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24/11/03

 Ariel Gutiérrez Valencia / Villahermosa ● www.milenio.com

El refinado arte de la lectura durante la civilización romana

La Roma antigua fue escenario de cambios trascendentales que habrían de tener una influencia definitiva en el futuro de los libros, la lectura y las bibliotecas.

La Roma antigua fue escenario de cambios trascendentales que habrían de tener una influencia definitiva en el futuro de los libros, la lectura y las bibliotecas

Roma antigua constituye sin duda alguna, un parteaguas en la historia de la lectura y la escritura, porque fue en esta cultura donde se manifestaron diversos cambios trascendentales que habrían de tener una influencia definitiva en el futuro de los libros, la lectura y las bibliotecas hasta nuestros días.

El pueblo romano comenzó la conquista del mundo mediterráneo y la conformación de su amplio territorio a partir del siglo V a. de C.

Si bien es cierto que por medio de las armas los romanos conquistaron una gran cantidad de pueblos con diferentes costumbres, tradiciones y cultura, también es importante destacar que casi de forma simultánea se fue teniendo otro tipo diferente de conquista: la conquista cultural, debido a que los romanos tuvieron cuidado de tomar todo lo bueno de cada pueblo conquistado y adaptarlo a la forma latina; de ahí que los especialistas señalen con gran acierto que la conquista del mundo antiguo se romanizó, es decir, se latinizó.

Al realizarse la conquista del mundo griego en el año 146 a. de C., lejos de desaparecer su lengua y su alfabeto, los romanos se preocuparon por mejorar y enriquecer sus caracteres, dando paso con ello, a la creación del alfabeto latino con la incorporación de cinco nuevos símbolos fonéticos: las vocales. Este nuevo alfabeto, daría paso posteriormente a la aparición de las llamadas lenguas romanas: Español, italiano, francés, romano, gallego, provenzal, dálmata, catalán, y el rético, entre otras más, y que habrían de tener un papel importantísimo en el devenir cultural de muchas culturas más.

Al mundo romano debemos no solamente un nuevo alfabeto sino también diferentes aportaciones al conocimiento y las artes. En el caso específico de los libros y la lectura, la civilización romana se distinguió por su amplio respaldo a la circulación de la cultura escrita.

Guglielmo Cavallo y Roger Chartier testimonian en su texto sobre la Historia de la lectura en el mundo occidental que “a partir del siglo III a. de C. los usos del libro en la civilización romana se demuestran más extendida y articulada a los pliegues de una sociedad ya cambiante. Esto originó la circulación de una gran masa de productos escritos, dando paso con ello, a una creciente demanda de libros y lecturas, que halló respuesta en un plano triple: la creación de bibliotecas públicas y privadas, el cambio de formato del libro que pasó del rollo de papiro al códex de pergamino y el florecimiento de una tratadística orientada a guiar al lector en la selección y adquisición de libros que provocaron el surgimiento de una nueva cultura de aprecio hacia la lectura...” de esta manera, el acto de leer dejó de ser una actividad despreciada y ex profeso de los esclavos para constituirse en un símbolo de sabiduría y ostentación de poder económico y de una cultura de fachada en el mundo de las representaciones de la sociedad romana.

Cavallo y Chartier enfatizan que “en la sociedad grecorromana de entonces, libros y lectura formaban parte de las muestras de bienestar y de los comportamientos de una vida adinerada, al grado que en los siglos II y I a. de C. los libros y las bibliotecas griegas pasaron a constituir invaluables botines de guerra que eran disputados por las más altas esferas romanas”.

En la civilización romana también se llevó a cabo un nuevo giro en torno a las prácticas de la lectura, y es que, en la sociedad romana, principalmente las altas esferas sociales comenzaron a privilegiar la lectura reflexiva en silencio, la práctica de esta novedosa forma de lectura se hizo manifiesta en las construcciones de muchas bibliotecas públicas y privadas que empezaron a tener como parte de sus espacios físicos jardines, pórticos y grandes salas reservadas exclusivamente para la práctica de una lectura individualizada y silenciosa. La élite romana solía llamar a éstas áreas acondicionadas “espacios donde se hacía la vida”.

Otra de las aportaciones importantes que tuvieron sus orígenes en Roma fue la aparición de colecciones de libros escritos especialmente para determinados sectores de la población menos “culta” a fin de fomentar el sano entretenimiento, dentro de las que destacaron aquellos libros destinados solamente a las mujeres, las cuales en la época imperial, se iban emancipando y por lo menos algunas penetraron al mundo de la palabra escrita.

A Roma debemos pues, las primeras manifestaciones de la lectura reflexiva y en silencio, el surgimiento de la lectura recreativa, la aparición de bibliotecas públicas abiertas a quienes quisieran tener acceso a ellas, el nacimiento de una verdadera y propia figura de la “lectura” y la aparición de un nuevo formato del libro: el códex, que a partir del siglo II d. de C. se convirtió en el formato preferido de los lectores romanos, especialmente de los lectores cristianos. Así de esta manera, las transformaciones del libro y las de la práctica de la lectura no podían menos que correr parejas.

Como podemos apreciar en esta breve historia de la lectura en Roma, amigos lectores del periódico Milenio-Tabasco, el formato físico del libro como hoy lo conocemos, así como la lectura en silencio y la creación de bibliotecas públicas gratuitas tuvieron sus orígenes hace más de dos mil años y se han mantenido casi inalterables a lo largo del tiempo, por ello, vale la pena volver a revalorar esta rico legado que nos han heredado las civilizaciones antiguas para aprovecharlas mejor en favor de nuestro desarrollo, pensando siempre, en llegar a ser excelentes ciudadanos del siglo XXI.

Los invito a través de este medio para que visiten las bibliotecas públicas, para que hagan uso adecuado de todos sus servicios, pero sobre todo, los exhorto para que dediquen unos minutos de su tiempo diario al ejercicio de la lectura. Recuerden que como bien lo ha señalado André Maurois: “Nuestra civilización es hasta ahora, una suma de conocimientos y de recuerdos acumulados por las generaciones que nos han precedido.

No nos es posible participar en ella más que poniéndonos en contacto con el pensamiento de esas generaciones y el único medio de lograrlo, y de llegar a ser así un hombre culto es la lectura. Nada hay que pueda reemplazarla”.

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