María Pilar Perla Mateo heraldo.es 12/12/2021

Enseñado como una lengua más, el latín revive porque se usa para comunicar. Hablarlo y leer a los clásicos sin diccionario enamora.

[Foto de portada de Toni Galán: Leyendo a Lucrecio –‘De rerum natura’– en el Teatro Romano de Zaragoza. De pie, de izquierda a derecha: Alfredo Encuentra, Guillermo Mora, Manuel Sierra, Lizer Sanz, Concha Bernal, Gloria Andrés y Oroel Marcuello. Sentados: Antonio Royo, Ana Mayor y Miguel Abad.]

“Salvete, omnes!». Saluda Ana Mayor al llegar. «Salvete plurimum!», le responde un compañero. La conversación entre los presentes prosigue con normalidad, con el mutuo interés general por cómo va todo: «Quomodo valetis?», «Optime. Et tu?», «Bene valeo»; seguido del interés particular entre profesores que se conocen y hablan de los exámenes, de la evau o de la última manifestación: «Finisne probationes lycei, amica?», «Ita, tandem finivi. Et tu?», «Ego quoque». Y, tras la cortesía y el sincero interés que antecede a todo encuentro, es momento de ir al grano: «Nunc possumus Latine legere, nonne?», «Ita vero, incipimus». Y, en voz alta, comienza la lectura de un clásico latino que reúne, una vez al mes, a los integrantes del Circulus Latinus Caesaraugustanus. Profesores de latín de Zaragoza que reviven esta lengua simplemente porque la usan. En persona y hasta por Whatsapp.

En 2018, cuando este círculo –hubo otros con anterioridad– echó a rodar, podía oírse leer y hablar en latín en las cafeterías donde tenían lugar sus sesiones. Actualmente, con la Facultad de Filosofía y Letras en obras, se juntan en un aula del edificio Cervantes. Su impulsora, Ana Mayor, es profesora de secundaria en el IES Zurita y, como otros de sus ocho miembros fijos, forma parte también de la Asociación de Cultura Clásica, desde la que «promovemos la innovación didáctica, el cambio metodológico y usar el latín como una lengua viva».

Esta idea late también en el nombre de un curso impartido en la Universidad de Zaragoza: ‘Latinum vivum: curso de latín hablado y conversacional’, que dirige el profesor Alfredo Encuentra, con el apoyo de varios estudiantes de cursos superiores. Si nadie se estrena con el inglés leyendo a Shakespeare y pegado al diccionario, ¿por qué aproximarse al latín traduciendo las ‘Catilinarias’? Enseñarlo como una lengua viva tiene el objetivo final de disfrutar leyendo directamente a los clásicos.

Liberarse del diccionario

Comunicarse en latín en el siglo XXI no es en absoluto una afición de ‘frikis’. «La verdadera esencia de hablar y escribir en latín es poder llegar a los textos con mayor rapidez, sin necesidad de estar esclavos de un diccionario», comenta Ana Mayor. Esta familiaridad con la lengua hace posible lo que al principio se veía inalcanzable y Alfredo Encuentra constata que «da un subidón poder hacer algo tan difícil como leer a Ovidio directamente, sin diccionario».

Para llegar a ese punto, los alumnos del curso ‘Latinum vivum’ –una veintena, repartidos en dos niveles, inicial y avanzado, y procedentes sobre todo de los grados de Filología– empiezan «con pequeños diálogos, textos sencillitos a través de los que van ampliando vocabulario y desarrollando competencias, como se hace en cualquier otra lengua», explica Encuentra. Trabajan con el método Oerberg, en sus dos niveles: Familia Romana y Roma Aeterna. «Sería lo mismo que las lecturas graduadas que todos hemos leído antes de abordar textos originales en el aprendizaje del inglés o de cualquier otra lengua moderna», señala.

