El máximo
representante
del nuevo
periodismo
europeo,
el
periodista
polaco,
Ryszard
Kapuscinski*,
describe
en este
artículo
los
métodos
esenciales
de su
apasionante
oficio.
Para él, Herodoto,
quien
vivió hace
dos mil
quinientos
años y nos
dejó su
Historia,
fue el
primer
reportero.
Él fue
padre,
maestro y
practicante
de un
género: el
reportaje.
¿De dónde
viene el
reportaje?
Tiene tres
fuentes,
de las que
los viajes
son la
primera.
No en el
sentido de
un viaje
turístico
o paseo de
descanso,
sino el
viaje como
una
expedición
concreta y
dolorosa
de
descubrimiento
que
requiere
preparación
decente,
planeación
cuidadosa
e
investigación
para
recolectar
material
en
conversaciones
y
documentar
sus
propias
observaciones
de campo.
Ese es
sólo uno
de los
métodos.
Herodoto
lo utilizó
para
conocer el
mundo.
Durante
años viajó
a los
rincones
más
extremos
del mundo
que
conocían
los
griegos.
Además de
ser el
primer
reportero,
Herodoto
fue
también el
primer
globalista.
Totalmente
consciente
de cuántas
culturas
había
sobre la
Tierra,
quería
llegar a
conocerlas
todas.
¿Por qué?
Como él lo
dijo, se
puede
aprender
más de la
cultura
propia
familiarizándose
con otras.
La cultura
propia
revelará
mejor su
profundidad,
valor y
sentido
únicamente
cuando
encuentre
su reflejo
en otras
culturas,
pues ellas
la
iluminarán
mejor y
con mayor
penetración.
Además de
viajar,
otra
fuente de
reportajes
son otras
personas,
aquellas
que se
encuentra
uno en el
camino, y
aquellos a
quienes
viajamos
para
conocer y
poder
trasmitir
sus
conocimientos,
historias
y
opiniones.
Aquí
Herodoto
resulta
ser el
maestro
extraordinario.
Su actitud
y
comportamiento
muestran
lo que es
esencialmente
importante
para un
reportero:
el respeto
para los
demás
hombres,
su
dignidad y
su valor.
Escucha
con
cuidado el
latido de
su corazón
y la forma
en que los
pensamientos
cruzan por
su mente.
Tratando
de ser
imparcial
y
objetivo,
conscientemente
nos deja
la
decisión
sobre las
variantes
más
dispares
de la
misma
historia.
Por ello
sus
reportajes
son
multidimensionales,
ricos,
vivos y
palpables.
Herodoto
es un
reportero
incansable.
Se toma la
molestia
de
recorrer
cientos de
millas por
mar, a
caballo o
simplemente
a pie sólo
para
escuchar
otra
versión de
un evento
pasado.
Quiere
saber, no
importa el
precio, y
quiere que
su
conocimiento
sea el más
auténtico,
el más
cercano a
la verdad.
Esta
conciencia
presenta
un buen
ejemplo de
la
responsabilidad
que
asumimos
por todo
lo que
hacemos.
La tercera
fuente de
un
reportaje
es la
tarea del
reportero:
leer lo
que se ha
escrito y
sobrevive
en los
textos,
inscripciones
o símbolos
gráficos
del tema
sobre el
cual se
está
trabajando.
Herodoto
también
nos enseña
cómo ser
inquisitivos
y
cuidadosos.
Todo es
importante,
potencialmente
capaz de
revelar un
mensaje o
nuevos
significados.
Por su
propio
ejemplo,
Herodoto
mostró que
un
reportero
debe ser
un
observador
cuidadoso,
sensible a
los
detalles
aparentemente
insignificantes
y banales,
que
pudieran
resultar
ser
símbolos o
señales de
mundos
mucho más
importantes,
extendiéndose
más allá y
en un
orden más
alto.
“Todas las
personas
tienen la
tendencia
natural a
adquirir
conocimientos”,
afirma
Aristóteles,
un poco
más joven
que
Herodoto,
al inicio
de su
Metafísica
,
agregando
que es el
ojo quien
juega el
papel más
importante,
porque
percibe
mejor las
diferencias.
También
sabemos de
la
importancia
del ojo
del
reportero:
concentrado,
penetrante,
observador
de lo que
parece
invisible,
que bien
pudiera
ser la
otra cara
de un
fenómeno
dado, con
frecuencia
la más
esencial.
Sin
embargo,
el
problema
es que
para
observar
lo que es
más
esencial,
con
frecuencia
uno tiene
que estar
en el
punto. Y
para
llegar ahí
tiene que
viajar,
viajar. Y
de esos
viajes su
presencia
resultó en
el gran
reportaje
de
Herodoto
sobre el
mundo, que
hemos
estado
leyendo
durante 25
siglos. Un
reportero,
impulsado
por la
"tendencia
a adquirir
conocimientos"
trata de
encontrar
un punto
medio
entre la
curiosidad
sobre el
mundo de
sus
lectores y
su propia
"tendencia
a adquirir
conocimientos".
Y he aquí
el por qué
un buen
reportaje
es tan
popular en
el mundo
actual. El
hombre
contemporáneo,
viviendo
en un
mundo
conjurado
por los
medios de
la ilusión
y
apariencias,
simulacros
y fábulas,
sintiendo
instintivamente
que se le
alimenta
de
falsedad,
hipocresía,
mentiras y
manipulación
virtual,
busca algo
que tenga
el poder
de la
verdad y
la
realidad,
es decir,
cosas
auténticas.
En este
mundo
multicultural
la gente
de otras
culturas
demanda
ser
tratada
como
igual, con
respeto.
Es un
hecho bien
establecido
que no hay
culturas
superiores
ni
inferiores
y que lo
que
conforma
una
diferencia
es sólo el
resultado
de
condiciones
geográficas
e
históricas
específicas.
El
problema
es que
sabemos
muy poco
sobre
otras
culturas,
y más que
un
conocimiento
decente
hay muchas
probabilidades
de que
caigamos
en fáciles
y falsos
estereotipos.
Esto es lo
que
comprendió
Herodoto
demasiado
bien.
Mejor
todavía,
sabía que
sólo
nuestro
conocimiento
mutuo hace
posible la
comprensión
y la
conexión,
como el
único
camino
hacia la
paz y la
armonía,
la
cooperación
y el
intercambio.
Al cumplir
con
nuestro
oficio, no
somos sólo
hombres y
mujeres en
busca de
escritos,
sino
también
una
especie de
misioneros,
traductores
y
mensajeros.
No
traducimos
de un
texto a
otro, sino
de una
cultura a
otra, para
que se
comprendan
mejor y
estén más
cerca.
*
Ryszard
Kapuscinski
es autor
del
“Emperador”
y “Shah de
Shas” y
quizá el
más
reconocido
periodista
literario
de Europa.
Este
artículo
está
adaptado
de una
conferencia
que dio en
Berlín en
octubre
pasado.(El
País). |