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11/04/2004 |
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ESTUDIO DE
LA
UNIVERSIDAD
DE GRANADA Ritos
funerarios
de la Roma
clásica |
La
muerte,
como
ocurría
durante
la
vida
de los
romanos,
distinguía
a los
ricos
de los
pobres
en la
edad
clásica.
El
profesor
Andrés
Pociña
desvela,
en un
estudio
sobre
“La
literatura
de la
muerte
en
Roma”,
publicado
en el
libro:
“En
Grecia
y
Roma:
las
gentes
y sus
cosas”,
de
cuya
edición
son
responsables
los
profesores
Andrés
Pociña
y
Jesús
María
García,
que
probablemente
donde
mejor
se
distinguía
esa
diferencia
era en
la
celebración
del
funeral,
pues
era
por la
noche
cuando
se
enterraba
a las
gentes
humildes,
mientras
que a
los
pudientes
y
ciudadanos
distinguidos
se les
enterraba
a la
luz
del
día
con
gran
aparatosidad.
El
volumen
ha
sido
editado
conjuntamente
por la
Universidad
de
Granada
y la
Sociedad
Española
de
Estudios
Clásicos.
Cuando
moría
un
ciudadano
importante
en la
Roma
clásica
se le
dispensaba
un
primer
rito:
´el
conclamatio´
que
consistía
en
llamarlo
por su
nombre
que,
según
el
profesor
Andrés
Pociña,
de la
Universidad
de
Granada
“este
rito
seguía
una
práctica
muy
antigua,
ya
atestiguada
en la
poesía
homérica,
que
probablemente
tiene
un
doble
sentido,
el de
comprobar
su
muerte
real
y,
desde
luego,
el de
servir
de
despedida
del
fallecido.
A
continuación
se
lavaba
y se
vestía
al
difunto
en
consonancia
con su
categoría,
con
una
toga
normal
si no
había
ocupado
cargos
de
relieve,
con la
´toga
praetexta´
si
había
sido
cónsul,
la
´toga
purpúrea´
si
había
sido
censor,
y con
una
´tofa
picta´
si
había
celebrado
alguna
vez el
triunfo,
o al
menos
había
sido
merecedor
de él.
Así
dispuesto,
se le
colocaba
acostado
en el
atrio
de la
casa,
con
los
pies
hacia
la
puerta;
alrededor
de él
se
distribuían
lámparas,
flores,
se
quemaban
perfumes,
un
esclavo
se
encargaba
de
abanicarlo,
las
mujeres
de la
familia
o las
plañideras
contratadas
lloraban,
gritaban,
se
rasgaban
las
mejillas,
y los
amigos
acudían
a
rendirle
su
última
visita.”
Las
gentes
humildes,
por el
contrario,
eran
enterradas
por la
noche,
y en
general
los
muertos
pobres
eran
inhumados
porque
este
acto
era
más
barato
que el
de la
incineración.
Igualmente,
el más
triste
de los
funerales,
el de
los
niños,
también
se
celebraba
por la
noche.
Dice
el
profesor
Pociña:
“Uno y
otro
no
tienen
en la
Roma
clásica,
relieve
social
alguno,
y se
celebran
como a
escondidas
de la
ciudad,
como
algo
impuro,
sin
más
iluminación
que la
indispensable
de
cirios
y
antorchas;
el de
los
niños
es,
además,
el
funeral
cruel
´funus
acerbum´,
al que
Séneca
llama
también
´exequiae
immaturae´
porque
sin
duda
va en
contra
de las
leyes
naturales
abandonar
la
vida
cuando
se
empieza
a
vivir.
Y no
menos
que a
los
griegos
les
conmovía
y
preocupaba
la
muerte
temprana,
a los
romanos
la
muerte
de un
chiquillo
los
sume
no
sólo
en la
natural
pena,
sino
en una
confusión,
en un
temor
supersticioso.”
El
profesor
Pociña,
en su
estudio,
analiza
el
influjo
que
tuvieron
en el
desarrollo
de la
literatura
latina
ciertas
manifestaciones
para-literarias
o
literarias
que se
ponían
en
práctica
con
ocasión
de los
funerales
en
Roma,
y
afirma
que es
en los
funerales
romanos
cuando
se
ponen
más de
manifiesto
las
diferencias
sociales
entre
unos y
otros
ciudadanos
“tanto
en
Roma
como
en
nuestro
mundo”.
Y pese
a que
en
algunos
casos,
como
el de
Cicerón
y sus
conocidas
“Doce
Tablas”,
se
tratara
de
“eliminar
la
discriminación
de la
fortuna
de la
muerte”,
poniendo
límites
a la
fastuosidad
y a
unos
gastos
excesivos,
lo
cierto
es que
Roma
existieron
siempre
grandes
diferencias
en la
manera
de dar
sepultura
a las
personas,
en
orden
a su
edad,
sexo y
posición
social.
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