¿Quién
no ha
oído
hablar
de las
famosas
discusiones
bizantinas?
La
anécdota
nos
llega
del
Imperio
Bizantino,
heredero
del
antiguo
Imperio
Romano
que
traza su
historia
a la
fundación
misma de
Roma en
el año
753 a.C.
(antes
de
Cristo).
La
capital
del
Imperio
Bizantino
remonta
sus
orígenes
a la
fundación
de
Bizancio
por los
griegos
en el
año 667
a.C.,
conquistada
por los
romanos
en el
año 196
d.C., y
convertida
en
capital
del
Imperio
Romano
de
Oriente
por el
Emperador
Constantino
I en el
año 330
d.C.
La
antigua
Bizancio,
luego
transformada
en
Constantinopla,
sirvió
de punto
de
continuidad
para una
civilización
que duró
más de
2.000
años: la
civilización
con la
historia
más
larga
del
mundo
occidental.
A
finales
de la
Edad
Media,
sin
embargo,
el
Imperio
Bizantino
había
degenerado
enormemente
y se
había
"dormido
en los
laureles".
Mientras
que las
realidades
del
mundo
cambiaban
rápidamente,
los
dirigentes
bizantinos
eran
conocidos
por su
frivolidad
e
indiferencia.
Por
dentro,
el
imperio
se
resquebrajaba,
la
capital
y las
provincias
no se
ponían
de
acuerdo,
los
líderes
ambiciosos
querían
más
privilegios,
las
órdenes
religiosas
se
peleaban
entre
ellas,
el
Estado y
la
Iglesia
eran
rivales.
Por
fuera,
las
fronteras
del
imperio
eran
atacadas
constantemente
por
varios
enemigos.
Aunque
la
supervivencia
misma
del
imperio
estaba
en
juego,
los
políticos
bizantinos
no
pensaban
en los
verdaderos
y
gravísimos
problemas
que
enfrentaban.
Se
cuenta
que los
regentes
bizantinos
aún
estaban
en sus
palacios
discutiendo
sobre el
sexo de
los
ángeles
cuando
las
puertas
de
Constantinopla
eran
sitiadas
por los
turcos
musulmanes.
En el
año 1453
d.C.
Constantinopla,
el gran
puente
ente
Europa y
Asia,
cayó en
manos de
los
conquistadores
turcos
terminando,
así, con
más de
veinte
siglos
de
civilización
greco-romana.