Desde los
faraones
hasta la
Biblia de
Gutenberg,
pasando
por los
manuscritos
de Newton
y las
partituras
de Mozart,
la memoria
escrita de
la
Humanidad
tiene a
partir de
este
sábado su
propio
museo, el
Martin
Bodmer.
El museo
presenta
227
piezas
de la
colección
de Martin
Bodmer
(1899-1971),
un
filántropo
de
Zurich
apasionado
por la
búsqueda
de la
"expresión
que
brota de
la
creatividad",
como
explica
Metin
Arditi,
uno de
los
miembros
de la
Fundación
Bodmer.
Durante
su vida,
Martin
Bodmer
se
esforzó
por
encontrar
los
manuscritos
y las
ediciones
antiguas
de las
mayores
obras de
la
humanidad.
La
exposición
permanente,
instalada
en el
barrio
de
Cologny,
no
presenta
más que
una
ínfima
parte de
las
160.000
piezas
de la
colección
que
forma
una de
las
mayores
bibliotecas
privadas
del
mundo,
la
Bodmeriana.
El
museo es
obra del
arquitecto
Mario
Botta,
autor de
la
catedral
de Evry,
que se
esforzó
por
presentar
los
documentos
de forma
"aérea",
para que
todos
puedan
ser
admirados
en sus
distintos
lados.
Entre
las
obras
más
antiguas,
el museo
cuenta
con un
espléndido
ejemplar
del
Libro de
los
Muertos
(entre
el IV y
el III
siglo
antes de
Cristo,
a.C.).
Los
clásicos
(Homero,
Aristóteles,
Platón,
Ovidio,
Virgilio...)
están
representados
por los
manuscritos
de la
Edad
Media y
el
Renacimiento.
Subrayando
el papel
de los
árabes
en el
redescubrimiento
de la
ciencia
greco-latina
durante
el
Renacimiento,
una
misma
vitrina
reúne un
manuscrito
latín de
Aristóteles
y una
edición
del
sabio
árabe
Averroes,
que
interpretó
la
metafísica
del
griego a
la luz
del
Corán.
Además,
el museo
posee la
copia
completa
del
Evangelio
según
San Juan
más
antigua,
en un
manuscrito
griego
del
siglo II
en
formato
'libro
de
bolsillo',
sorprendentemente
bien
conservado.
El
museo
quiere
ser un
símbolo
del
'diálogo
de
culturas':
tiene
manuscritos
persas,
japoneses
y un
libro
chino de
1415,
impreso
gracias
a una
técnica
de
grabado
inverso
en
madera,
subraya
la
fundación,
que
concede
a China
la
invención
de la
imprenta
originaria.
La
literatura
europea
también
tiene un
lugar de
honor
con
manuscritos
y
ediciones
de
Dante,
Cervantes,
Shakespeare,
Montaigne...
Entre
las
piezas
más
curiosas
está una
tabla de
un niño
griego
del
siglo IV,
en la
que el
muchacho
escribió:
"la
virtud
más
grande
es
aprender
las
letras".
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