|
El
teatro
del
dramaturgo
portugués
Gil
Vicente
(1465-1536)
pertenece
a la
escuela
salmantina.
Su obra
se
inscribe
en la
tradición
de Juan
del
Encina y
Lucas
Fernández.
Aunque
Vicente
escribía
desde la
Corte de
Portugal,
no
dudaba
en
adscribirse
al
prestigio
creciente
de una
Salamanca
que
rivalizaba
con Alba
de
Tormes
en ser
la
capital
literaria
de
España a
comienzos
de 1500.
Gil
Vicente
escribe
obras en
portugués,
en
español
y en
ambas
lenguas.
La
convivencia
estrecha
de ambos
pueblos
era
habitual
en la
época, y
las
relaciones
de los
cortesanos
todavía
más. El
emperador
Carlos
casaría
con una
portuguesa
que
sería la
madre de
Felipe
II.
Gil
Vicente
es el
Lope de
Vega
temprano
del
teatro
ibérico.
La
mezcla
que
realiza
de
lirismo,
poesía
bucólica
y
marinera,
sátira
de
costumbres,
y el
intenso
aroma
religioso,
pagano y
bíblico
vertido
en sus
obras le
entronca
con los
mejores
dramaturgos
en
lengua
española
del
Renacimiento.
Su
«Auto de
la
Sibila
Casandra»
(1513)
es un
alarde
de
modernidad,
pues
establece
una
protagonista
absoluta,
Casandra,
en plena
intriga
dramática,
que no
se
quiere
casar
con el
pastor
Salomón
ni, por
otra
parte,
tener
ningún
marido.
La
Casandra
de
Vicente
es un
ancestro
directo
de la
Nora
Helmer
de «Casa
de
muñecas»
de Ibsen.
El feliz
espectáculo
que
dirige
Ana
Zamora
es una
prueba
de
entendimiento
de la
modernidad
del
autor y
hasta de
su
experimentalismo.
La buena
factura
escénica
del
telón,
del
retablillo
y de
todo el
vestuario,
así como
la
dinámica
utilización
del
espacio
teatral,
transforma
el
auditorio
en un
viejo
corral
de
comedias
donde se
va a
representar
mágicamente
un Auto
a la luz
de las
velas.
El
sentido
de la
intimidad
absoluta
que
puede
experimentarse
en la
ceremonia
del
mejor
teatro
se
fomenta
con un
grupo
femenino
que
interpreta
devotamente
música y
canciones
de la
época
con
bellísimos
instrumentos.
Precisión
y viveza
Asimismo,
los
actores
realizan
una
entonada
y
prosódica
interpretación
del
texto,
de gran
precisión
y
viveza.
Los
personajes
de los
tíos de
Salomón
y las
tías de
Casandra
se han
resuelto
con un
coro de
divertidos
y
coloristas
fantoches
masculinos
de
eficaz
movimiento
danzístico.
Como
apoteosis
final,
el
montaje
se
adentra
en el
mundo de
los
títeres
con una
gracia y
poesía
que
resuelve
con
emoción,
humor y
elegancia
todo el
aparato
del
nacimiento
de
Cristo.
Muy
probablemente
no se
haya
hecho en
España
una
representación
tan
primorosa,
virtuosa
y
humanística
dentro
del
Teatro
del
Ciclo de
Navidad
desde
que
García
Lorca y
Falla
organizaron
aquella
histórica
Velada
de
Títeres
de
Cachiporra
en la
Huerta
de San
Vicente
el día
de Reyes
del año
1929.
Vaya
al
teatro
de la
Abadía a
ver este
exquisito
espectáculo.
Siéntase
un
privilegiado.
Lo único
que
resulta
incomprensible
es que
la obra
se haya
estrenado
después
de las
Festividades
navideñas,
aunque
ese es
otro
asunto.
Finalmente,
hay que
señalar
que el
espectáculo
está
dedicado
a la
escritora
recientemente
desaparecida
Dulce
Chacón.
El
regalo
está a
la
altura
de la
pérdida.