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artículo
10-07-2003 |
Javier
Ors,
La Razón,
Madrid |
Francisco
Rodríguez
Adrados:
«Lo de
ayer no
interesa,
hay un
ambiente
antihumanístico» |
Francisco
Rodríguez
Adrados
está en
el
Consejo
Superior
de
Investigaciones
Científicas,
en un
despacho
con
fotografías
de la
Acrópolis
de
Atenas:
el
Partenón,
el
Erecteion...
Sentado
en una
butaca,
con
corbata
pero sin
chaqueta,
Rodríguez
Adrados
habla
sobre su
libro
«Casi
unas
memorias
(1944-2002).
Defendiendo
la
enseñanza
de los
clásicos
griegos y
latinos»
(Ediciones
Clásicas).
«No
existe
una idea
general
de que
hay que
defender
la
educación»,
comenta.
¬Llegó
a Madrid
con 22
años.
¿Qué han
sido de
aquellas
ilusiones?
¬El
mundo ha
cambiado
mucho.
Uno logra
resultados,
pero
también
cosecha
fracasos.
No me
arrepiento
de lo que
he hecho.
Esta
lucha por
las
Humanidades
la tenía
que hacer
alguien.
No la he
hecho yo
solo
claro, me
han
ayudado
muchas
personas,
y me
reconforta
saber que
sin
nuestra
acción la
situación
sería
peor. No
es lo que
quisiéramos,
pero se
han
conseguido
muchas
cosas.
Hemos
sido la
cara
visible
de una
intelectualidad
española
que sin
rechazar
el
progreso
ni la
extensión
de la
educación
ha
luchado
para que
no se
hundan
los
valores
culturales
tradicionales.
Estoy
orgulloso
de este
éxito.
El
peso de
los
problemas
¬¿Cómo
recuerda
esos
años?
¬Cuando
llegué
pensaba
que esto
era un
gran
emporio
de la
ciencia.
En
ciertas
cosas lo
es. Hemos
contribuido
algo.
Logré que
los tres
armarios
de griego
de la
facultad
se
convirtieran
en una
gran
biblioteca.
También
cuento
que no me
he dejado
aplastar
por el
problema
de las
Humanidades.
Aparte he
publicado
un montón
de libros
y
artículos,
he
viajado,
y también
tengo
familia.
Hay que
procurar
no
dejarse
absorber
al cien
por cien,
porque un
problema
puede
destruirle
a uno.
¬¿Cómo
va el
diccionario
griego-
español?
¬Bien.
Hemos
editado
seis
volúmenes
y hacemos
el
séptimo.
A nivel
mundial
es el más
importante
diccionario
de griego
a una
lengua
moderna.
Hay que
seguir
con él.
¬¿Cuál
es el
problema
de la
educación
ahora?
¬La
especialización.
Es un
problema
general.
El temor
es que
nos
convirtamos
en algo
enorme,
pero
encerrados
por un
tabique.
Es grave.
Incluso
entre
nosotros
hay que
saltar
esa
barrera e
intentar
conocer
ampliamente
el mundo
clásico.
Ver las
relaciones
con la
Biblia o
la Edad
Media. En
cambio
hoy sólo
existe un
señor que
se ocupa
de tal
novelista
o poeta.
Y también
sucede en
Ciencias.
¬Los
escritores
antes
tenían
una
cultura
muy
amplia.
¬Se
está
perdiendo
la
cultura
amplia.
Ése es el
drama.
Las
facultades
de
Filosofía
y Letras,
que eran
el germen
de la
Historia,
la
Filología,
la
Geografía
o la
Educación,
tenían
unos
cursos de
griego y
latín.
Pero
ahora es
sólo una
pequeña
especialidad.
Yo he ido
a dar una
conferencia
de
Filosofía
y me han
dicho que
no
pronunciara
palabras
griegas.
Pues si
no puedo
pronunciar
palabras
griegas
para
hablar de
Filosofía,
cierro la
boca. Son
tres
problemas:
la
especialización,
la
enseñanza
y la
comunicación
con la
sociedad
en
general.
Las
Humanidades
deben de
ser
conocidas
por
todos:
por
pedagogos,
o por los
de teoría
política
que
hablan de
democracia
y no
tienen ni
idea de
lo que es
la
democracia
ateniense,
que es el
precedente.
Hay
señores
que
escriben
de
Historia
Antigua y
no saben
ni latín
ni
griego.
¬¿Y
qué me
dice de
bajar los
niveles
educativos?
¬Todos
los
gobiernos
de Europa
han sido
infiltrados
por esas
corrientes
internacionalistas
de
extender
la
educación
bajando
el nivel.
Hay una
corriente
general
que
desprecia
la
historia.
Lo de
ayer no
nos
interesa.
Hay un
ambiente
antihumanístico.
Yo lo
llamo
presentista.
Sólo el
presente
vale. La
educación
qué es:
que el
niño sepa
leer y
escribir
un poco,
matemáticas
elementales,
algo de
inglés,
manejarse
en la
vida y
comportarse
en una
democracia.
¿Y
contenidos?
Cuantos
menos,
mejor.
Cuando le
dije a un
director
general
que
estaban
bajando
los
contenidos,
me
respondió:
no
importa,
para eso
están las
enciclopedias
y la
televisión.
¬¿Cuál
es el
resultado?.
¬Pregunte
usted a
cualquier
profesor
de una
universidad,
incluso a
los de
Ciencias.
Los
niveles
de los
alumnos
son cada
vez más
bajos.
Las
matemáticas
o el
latín son
ciencias
duras que
exigen un
gran
esfuerzo,
un
trabajo
continuo.
En todas
las
facultades
ha bajado
el nivel
de los
estudiantes.
Me decía
una
profesora
de
Ciencias
Políticas
que hay
alumnos
que no
saben
tomar
apuntes,
que se
les
recomienda
un libro
y apenas
lo saben
leer.
¬¿Y
las
consecuencias?
¬Ya
veremos
si se
logra
mejorar.
Pero es
que esta
sociedad
ofrece
tantos
alicientes...
la gente
tiene en
casa al
enemigo
de la
lectura
sosegada
y el
trabajo:
el
televisor.
Hace
falta
tener
mucho
valor
para
dedicar
horas y
horas al
estudio
sustrayéndose
de las
diversiones
de las
que la
gente
joven
está
rodeada.
Veremos
la
tendencia,
porque ha
habido
una
respuesta
enorme.
La lengua
clásica
es la
punta del
iceberg.
Es donde
antes se
ven los
embates
contra la
cultura
tradicional.
Pero
debajo
está todo
lo demás.
La
Historia,
por
ejemplo:
muchos ya
no saben
diferenciar
a
Alejandro
Magno de
Carlomagno.
No saben
qué es la
Revolución
Francesa,
ni
siquiera
saben
quién es
Franco. A
ver de
qué forma
se hace
para que
podamos
recuperarnos
del
abandono
de la
Historia
y de los
conocimientos
generales.
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