Practica el latín vivo (descárgate las dos revistas en latín.
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12/12/2004 |
Virginia
Ródenas/
Foto:
Sigefredo
●
www.abc.es |
Josefina
Aldecoa:
«Le
educación
no se
arregla
cambiando
leyes,
y
menos
si eso
sirve
para
quitar
el
latín» |
Cuarenta
y
cinco
años
al
frente
de un
colegio
le han
proporcionado
a
Josefina
Aldecoa
un
observatorio
privilegiado
de la
educación,
esa
asignatura
que
España
arrastra
a
patadas
y que,
como
era de
esperar,
ha
vuelto
a
suspender
ante
el
examen
internacional
de la
OCDE.
La
cantinela
es que
no hay
niños
en
España,
pero a
la
altura
del
Colegio
Estilo,
donde
la
calle
de
Serrano
se
cruza
con
todos
los
ríos
habidos
y por
haber,
el
griterío
de la
niñería
la
apaga
y
aleja
del
más
pesimista
cualquier
preocupación
de
sequía
de
nacimientos.
Es
ahí,
cuando
nos
sale
al
paso
el
Miño,
donde
vive,
desde
que se
fundara
en
1959,
la
escuela
de
educación
infantil
y
primaria
de
Josefina
Aldecoa,
escritora
y
pedagoga,
nieta,
hija y
madre
de
maestra,
que en
este
rinconcito
de
Madrid
mantiene
encendida
la
llama
de la
Institución
Libre
de
Enseñanza
en la
que
ella
creció.
«Un
centro
muy
pequeñito
y muy
privado
-dice
con
una
sonrisa-,
porque
nunca
hemos
pedido
subvenciones:
soy
firme
partidaria
de que
todo
el
dinero
de la
Administración
vaya a
la
escuela
pública,
que es
la
importante
y la
que
merece
la
pena».
Para
esta
mujer
de 78
años,
feliz
por el
Premio
Cervantes
a
Sánchez
Ferlosio-
compañeros
de la
Generación
de los
Cincuenta-,
el
tiempo
se ha
congelado.
«Pues
si le
dijera
que
Rafael
es un
año
más
pequeño
que
yo...».
Tengo
delante
la
evidencia
de que
la
inteligencia
lo
puede
todo.
-¿Hasta
dónde
llega
la
responsabilidad
de la
Logse
en
este
desastre
educativo?
-Apenas
me he
enterado
de las
leyes
que
han
ido
cambiando
en los
últimos
45
años.
Le
confieso
que
nunca
he
entendido
bien
lo que
significaba
ni lo
que
pretendía,
me
parece
que la
educación
es
otra
cosa.
-¿Y
tiene
opinión
sobre
el
hecho
de que
iguala
a los
alumnos
por
abajo
y fija
el
avance
al
ritmo
del
peor?
-Yo es
que
todo
eso...
No es
ni
soberbia
ni
nada
por el
estilo,
pero
yo que
he
vivido
tanto
la
enseñanza
en
Europa,
en
América,
y me
he ido
formando
con lo
que me
enseñaron
los
libros,
mi
abuela,
mi
madre.
esa
herencia
que
recibimos
y que
está
ahí...
De la
Logse,
sinceramente,
le
puedo
hablar
muy
poco,
pero
le
aseguro
que
antes
había
cosas
que
estaban
muy
hechas,
muy
elementales,
muy
decisivas,
que no
había
ni por
qué
cambiar
ni
cuestionar.
-El
Ministerio
dice
que
los
malos
resultados
de los
alumnos
de
secundaria
en el
Programa
Internacional
de
Evaluación
de
Estudiantes
(PISA),
y que
nos
dejan
a la
cola
de los
países
desarrollados
en
matemáticas,
ciencia
y
lectura,
es
propio
de la
situación
cultural
y
económica
de
España.
¿Eso
qué
significa?
-No lo
entiendo,
francamente.
¿Cultural
y
económica?
¿Que
da
poco
dinero
el
Ministerio
para
las
escuelas
y para
los
maestros?
¿Que
somos
muy
incultos?
No sé
en qué
creen
que
consiste
ese
fallo
de la
secundaria,
pero
me
parece
que se
fijan
en
ella
cuando
lo más
importante
es la
primaria.
