Roma.
La
Ciudad
Eterna.
La de
las
siete
colinas.
Alfa y
omega
de
toda
peregrinación,
ha
sido
el
epicentro
de las
miradas
de los
arqueólogos
más
prestigiosos
que
buscan
en sus
entrañas
el
secreto
de su
permanente
existir.
Para
muchos
una
aventura
más,
para
otros
el
despertar
de un
sueño,
para
José
Antonio
Robés
las
palabras
del
bardo
inglés:
«Vivir,
morir,
tal
vez
soñar».
Soñar
y
vivir
a
través
de la
lente
de su
Leika
que
atrapa,
vampiriza
y
exprime
la luz
hasta
convertirla
en
poesía.
«Cuando
sonó
el
teléfono
y
alguien
al
otro
lado
me
dijo
que
debía
presentarme
en el
Instituto
Cervantes
para
un
proyecto
inmediato,
no
podía
imaginarme
que
aquello
iba a
tener
la
trascendencia
que
ahora
mismo
tiene»,
puntualiza
el
fotógrafo
berciano,
mientras
levanta
la
mirada
hacia
la
ventana
del
pequeño
cuarto
donde
nos
encontramos,
como
buscando
esa
luz
mediterránea
que
dora
las
piedras
y hace
brillar
el
Tíber
como
hoja
de
cuchillo
moruno.
Sacude
con
suavidad
la
ceniza
del
casi
consumido
cigarrillo
y
prosigue
su
relato
en
busca
del
pasado.
«En
realidad
fue
una
suerte.
Algo
inesperado.
No
había
solicitado
nada
ni
mucho
menos
el
viajar
a
Italia,
pero
cuál
sería
mi
sorpresa
cuando
ya en
conversación
directa
con el
responsable
del
proyecto
me
hizo
saber
que
había
sido
elegido
por el
Instituto
Cervantes
y la
Escuela
Española
de
Historia
y
Arqueología,
dependiente
del
Centro
Ssuperior
de
Investigaciones
Científicas
(CSIC),
para
realizar
varios
reportajes
fotográficos
acerca
de un
hecho
único
en la
historia
de la
arqueología
española:
desarrollar
tres
campañas
de
excavaciones
diferentes
en
Roma
dirigida
por
españoles.
Durante
varios
meses
viví
en el
subsuelo
de
Roma,
al
lado
de los
arqueólogos
fotografiando
todo
lo que
era de
interés
para
ellos
y para
mí. Es
decir,
tratando
de dar
una
visión
de la
Roma
no
turística,
sino
de esa
Roma
que
subyace
bajo
los
adoquines,
el
asfalto
o las
ruinas
de los
templos
y las
iglesias,
de la
Roma
de los
césares,
de los
emperadores,
la que
ha
quedado
oculta
y sólo
asoma
de
cuando
en
cuando
entre
las
piedras
milenarias».
Robés
tiene
muy
claro
que la
principal
función
de la
fotografía
es dar
a
conocer
el
instante
desde
la
perspectiva
nada
convencional
de la
luz y
la
angulación,
de la
exposición
y la
realidad.
«No
quiero
que
sea un
trabajo
de
fotografía
arqueológica
sino
algo
que
puede
verlo
el
público
menos
versado
y lo
entienda,
y si
le
gusta
lo
admire.
Con
todo
el
material
capturado
estoy
preparando
una
exposición
de
lujo
sobre
las
excavaciones,
de
modo
que el
mundo
de la
arqueología,
tan
minoritario
y
especializado
invite
al
público
interesado
por el
arte y
la
fotografía
a
conocerlo
un
poco
más.
La
inauguración
será
en
Roma,
en la
sala
de
exposiciones
del
Instituto
Cervantes
en la
Piazza
Navona».
Las
campañas
arqueológicas
Para
el
fotógrafo
villafranquino
estas
tres
fases
de
excavaciones
poseen
identidad
propia
aunque
entre
ellas
están
interconexionadas
a
través
de la
historia
común
de la
«ciudad
eterna».
La
primera
de
ellas
lleva
el
nombre
de
Tusculum,
y
viene
desarrollándose
desde
1994
en la
escuela
española
de la
antigua
ciudad
romana
del
mismo
nombre.
«El
proyecto,
dice
Robés,
es uno
de los
más
ambiciosos
y
estudia
la
evolución
de la
urbe
con
métodos
científicos
de
última
generación.
La
importancia
de
ello
es que
la
citada
ciudad
ha
sido
una de
las
primeras
plataformas
de los
estudios
de
arqueología,
remontándose
su
historia
de
estudios
arqueológicos
al
siglo
XVII».