El drama
de un
hombre
soñador y
noble,
Trigeo,
que se
enfrenta en
solitario
a los
titanes
que
representan
las
guerras y
sus
promotores,
se
convirtió
el
miércoles
por la
noche en
una
comedia en
el Teatro
Romano
para la
apertura
de la 49
edición
del
Festival
de Teatro
Clásico de
Mérida.
Los más de
1.500
espectadores
del
estreno
asistieron
a una
comedia
musical en
la que un
poeta
invidente
acusa a
los
atenienses
de estar
ciegos y
consentir
la cruenta
realidad
de las
guerras y
el uso
interesado
que hacen
de ellos
los
vendedores
de armas.
Trigeo es
el
quijotesco
protagonista
del
montaje,
un tierno
loco que
desea por
encima de
todo que
la Paz
vuelva a
la tierra.
Su mujer,
Mixímona,
harta
porque la
obsesión
de su
marido le
impide
tener vida
sexual,
trama
junto a
mercaderes
de lanzas
una farsa
interpretada
por unos
cómicos
"de
segunda"
que
embarcan a
Trigeo en
un viaje
de mentira
y le
construyen
un falso
Olimpo en
su propia
casa.
El público
participó
activamente
en esta
trampa,
ensayó con
los
actores en
un tú a tú
que
recuerda
vagamente
a los
espectáculos
de los
payasos
del circo,
y hasta
intervino
en la
representación
-haciendo
los
"efectos
especiales"-
cuando los
actores le
dieron el
pie.
La versión
de Miguel
Murillo
respeta el
tono que
Aristófanes
imprimió a
su texto
con
chistes
eróticos y
escatológicos,
y los
mezcla con
equívocos
y humor
absurdo,
pantomimas
y números
musicales
-hasta una
saeta-
interpretados
por un
coro nada
clásico,
como se
dice en un
momento de
"La Paz",
que acaba
convirtiendo
el montaje
en una
especie de
locura
colectiva.
Por su
parte, el
director,
que salió
tras la
representación
al
escenario
a
corresponder
los
aplausos
del
público
montado
sobre un
burro,
manifestó
estar
"sorprendido"
por la
buena
acogida de
la obra.