La
base
está
en los
primeros
años,
en
aprender
a leer
y
escribir
perfectamente,
saber
cálculo,
abrirse
al
mundo,
tener
nociones
de
historia,
de
geografía,
de
ciencias
naturales.
Si
todos,
todos,
los
españoles
tuvieran
una
buena
primaria
hasta
los 14
años,
que es
lo que
ha
sido
siempre,
la
cosa
cambiaría.
Lo que
hace
falta
es una
buena
planificación,
porque
cada
ministro
quiere
cambiar
el
plan;
pero
¡si
los
planes
son
eternos,
si
está
todo
inventado!
Lo
primero
que
habría
que
establecer
es qué
le
hace
falta
saber
a un
niño a
cada
edad.
¡Si es
muy
fácil!
Con
tanto
cambio
de
planes
no
sólo
no se
avanza,
sino
que se
siembra
la
confusión.
-¿Qué
es de
peor
calidad:
el
alumnado,
el
profesorado
o la
política?
-Los
alumnos
son
como
siempre,
cada
uno
procede
de una
familia
y cada
familia
es
como
es; el
país
ha
evolucionado,
la
gente
viaja.
La
calidad
en
abstracto,
por lo
tanto,
es
mejor.
En
cuanto
al
profesorado,
tiene
entusiasmo
aunque
no
esté
muy
bien
tratado
y no
se le
valore
demasiado
socialmente;
debe
tener
una
buena
formación,
con
una
parte
práctica
previa
a su
dedicación
a la
enseñanza.
Todo
eso se
puede
conseguir,
porque
se ha
logrado
en
otros
momentos.
Y de
los
políticos,
creo
que
ponen
demasiado
énfasis
en los
programas:
viene
uno,
pone
una
cosa,
llega
otro,
pone
lo
suyo.
Esto
no se
arregla
cambiando
leyes,
sobre
todo
cuando
son
para
quitar
el
latín,
un
disparate
tremendo,
porque
creo
que
incluso
es una
materia
que
habría
que
meter
antes
de los
12
años.
Lo que
tiene
que
saber
un
niño
es
siempre
lo
mismo,
incorporando
los
nuevos
avances.
-A los
que,
por
cierto,
nunca
llegan
esos
programas.
-Nunca;
pero
ya
llegan
ellos
con
los
ordenadores
y todo
lo
demás.
-¿Gran
parte
de la
culpa
del
desastre
es de
los
padres?
-A mí
no me
gusta
la
palabra
culpa
porque
tiene
connotaciones
religiosas.
La
responsabilidad,
se
puede
decir
mejor;
pero
los
padres
también
son
una
víctima
más de
lo que
se
hace.
-¿Se
gasta
poco
en
educación?
-Aunque
no
entiendo
de
presupuestos,
sospecho
que es
poco,
porque
a
educación
es de
a lo
que
más
habría
que
dedicar,
y me
consta
que no
es
así.
-La
mediocre
posición
de
Francia
en el
barómetro
educativo
de la
OCDE
ha
hecho
exclamar
a
miembros
de la
Academia
de
Ciencias
gala:
«Asistimos
a un
naufragio».
¿Es
usted
igual
de
pesimista
respecto
a la
situación
española?
-¡Fíjese,
Francia,
que
siempre
ha
tenido
una
enseñanza
modélica!
Creo
que
los
centros
públicos
funcionan
mejor
que
antes
en
España,
pero
es
evidente
que no
debemos
conformarnos
con
eso.
Con
una
prensa
libre,
hay
que
dar
las
quejas.
-¿Qué
es más
flojo
en el
alumnado:
la
falta
de
conocimientos
o la
falta
de
educación?
-Depende.
Y
depende
mucho
de los
profesores.
Cuando
un
niño
tiene
un
profesor
que
cree
en lo
que
enseña
y
transmite
esos
conocimientos,
se
nota.
El
entusiasmo
del
profesorado
es
clave
en el
aprendizaje
de
conocimientos.
También
es
verdad
que se
aprecian
deficiencias
en esa
educación
a la
que
hace
referencia,
como
consecuencia
de la
libertad
mal
entendida.
-Se ha
hablado
tanto
de no
castigar,
dejar
hacer,
no
traumatizar...
-A mí
me
parece
todo
eso,
como
todos
los
extremos,
equivocado.
