La
biblioteca
más
elegante
del
mundo
custodia,
en un
búnker
subterráneo
ultramoderno,
buena
parte de
la
historia
de la
humanidad
y obras
inéditas
de
autores
clásicos
griegos,
latinos
y
árabes.
Entre
sus 150
mil
manuscritos,
en su
gran
mayoría
sin
catalogar,
hay
muchos
tesoros
ocultos.
Igual
que han
salido a
la luz
el VI
Libro de
la
República
de
Cicerón
o un
manuscrito
de
Miguel
Ángel,
las
“sorpresas”
continuarán
aflorando
durante
los
próximos
dos o
tres
siglos.
Ambrogio
Piazzoni,
primer
viceprefecto
laico en
la
historia
de la
Biblioteca
Vaticana,
explicó
la
inmensidad
de la
tarea:
“Tenemos
en
catálogo
60 mil
códices,
pero de
la gran
mayoría
sabemos
poco más
de un
título.
Tan sólo
de nueve
mil
conocemos
el
contenido
detallado,
y eso es
fruto de
los
últimos
cien
años de
trabajo”.
Piazzoni,
profesor
de
Historia
del
Manuscrito
en la
Universidad
de
Tuscia (Viterbo),
añadió
que “una
persona
puede
catalogar
bien
unos 10
códices
al año,
pues
lleva
mucho
tiempo
leerlos,
verificarlos
y
sistematizar
su
contenido.
Al ritmo
que hoy
es
posible,
necesitamos
varios
cientos
de
años”.
La
Biblioteca
Vaticana,
nacida
en el
siglo IV
y
modernizada
en el XV,
mantiene,
según
Piazzoni,
“un
equilibrio
difícil
entre el
acceso
al
público
y la
protección
del
patrimonio
de la
humanidad”.
La
caligrafía
de
Petrarca
en su
Cancionero,
por
ejemplo,
se
desvanece
cuando
se
expone a
la luz.
Millares
de obras
únicas,
sería
mejor no
tocarlas
nunca,
pues les
perjudica
la luz,
la
humedad
de la
respiración
y los
cambios
de
temperatura.
Por eso,
sólo se
permite
el
acceso a
investigadores
selectos
—unos
cuatro
mil al
año—, y
la
presencia
simultánea
en las
bellísimas
salas de
lectura,
a medio
centenar.
Paradójicamente,
la
biblioteca
que
ignora
el
contenido
de miles
de
códices
únicos
en el
mundo,
conoce
en
tiempo
real la
posición
y el uso
de 50
mil
valiosos
libros a
los que
ya se ha
implantado
un
minúsculo
chip en
su
interior.
El
sistema
de
control,
que
llegará
al total
de mil
600
volúmenes,
ahorra
peligro
de robos
y daños
físicos,
sobre
todo a
los
textos
más
antiguos,
como los
ocho mil
300 de
los
aproximadamente
diez mil
libros
incunables,
impresos
antes de
1501,
que
existen
en el
mundo.
Gracias
al chip
no es
necesario
abrirlos,
ni
perder
tiempo
volviendo
al
fichero
para
leer el
índice y
sumario
del
contenido.
Acercando
al libro
un
sencillo
ordenador
de mano,
aparecen
en la
pantalla
todos
esos
datos.
El paseo
por un
laberinto
de 50
mil
metros
de
estantería
es un
viaje
fascinante
por la
historia
de la
ciencia
y el
pensamiento
humano.