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27-09-2003

Rosa Mora, Barcelona EL PAÍS

IGNACIO GARCÍA-VALIÑO/Escritor: "Sócrates era un vendedor de esperanza, como Paulo Coelho"
Las dos muertes de Sócrates (Alfaguara) transcurre en el siglo V antes de Cristo en Atenas, en un momento de máximo esplendor en el que brillaban filósofos, dramaturgos, políticos, en la época de las polis, de la democracia. La guerra contra Esparta, la peste, pronto la llevan a la decadencia y la tiranía. Ignacio García-Valiño (Zaragoza, 1968) elige como eje de su historia La Milesia, un lupanar de lujo, dirigido por la muy culta Aspasia de Mileto, y por el que desfilan todos los grandes. Es difícil clasificar Las dos muertes de Sócrates como una novela histórica. Hay en ella intriga política y detectivesca, una democracia amenazada, feminismo militante, por no decir revolucionario... Antes de empezar a escribirla, García-Valiño se planteó esta pregunta: "¿Cómo sería la Atenas de Sócrates vista por un filósofo coetáneo con la mentalidad del siglo XXI?". La respuesta es esta novela de apenas 300 páginas que se lee de un tirón.

Sócrates murió tras ser obligado a beber cicuta. ¿Cuál fue su segunda muerte?

Su muerte encierra un gran misterio y probablemente nunca sabremos qué pasó. Fue condenado y acató la sentencia con pasmosa tranquilidad. Lo único que sabemos es lo que ha contado Platón y algo Jenofonte. Yo hago otra lectura: la muerte de Sócrates vista por alguien con­trario a sus ideas.

¿Cómo era Sócrates, en su opinión?

Fue un gran filósofo, pero dogmático y reaccionario. Y cuan­do digo reaccionario me refiero a aquél que no acepta otra verdad que la suya, un mercachifle del saber. Me hubiera gustado que hu­biera escrito sobre Sócrates algún sofista; como no existe ese libro he decidido escribirlo yo.

¿Por qué un sofista?

Utilizaban el lenguaje como vehículo de conocimiento, pero dudaban del propio lenguaje y eso es muy actual, como su escep­ticismo: no hay ninguna verdad en la que salvarse.

Pródico, uno de los protagonistas de su novela, va a Atenas en busca de la verdad.

Allí conoce a Sócrates y descubre que es un hábil tramposo, que hizo de su vida y de su muerte una obra maestra. Era un vendedor de esperanza, como Paulo Coelho.

En su novela hay una intriga: uno de los próceres es asesinado en el burdel de Aspasia y ésta deberá cerrarlo si no se descubre al culpable. También hay amor.

El lector que sólo busque entretenerse encontrará una novela detectivesca, divertida, con una intriga que es parte de la trama. Eso es algo que echo en falta en muchas novelas actuales, que son pajas mentales. A mí me gusta construir una historia, plantear un desarrollo, un nudo y un desenlace.

¿Las dos muertes de Sócrates es una novela histórica?

Creo que en rigor no es una novela histórica: no es de evasión, no tiene nada de exotismo, no es didáctica, no ilustra sobre un periodo...

Pero está muy bien documentada.

Nadie que conozca bien la historia dirá que esos personajes no existieron, aunque alguno me invento. He reinterpretado los he­chos que ocurrieron, pero he evitado todos los tópicos, como la religión, el arte, la homosexualidad, y me he centrado en la corrupción, la demagogia, el oportunismo, que son temas muy actuales. La he enfocado desde una mentalidad muy moderna, una licencia que rompe el canon de la novela histórica. Tiene todos los elementos de una novela moder­na, no es un fresco histórico.

La antigua democracia que usted describe tiene las mismas contradicciones que la de ahora.

Se mantienen. Podríamos decir que la del Peloponeso fue una guerra preventiva. Buscar aliados para atacar las colonias, así se liaron y así acabaron. Tucídides decía que había que tener mucho cuidado porque el precio a pagar sería muy alto, y Atenas lo pagó.

Quizá a Bush le convendría leer a Tucídides.

¡Bah! En el Pentágono hay una panda de descerebrados, que ven espejismos. Ha quedado en evidencia su estupidez. No mintieron respecto a las armas de destrucción masiva en Irak, se equivocaron. Vieron armas donde sólo había molinos.

¿Sigue trabajando como psicólogo escolar?

Sí. Me han traslado a Marbella.

Igual lo de religión como asignatura obligatoria le va a dar más trabajo.

Bastante analfabetos son los alumnos de ESO para que ahora se les imponga religión. Tenemos un Gobierno mojigato y opusino. El siglo XXI ha nacido viejo y reaccionario en muchos aspectos, las ideas están en estado comatoso. En política y en guerras retrocedemos. Si comparamos, la Grecia antigua siempre será más actual y moderna.

 

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