Una
cosa
es que
se
tenga
al
niño
sin
moverse,
y otra
que
haga
lo que
quiera.
La
libertad
siempre
tiene
que
ser
razonable
y de
acuerdo
con la
edad.
No vas
a
dejar
que un
niño a
los
seis
años
dé la
vuelta
a
Madrid
en un
autobús.
La
libertad
razonable,
sí;
pero
la
disparatada,
no.
Hay
que
aplicar
grandes
dosis
de
sentido
común,
de
protección
de los
niños,
de
saber
siempre
adónde
van y
dónde
están,
no
coaccionar
pero
sí
controlar.
-«Educar
en
valores».
¿Otra
frase
hecha?
-Un
tópico,
y no
quiero
ofender
a
nadie
que lo
diga y
defienda,
con
mucha
nobleza,
además.
Mire,
educar
en
valores
es
simplemente
educar,
en el
respeto
al ser
humano
lo
primero,
a la
naturaleza,
a la
vida
de la
ciudad
o del
pueblo...
¡Pero
si
todo
son
valores!
¿Qué
es
educar
en
valores?
¿Formar
personas
hechas
y
derechas,
para
que
respeten
a los
demás
y
colaboren
en el
bien
común?
¡Pues
el
educar
de
toda
la
vida!
Cuando
escucho
la
frase
me
entran
ganas
de que
me
hagan
una
lista.
-Nunca
antes
los
niños
accedieron
a
tanta
información,
y sin
embargo,
no
parece
que
sirva
para
gran
cosa.
-Claro,
porque
¿para
qué le
sirve
a un
analfabeto
comunicarse
con
China
a
través
de
internet
si no
sabe
ni
dónde
está?
Todos
estos
medios
sirven
al que
tiene
una
preparación
previa,
de lo
contrario
no
puede
hacerse
un
buen
uso o
el uso
se
limita
al
puro
juego,
que a
veces
puede
ser
diabólico.
-En
«Historia
de una
maestra»
habla
de la
lucha
por la
educación,
de
profesores
que
eran
héroes.
¿La
adversidad
nos
hace
mejores?
-El
libro
se
centra
en la
época
de la
República,
y
entonces
la
educación
era un
auténtico
fervor.
El
mensaje
a los
maestros
era
«vosotros
salvaréis
al
país
educándolo»,
y
estaban
convencidos.
Un
gran
fervor
cultural
para
un
país,
hay
que
decir,
lleno
de
analfabetos,
perdidos
en
pueblos
remotos
adonde
era
prácticamente
imposible
llegar.
Ahora
todo
eso ya
no
tendría
sentido.
Ya no
hay
ese
fervor
porque
parece
que
todo
está
resuelto.
La
adversidad
hace
mejores
a los
hombres
o no,
depende
de lo
que
lleven
dentro.
El
destino
adverso
puede
endurecer,
fortalecer,
puede
desesperar...
depende
del
ambiente
y de
las
personas.
A
veces,
el que
lo
tiene
todo
desde
el
principio
no
hace
nada
porque
le
parece
que no
necesita
más,
pero
que
cada
logro
educativo
y
tener
más
conocimiento
sea
tan
sacrificado,
pues
tampoco.
Hay
que
favorecer
el
acceso
a la
cultura.
-Hoy
en
España
los
que
más
difícil
lo
tienen
son
los
inmigrantes,
aunque
sólo
sea
por el
idioma.
-Es
una
cuestión
que
hay
tratar
de un
modo
muy
especial.
Sé que
se
quiere
resolver,
pero
la
forma
en que
lo
hacen
no sé
si es
la más
adecuada.
Como
pura
espectadora,
me
parece
que si
a una
escuela
llega
un
grupo
de
inmigrantes
lo
primero
que
hay
que
hacer
es
enseñarles
español
y
luego
pasarles
a la
clase
general,
y no
meterles
de
repente
en un
aula
con
todos,
porque
tú a
un
maestro
no le
puedes
pedir
que
pare
las
clases
y se
ponga
a
enseñar
el
idioma.
Porque
sin
idioma,
¿qué?
Es lo
primero.
-¿Qué
espera
de sus
alumnos?
