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23-10-2003

BARCELONA EUROPA PRESS

Diez frescos pompeyanos se muestran en una nueva exposición del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona
El componente "irreal" y "misterioso" de las ciudades que aparecen representadas en obras del arte occidental a lo largo de la historia es el eje que inspira la nueva exposición del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB), 'La ciudad que nunca existió. Arquitecturas fantásticas en el arte occidental', comisariada por Pedro Azara. La muestra, que se presenta a partir de mañana y hasta el 1 de febrero de 2004, es una coproducción del CCCB con el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

Un total de 80 obras de arte integran esta nueva muestra, en la que se presentan por primera vez unos 10 frescos pompeyanos procedentes del Museo Arqueológico de Nápoles. El conjunto de obras que se incluyen en la exposición incluyen la pintura, el dibujo, la fotografía y las instalaciones, aunque el núcleo central fira en torno al género del capricho arquitectónico, entre los siglos XVI y XVIII.

Además de los frescos pompeyanos, se muestran obras de autores de las principales escuelas europeas como Monsu Desiderio, Vredeman de Vries, Van Delen, Codazzi, Francisco Gutiérrez, Marieschi, Bellotto y Hubert Robert, así como piezas de artistas de las vanguardias históricas como De Chirico, Mario Sironi, Paul Klee, Paul Delvaux, Leon Spilliaert y Fernand Léger.

La exposición recorre también el tramo contemporáneo de la historia del arte y la huella que en él ha dejado también el género del capricho y el tema de las arquitecutras misteriosas. Así, se presentan obras de autores como José Manuel Ballester, Ann Veronica Janssens, Catherine Yass, Miquel Navarro, Olivo Barbieri, Cristina Iglesias o Perejaume, entre otros.

UN GENERO POCO ESTUDIADO

El comisario de la muestra, Pedro Azara, resaltó la importancia de la presencia del género del capricho en la exposición ya que se trata de obras "poco estudiadas" y de las que se han realizado pocas exhibiciones. Se trata generalmente de obras que se mantienen "almacenadas" o colgadas en pasillos de instituciones, explicó Azara.

Definió el capricho como un "movimiento anímico o fuerza interior que despierta en los artistas y que les mueve a plasmar rápido imágenes súbitas". Se trata de una corriente que a finales del siglo XV, recogiendo las bases de la teoría neoplatónica, pretendía presentar a los artistas ya no como artesanos sino como autores de obras imaginativas.

Otra definición para el género del carpicho, según Azara, sería la que describe este tipo de obras como "pinturas realizadas de forma académica pero que, sin embargo, muestran escenas irreales o imaginativas". De este género surgió el "capricho arquitectónico" --presente en la muestra--, que se caracteriza en algunas obras por el "marcado carácter ilusorio" con "pintadas sugeridas a base de brochazos", dijo Azara.

AUTORIA DUDOSA

La autoría de estos cuadros es normalmente "dudosa" y, mayoritariamente, se trata de la obra de artistas "caídos en el olvido" aunque "todavía peuden hablarnos de temas que nos son cercanos". Este género aparece en un momento en el que "el mundo se ensancha súbitamente" y estas pinturas muestran este proceso, presentado "territorios inexplorados".

Azara defendió la exposición como un intento de "reflexión a cerca de lo que éste género nos aporta" y una forma de mostrar como el capricho representa "ciudades que nunca existieron" o "visiones de arquitecturas y ciudades que adquieren un carácter ilusorio". Muchos de sus autores eran arquitectos y escenógrafos que buscaban "convertir el mundo en algo fantasioso e inexistente", añadió el comisario.

El carácter irreal de las ciudades representadas viende dado por el hecho de que "están desubicadas espacial y temporalmente", explicó Azara, para quien la exposición es también una ocasión para descubrir autores "desconocidos" y observar la evolución del género que llegó incluso a los autores contemporáneos, "que han reflexionado sobre nuestro lugar en el mundo".

Dividido en siete espacios diferenciados, el espacio expositivo presenta las piezas de forma sencilla, intentando dar la sensación que el propio espacio es una proyección del que nos muestran los cuadros. El juego con la música crea un "entorno de tumba, de escenario del más allá y de logia masónica" para "desubicar al visitante y mostrar la fragilidad del ser humano", concluyó Azara.

 

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