El
imperio
representa
un
parteaguas
en la
historia
de la
lectura
y la
escritura,
porque
fue ahí
donde se
manifestaron
diversos
cambios
trascendentales
que
habrían
de tener
una
influencia
definitiva
en el
futuro
de los
libros,
la
lectura
y las
bibliotecas.
El
imperio
representa
un
parteaguas
en la
historia
de la
lectura
y la
escritura,
porque
fue ahí
donde se
manifestaron
diversos
cambios
trascendentales
que
habrían
de tener
una
influencia
definitiva
en el
futuro
de los
libros,
la
lectura
y las
bibliotecas.
Roma
antigua
constituye
sin duda
alguna,
un
parteaguas
en la
historia
de la
lectura
y la
escritura,
porque
fue en
esta
cultura
donde se
manifestaron
diversos
cambios
trascendentales
que
habrían
de tener
una
influencia
definitiva
en el
futuro
de los
libros,
la
lectura
y las
bibliotecas
hasta
nuestros
días.
El
pueblo
romano
comenzó
la
conquista
del
mundo
mediterráneo
y la
conformación
de su
amplio
territorio
a partir
del
siglo V
a. de C.
Si bien
es
cierto
que por
medio de
las
armas
los
romanos
conquistaron
una gran
cantidad
de
pueblos
con
diferentes
costumbres,
tradiciones
y
cultura,
también
es
importante
destacar
que casi
de forma
simultánea
se fue
teniendo
otro
tipo
diferente
de
conquista:
la
conquista
cultural,
debido a
que los
romanos
tuvieron
cuidado
de tomar
todo lo
bueno de
cada
pueblo
conquistado
y
adaptarlo
a la
forma
latina;
de ahí
que los
especialistas
señalen
con gran
acierto
que la
conquista
del
mundo
antiguo
se
romanizó,
es
decir,
se
latinizó.
Al
realizarse
la
conquista
del
mundo
griego
en el
año 146
a. de
C.,
lejos de
desaparecer
su
lengua y
su
alfabeto,
los
romanos
se
preocuparon
por
mejorar
y
enriquecer
sus
caracteres,
dando
paso con
ello, a
la
creación
del
alfabeto
latino
con la
incorporación
de cinco
nuevos
símbolos
fonéticos:
las
vocales.
Este
nuevo
alfabeto,
daría
paso
posteriormente
a la
aparición
de las
llamadas
lenguas
romanas:
Español,
italiano,
francés,
romano,
gallego,
provenzal,
dálmata,
catalán,
y el
rético,
entre
otras
más, y
que
habrían
de tener
un papel
importantísimo
en el
devenir
cultural
de
muchas
culturas
más.
Al mundo
romano
debemos
no
solamente
un nuevo
alfabeto
sino
también
diferentes
aportaciones
al
conocimiento
y las
artes.
En el
caso
específico
de los
libros y
la
lectura,
la
civilización
romana
se
distinguió
por su
amplio
respaldo
a la
circulación
de la
cultura
escrita.
Guglielmo
Cavallo
y Roger
Chartier
testimonian
en su
texto
sobre la
Historia
de la
lectura
en el
mundo
occidental
que “a
partir
del
siglo
III a.
de C.
los usos
del
libro en
la
civilización
romana
se
demuestran
más
extendida
y
articulada
a los
pliegues
de una
sociedad
ya
cambiante.
Esto
originó
la
circulación
de una
gran
masa de
productos
escritos,
dando
paso con
ello, a
una
creciente
demanda
de
libros y
lectura,
que
halló
respuesta
en un
plano
triple:
la
creación
de
bibliotecas
públicas
y
privadas,
el
cambio
de
formato
del
libro
que paso
del
rollo de
papiro
al códex
de
pergamino
y el
florecimiento
de una
tratadística
orientada
a guiar
al
lector
en la
selección
y
adquisición
de
libros
que
provocaron
el
surgimiento
de una
nueva
cultura
de
aprecio
hacia la
lectura...”
de esta
manera,
el acto
de leer
dejó de
ser una
actividad
despreciada
y ex
profeso
de los
esclavos
para
constituirse
en un
símbolo
de
sabiduría
y
ostentación
de poder
económico
y de una
cultura
de
fachada
en el
mundo de
las
representaciones
de la
sociedad
romana.