-Que
crezcan,
que se
desenvuelvan
por sí
mismos,
que
maduren
dentro
de la
personalidad
de
cada
uno, y
que
tengan
una
formación
básica
de lo
fundamental:
la
lengua,
porque
sin su
dominio
no se
pueden
estudiar
las
demás
materias,
y las
matemáticas.
Para
ello
hay
que
tener
un
programa
razonable
y
adecuado
a la
edad,
flexible.
Y no
fiarse
sólo
de lo
que
dicen
los
libros
de
texto:
nuestros
alumnos
no
tienen
cada
uno ni
un
anaya
ni un
santillana
hasta
que no
son
bastante
mayores,
y sólo
como
apoyo;
todo
se
hace
por
fichas
y
apuntes,
y
consultando
muchos
libros,
haciendo
mucho
trabajo.
-¿Sacrificaría
la
enseñanza
privada
por
una
pública,
gratuita
e
igualitaria,
similar
al
modelo
finlandés
a la
cabeza
de los
datos
PISA?
-Si
aquí
se
hubiera
seguido
en la
pública
el
camino
que
llevaba
la
Institución
Libre
de
Enseñanza,
no
habría
tenido
sentido
la
privada.
Muchas
veces
los
padres
no
llevan
a sus
hijos
a la
escuela
pública
porque
no les
dan el
contenido
y
formación
que
ellos
quieren.
-¿Considera
imprescindible
un
plan
educativo
común
para
la UE?
-Sí.
Deberían
fijarse
unos
mínimos
comunes
enriquecidos
con
las
características
específicas
de
cada
país;
un
programa
oficial
europeo
que
hiciera
que un
niño
pudiera
seguir
con
sus
clases
si los
padres
se
trasladan
y que
estableciera
los
contenidos
que
cada
niño
debe
saber
a cada
edad.
-Coordinó
el
libro
«La
educación
de
nuestros
hijos».
¿Un
consejo?
-Lo
primero
que
tienen
que
hacer
los
padres
es
darse
cuenta
de la
enorme
responsabilidad
que
tienen
trayendo
hijos
al
mundo
y que
no se
acaba
nunca,
es
cadena
perpetua.
Que se
ocupen
de que
tengan
un
desarrollo
adecuado,
sin
dejar
esa
responsabilidad
en
manos
de
nadie,
siendo
testigos
y
parte.
-¿Y
alguna
regla
para
los
que
diseñan
su
formación
académica?
-Menos
cambios
de
planes
de
estudio
y más
consenso
sobre
niveles
de
conocimientos
por
edades
con el
resto
de la
UE. Y
no
empezar
a
inventarse
cosas
raras,
cuando
ya
está
todo
inventado.
Es una
cuestión
de
sentido
común.
Educar
al
margen
de la
ley
-¿Se
puede
educar
al
margen
de la
ley?
-Sí,
pero
de la
Ley de
Educación,
y
siempre
superándola,
nunca
haciendo
menos.
Hay
cosas
fundamentales
que
deben
ser
para
todos,
como
la
lengua,
las
matemáticas,
la
historia
o las
ciencias
naturales,
que
deben
contemplar
todas
las
leyes
y
todos
los
colegios,
aunque
luego
ahonden
más en
otras
materias
o
incluso
sean
experimentales
o
tengan
cosas
de
lujo
como
el
baile
o la
música
en
profundidad.
-Es
tremendo
que la
enseñanza
musical
sea un
lujo.
-Efectivamente.
La
música
es una
parte
muy
importante
del
desarrollo.
Por
cierto,
me han
hablado
de una
película
francesa,"Los
niños
del
coro",
que
trata
de la
educación
a
través
de la
música,
y no
quiero
dejar
de ir
a
verla.
En
nuestro
colegio
se
ofrecen
conciertos
trimestrales
hasta
para
los
más
chiquitines
y
están
entusiasmados
con
ello.
Con
esto
no
sólo
se
educa
musicalmente,
sino
el
comportamiento:
allí
no se
mueve
nadie.
Y eso
no
tiene
nada
que
ver
con la
libertad
de los
niños,
sino
con
saber
que
cuando
hay
que
atender,
hay
que
atender.
-¿De
qué
adolecen
más
nuestros
niños?
-Depende
mucho
de las
familias,
pero
adolecen
mucho
de
exceso
de
televisión,
que se
ha
convertido
en la
«niñera
moderna». |
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