Los
romanos
no
se
decidieron
a
penetrar
en
el
Cantábrico
hasta
el
siglo
IV
antes
de
Cristo,
temerosos
de
que
bajo
sus
revueltas
aguas
ocultase
monstruos.
De
hecho,
llegaron
a
bautizarlo
como
el
«mare
tenebrosum».
Sin
embargo,
la
civilización
romana
dejó
a lo
largo
de
la
cornisa
Cantábrica
numerosas
huellas
de
su
legado,
en
forma
de
ánforas,
pesos
de
red
y
anclas,
testigos
de
la
actividad
comercial
a lo
largo
de
los
puertos
de
cabotaje
del
norte
de
Hispania
y
piezas
centrales
de
una
exposición
en
la
Antigua
Rula.
Organizada
por
la
Autoridad
Portuaria,
la
muestra
permanecerá
abierta
desde
el
próximo
martes
hasta
el
14
de
marzo.
Su
título
-'Gijón,
Puerto
Romano.
Navegación
y
Comercio
en
el
Cantábrico
durante
la
Antigüedad'-
da
pistas
sobre
el
contenido,
que
gira
en
torno
a
los
orígenes
romanos
de
El
Musel,
que
pronto
emergió
como
un
importante
fondeadero
de
barcos
de
cierta
envergadura.
Así,
mientras
que
los
pequeños
botes
pesqueros
atracaban
en
el
viejo
arenal
de
la
Trinidad
(en
lo
que
hoy
es
el
Puerto
Deportivo),
las
embarcaciones
romanas
se
protegían
de
las
embestidas
del
Cantábrico
bajo
el
abrigo
de
los
acantilados
de
la
Campa
Torres,
según
explicó
la
comisaria
de
la
exposición
Carmen
Fernández
Ochoa.
El
enclave
gijonés
fue
un
punto
fundamental
en
las
rutas
comerciales
de
navegación
frente
a la
costa.
De
hecho,
alrededor
del
siglo
VI
de
nuestra
era,
los
documentos
hablan
sólo
de
tres
puertos
cantábricos
de
importancia:
La
Coruña,
Gijón
y
Castro
Urdiales.
¿Cuáles
eran
los
tráficos
de
'El
Musel'
de
los
romanos?
Principalmente,
bronce
y
hierro,
de
los
que
se
desconoce
el
origen.
Diversos
estudios
sufragados
por
la
Autoridad
Portuaria
consideran
al
puerto
gijonés
como
el
punto
final
de
la
vía
transmontana
de
la
Ruta
de
la
Plata,
que
se
adentraba
en
el
municipio
por
la
Venta
de
Puga,
para
posteriormente
atravesar
Tremañes,
donde
se
dividía
en
dos
caminos.
«Se
cree
que
uno
de
ellos
discurría
hacia
Cimadevilla
sobre
lo
que
hoy
es
la
avenida
de
Portugal.
El
otro,
se
dirigía
hacia
Jove
y la
Campa
Torres»,
explicó
Fernández.
Estas
rutas
favorecían
la
salida
al
mar
de
los
productos
que
llegaban
del
interior
de
la
región
y de
tierras
leonesas,
en
donde
había
algunos
enclaves
que
funcionaban
como
puertos
secos
del
primitivo
Musel.
De
ahí,
las
mercancías
partían
a
Galicia
o
hacia
provincia
romana
de
Britannia,
haciendo
escala
en
puertos
como
Castro
Urdiales
u
Oiasso
(Irún),
promoviendo
el
intercambio
comercial
del
Imperio.
Por
eso,
el
presidente
de
la
Autoridad
Portuaria,
Fernando
Palao,
vinculó
los
orígenes
de
las
instalaciones
portuarias
gijonesas
con
el
futuro
de
El
Musel
y de
la
propia
ciudad.
«El
puerto
siempre
ha
sido
el
motor
del
desarrollo
industrial
y
urbano
de
Gijón;
tenemos
que
garantizar
que
siga
siéndolo»,
dijo.