas.
Los
mármoles
del
Partenón
fueron
robados en
1823 por
el
entonces
embajador
de Su
Majestad
Británica
ante la
Sublime
Puerta,
lord
Thomas
Bruce,
conde de
Elgin y
Kincardine,
quien
obtuvo
autorización
del Sultán
otomano
para
desencajar
las
esculturas
del
frontón
del
Partenón.
Durante su
traslado a
Inglaterra
uno de los
buques se
hundió
perdiéndose
un
inestimable
acervo de
frisos y
metopas.
La
primera
reclamación
de las
autoridades
griegas
fue
realizada
tras su
independencia
en 1829.
Lord Elgin
no era un
hombre de
caudal
propio y
disfrutaba
de la
fortuna de
su
consorte.
Cuando
años más
tarde se
vio
forzado al
divorcio
se sumió
en una
privación
que le
obligó a
vender sus
mármoles,
en 1816,
al Museo
Británico
por una
ridícula
suma.
El
Partenón
fue
construido
en
diecisiete
años,
durante el
gobierno
del
esclarecido
Pericles.
Contaba en
su
interior
con una
inmensa
estatua de
la diosa
Atenas,
trabajada
en oro y
marfil por
el
escultor
Fidias.
Durante
todas las
épocas la
Acrópolis
fue
reverenciada.
Alejandro
Magno hizo
colgar del
arquitrabe
mayor del
Partenón
los
escudos
que
utilizó en
sus
conquistas.
El
emperador
Adriano la
restauró y
enriqueció
con nuevas
edificaciones.
Calígula
edificó la
escalinata
principal
que aún
hoy
conduce a
la
cumbre.
Pero la
Acrópolis,
colina
donde
reposa el
templo,
ha sido
también
maltratada
por el
tiempo y
por los
depredadores
de
monumentos.
Los
cruzados,
a su paso
armígero
hacia la
conquista
de los
lugares
santos,
convirtieron
en
iglesias
católicas
las
basílicas
ortodoxas
que allí
había. Los
venecianos
aprovecharon
sus
contrafuertes
para
emplazar
artillería
y el
general
Francesco
Morosini
se llevó a
Venecia
varias
esculturas
para
conmemorar
su
victoria.
Los turcos
convirtieron
el
Partenón
en
mezquita,
en 1460, y
le
añadieron
un
minarete
que
posteriormente
fue
desmontado;
el
Erecteion
fue
transformado
en
serrallo.
A finales
del siglo
diecisiete
un
proyectil,
que
penetró
por el
techo
durante
una
batalla,
hizo
estallar
el
polvorín
depositado
en el
Partenón.
Según los
arqueólogos
ese fue el
mayor
perjuicio
soportado
por el
edificio
desde que
fue
erigido.
El templo
debe haber
sufrido
considerablemente
con el
vandalismo
teniendo
en cuenta
que los
griegos no
asentaban
sus
piedras
con ningún
tipo de
mezcla
sino las
ajustaban
con
precisión
gracias al
tallado.
Mientras
dure esta
polémica
reclamación
quienes
deseen
apreciar
en su
totalidad
el
Partenón,
no tendrán
otra
alternativa
que acudir
al Museo
Británico,
para
valorar
esas
extremidades
mutiladas,
esas
plisadas
túnicas,
esos
fragmentos
de torso
congelados
en mármol,
rebautizados
con el
apellido
de su
ilustre
saqueador. |
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