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artículo
25-07-2003 |
P. C. -
Almagro.-,
La Razón,
Madrid |
Rigola
pone en
pie al
festival
de teatro
clásico de
Almagro
con «Julio
César» |
Era
la
primera
función
en
castellano
de este
montaje.
En vez
de una
cámara
negra,
fue en
el
Claustro
de los
Dominicos,
a cielo
abierto.
Vestidos
de
Armani,
bajo un
gran
rótulo
donde se
lee
«Roma»,
comienzan
a salir
los
príncipes
romanos:
Casio,
Bruto,
Casca,
Lépido...
Nada
fuera de
lo
normal,
respeto
al
texto,
claridad
y
concisión,
sobriedad
y
concentración
en la
palabra
y el
actor.
Pero,
poco a
poco,
Rigola
introduce
la
ecléctica
concepción
teatral
de la
que
bebe.
Trabajo
de
cuerpo,
sugerencia
y poesía
visual,
danza
contemporánea...
Así,
incluye
a un can
negro en
escena
que
vaticina
los idus
de
marzo,
emplea
el tema
de
Underworld
de
«Trainspotting»
como
culmen
adrenalínico
de la
intriga
para
matar a
César y
construye
a un
Julio
César
etéreo,
que se
mueve
entre el
taichi y
el
butoh, a
lo Pina
Bausch.
Acabó la
primera
parte
con un
Cristo
ensangrentado
en el
suelo, y
con una
solución
final de
talento
en el
que se
ve a
César
deslizándose
fuera de
escena.
Disparos
y
helicópteros
La
segunda
parte de
la obra,
de tan
sólo 35
minutos,
se mete
de lleno
con la
guerra y
con una
de las
partes
más
difíciles
escénicamente
hablando
del
teatro
de
Shakespeare,
que
Rigola
soluciona
con un
imaginativo
uso del
micrófono.
Entre
humo y
un foco
movido
manualmente,
aparece
Octavio
(Daniel
Casadellá,
de tan
sólo 11
años),
con un
helicóptero
en la
mano
mientras
suena
«The
End» de
The
Doors.
En un
luminoso
se puede
leer
«War»
(guerra).
Rigola
pone en
escena
la
violencia
de una
guerra
cruenta,
carreras
de los
actores,
disparos,
repetición
y
abstracción
para
poetizar
y un
espacio
que se
llena de
muertos:
Julio
César,
Porcia,
y los
que caen
oscilan
encima
de unas
sillas.
Un
increíble
Marco
Antonio
(Pere
Arquillué)
labra su
venganza,
todos
los
traidores
van
cayendo
a golpe
de
micrófono
abierto.
Muerte y
venganza
conviven
y el
horror
del
coronel
Kurtz se
huele en
escena.
«Julio
César»
es una
demostración
medida
del
talento.
Rigola
consigue
un
equilibrio
de la
concepción
contemporánea
y el
respeto
a la
obra
clásica
que
levantó
a todo
el
público
del
Claustro
de los
Dominicos
en uno
de los
aplausos
más
cerrados
del
Festival. |
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