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10/04/2004

Ángel Orgaz /Santiago www.elcorreogallego.es

Vestigios romanos del siglo I se localizan bajo la Catedral de Santiago
Si impresionante resulta la catedral compostelana de día, con el bullicio de fieles, peregrinos y visitantes, imaginen la grandiosidad del templo por la noche, con el sonido del órgano para el disfrute de tan sólo media docena de privilegiados. Ahí es cuando realmente se aprecia la inmensidad y el espíritu que con tanto fervor ha llevado a los fieles a peregrinar a Compostela desde el siglo IX, cuando el obispo de Iria Flavia Teodomiro descubrió la tumba de Santiago el Mayor.

Sólo un reducido equipo de Informe Semanal y el rumor de alguna de las máquinas limpiadoras del solado de la seo compostelana, rompen los cientos de sensaciones que adivinan los sentidos antes de entrar a las excavaciones realizadas bajo el subsuelo de la basílica santiaguesa. El arqueólogo y conservador del Museo Catedralicio, José Suárez Otero, necesita de la ayuda de este redactor y el fotógrafo de EL CORREO para levantar las pesadas rejillas de bronce que dan acceso a la escalera que lleva a las excavaciones, realizadas entre los años 1946 y 1959 en distintas fases por Manuel Chamoso Lamas, quien aprovechó la eliminación del antiguo Coro y la realización de la actual pavimentación para hacer los estudios arqueológicos de los que hemos disfrutado.

"¡Cuidado con la cabeza!'', nos avisa José Suárez, ya que en la mayoría del recorrido la altura del techo no supera los 180 centímetros y en algunos puntos apenas es de 60 o 70 centímetros.

Teodomiro y los Sisnando

Da igual, entre coscorrón y coscorrón Suárez Otero nos muestra los restos que aún se conservan de la muralla y una de las torres que fortificaban el Locus Sancti Iacobi, obras que se atribuyen al obispo Sisnando II a mediados del siglo X, aunque al parecer su antecesor y predecesor de Teodomiro, Sisnando I, ya había trasladado la sede obispal a este lugar e iniciado parte del amurallado.

Como señala Suárez Otero, el trabajo de excavación siempre consta de dos vías complementarias, ambas en este caso iniciadas por López Ferreiro: una documental, continuada por Fernando López Alsina, y otra arqueológica, seguida por Chamoso Lamas, monseñor Guerra Campos y nuestro cicerone.

Pero vamos a adelantarnos un poco en el recorrido para salir de nuevo a la superficie y regresar al subsuelo entrando por la nave de Platerías, justo al lado de donde se expone la lápida que cubría el sarcófago en el que fue sepultado Teodomiro y que constituye la primera prueba física, al margen de las documentales, que demostraron el hallazgo de la tumba apostólica por el obispo de Iria Flavia.

Ara a Júpiter

En ese lado de las excavaciones se encuentra un habitáculo, que podría haber sido una terma, que demuestra que los primeros pobladores de Santiago se instalaron en este lugar en la segunda mitad del siglo I después de Cristo. Hay restos cerámicos que así lo demuestran y, sobre todo, un ara dedicada a Júpiter —más que ara, exvoto— que está reutilizado e incrustado en un muro datado muchos siglos después, el que se creó en la alta Edad Media para construir la cerca del monasterio de Antealtares.

El ara a Júpiter es un hecho cultual —de culto— relacionado con el poblado inicial romano. También referencias documentales del siglo XVI a estelas funerarias que estarían en relación con la necrópolis romana de los siglos II a IV, así como canalizaciones de agua que podrían corresponder a esa época. También se aprecian tabiques romanos reutilizados y reforzados con otras paredes adosadas para poder soportar el paso del tiempo.

Las características de este cementerio realizado por extranjeros de cultura romana, no originales de las culturas existentes entonces en Galicia, se corresponden con el mausoleo del Apóstol, que se data entre final del siglo I y principios del II.

Parte de esa primera construcción romana también sirvió de base para el primer palacio episcopal de Santiago, ordenado construir por Sisnando I para trasladar la curia de Iria a Santiago y fijar en él su residencia, que posteriormente también ocuparía Sisnando II.

Un poco más al fondo se halló el enterramiento de Teodomiro, en un sarcófago de granito cubierto por una lápida con la lauda a este obispo y que hoy permanece expuesta en el lado derecho de la nave de Platerías. Su tumba está ubicada sobre una antigua necrópolis datada entre los siglos V y VII, ya que bajo ella se encuentra restos de otros enterramientos con ladrillo.

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