Cavallo
y
Chartier
enfatizan
que “en
la
sociedad
grecorromana
de
entonces,
libros y
lectura
formaban
parte de
las
muestras
de
bienestar
y de los
comportamientos
de una
vida
adinerada,
al grado
que en
los
siglos
II y I
a. de C.
los
libros y
las
bibliotecas
griegas
pasaron
a
constituir
invaluables
botines
de
guerra
que eran
disputados
por las
más
altas
esferas
romanas”.
En la
civilización
romana
también
se llevó
a cabo
un nuevo
giro en
torno a
las
prácticas
de la
lectura,
y es
que, en
la
sociedad
romana,
principalmente
las
altas
esferas
sociales
comenzaron
a
privilegiar
la
lectura
reflexiva
en
silencio,
la
práctica
de esta
novedosa
forma de
lectura
se hizo
manifiesta
en las
construcciones
de
muchas
bibliotecas
públicas
y
privadas
que
empezaron
a tener
como
parte de
sus
espacios
físicos
jardines,
pórticos
y
grandes
salas
reservadas
exclusivamente
para la
práctica
de una
lectura
individualizada
y
silenciosa.
La élite
romana
solía
llamar a
estas
áreas
acondicionadas
“espacios
donde se
hacia la
vida”.
Otra de
las
aportaciones
importantes
que
tuvieron
sus
orígenes
en Roma
fue la
aparición
de
colecciones
de
libros
escritos
especialmente
para
determinados
sectores
de la
población
menos
“culta”
a fin de
fomentar
el sano
entretenimiento,
dentro
de las
que
destacaron
aquellos
libros
destinados
solamente
a las
mujeres,
las
cuales
en la
época
imperial,
se iban
emancipando
y por lo
menos
algunas
penetraron
al mundo
de la
palabra
escrita.
A Roma
debemos
pues,
las
primeras
manifestaciones
de la
lectura
reflexiva
y en
silencio,
el
surgimiento
de la
lectura
recreativa,
la
aparición
de
bibliotecas
públicas
abiertas
a
quienes
quisieran
tener
acceso a
ellas,
el
nacimiento
de una
verdadera
y propia
figura
de la
“lectura”
y la
aparición
de un
nuevo
formato
del
libro:
el códex,
que a
partir
del
siglo II
d. de C.
se
convirtió
en el
formato
preferido
de los
lectores
romanos,
especialmente
de los
lectores
cristianos.
Así de
esta
manera,
las
transformaciones
del
libro y
las de
la
práctica
de la
lectura
no
podían
menos
que
correr
parejas.
Como
podemos
apreciar
en esta
breve
historia
de la
lectura
en Roma,
amigos
lectores
del
periódico
Milenio-Tabasco,
El
formato
físico
del
libro
como hoy
lo
conocemos,
así como
la
lectura
en
silencio
y la
creación
de
bibliotecas
públicas
gratuitas
tuvieron
sus
orígenes
hace más
de dos
mil años
y se han
mantenido
casi
inalterables
a lo
largo
del
tiempo,
por
ello,
vale la
pena
volver a
revalorar
este
rico
legado
que nos
han
heredado
las
civilizaciones
antiguas
para
aprovecharlas
mejor en
favor de
nuestro
desarrollo,
pensando
siempre,
en
llegar a
ser
excelentes
ciudadanos
del
siglo
XXI. Los
invito a
través
de este
medio
para que
visiten
las
bibliotecas
públicas,
para que
hagan
uso
adecuado
de todos
sus
servicios,
pero
sobre
todo,
los
exhorto
para que
dediquen
unos
minutos
de su
tiempo
diario
al
ejercicio
de la
lectura.
Recuerden
que como
bien lo
ha
señalado
André
Maurois:
“Nuestra
civilización
es hasta
ahora,
una suma
de
conocimientos
y de
recuerdos
acumulados
por las
generaciones
que nos
han
precedido.
No nos
es
posible
participar
en ella
más que
poniéndonos
en
contacto
con el
pensamiento
de esas
generaciones
y el
único
medio de
lograrlo,
y de
llegar a
ser así
un
hombre
culto es
la
lectura.
Nada hay
que
pueda
reemplazarla.” |