«Ojalá nos hubieran enseñado a nosotros así», suspira Mayor. Porque dar los primeros pasos con el latín de la mano del método activo acelera el progreso inicial y, además, propicia un verdadero encuentro con la lengua.

Oroel Marcuello, estudiante de 4º de Estudios Clásicos y profesor del curso de latín hablado y conversacional junto a Guillermo Mora y Lizer Sanz García, no reniega de sentir «cierta emoción al decir o entender tu primera frase en latín, de emocionarse con un verso de Ovidio o una carta de Séneca», pero prefiere tener los pies en la tierra y hablar de resultados. «El método filológico funciona», en su opinión, pero enfrentarse directamente a los autores clásicos se convierte en un muro, «es como querer subir escalones de cinco en cinco». En cambio, asegura, «se aprende mucho más rápido con el método activo: a los tres meses de estudio intenso se alcanzan resultados de casi tres años con el método tradicional. La cantidad de vocabulario que llevas dentro hace todo más fácil, mientras las personas que solo tienen técnica de traducción sufren serios problemas en morfología y léxico porque realmente no han tocado la lengua».

Por tradición, «se ha visto el latín como si fuera un resto arqueológico venerable que se ve, pero no se toca», explica Encuentra. Enseñarlo como una lengua viva rompe con ello y permite «descubrir muchos matices de los que uno no se da cuenta hasta que lo habla y comete errores; la capacidad de entender es otra cosa cuando pasas a la competencia activa de expresar».

Enseñar latín en latín

En Unizar, esta forma de ‘enseñar latín en latín’, aunque no es una asignatura, ya se reconoce como una actividad académica complementaria que da un crédito y medio de libre elección. En Óxford, la universidad con más estudiantes de Clásicas del mundo, ya es curricular, pero «han tardado cinco años en adoptar este método activo». Marcuello lo conoce bien porque es profesor de Griego y de Latín en el proyecto ‘online’ Oxford Latinitas.

La academia adolece de «cierto miedo al ridículo, y hay que hacer un poco el ridículo al aprender latín, no tener miedo a parecer niños de 2 años hablando», dice. Además, el método activo tiene una parte de contacto humano que «no es ninguna tontería: ver cómo el otro se ha equivocado, entender un chiste, las lenguas sirven para comunicarse y ese salto al vacío que es aprender un idioma el cuerpo humano lo transforma en risa». También «es importante que la gente se lo pase bien, porque se aprende más rápido».

En peligro de extinción

En secundaria, Ana Mayor expone que el Latín, el Griego y la Cultura Clásica «estamos en peligro de extinción»; de hecho, las asociaciones de toda España se están movilizando, unidas en la plataforma ‘Escuela con clásicos’, para no perder más terreno. «Las leyes educativas han promovido más otras materias, estas las dejan como optativas entre una amalgama y el alumnado elige antes una Emprendeduría que una Cultura Clásica, lo tenemos complicado –reconoce–. Actualmente se puede llegar a un grado de Filología o Filosofía sin haber visto nunca Griego, no lo concibo».

A la hora de llevar la metodología activa a los institutos –que se enseñe latín escrito y hablado, como el inglés–, la evau «es un escollo», indica Mayor. «Una lengua no es hacer operaciones matemáticas o lingüísticas, pero la selectividad frena muchísimo, porque ponen traducciones de textos muy complicados a los que es muy difícil acceder en dos años», lo que se traduce en «tirar de diccionario y de memoria con las declinaciones».

Séneca y un pescatero de Pompeya

Como el latín apenas tiene testimonios vulgares, los textos que aspiramos a leer son mucho más complejos que los de cualquier otra lengua. «Los textos cultos manejan el latín que hablaba el 0,2% de la población, podrían ser 5.000 personas de la aristocracia –estima Marcuello–, y no es la misma lengua que la de un pescatero de Pompeya, que seguro que le entenderíamos mejor».

Los amantes del latín «no tenemos ningún sitio donde ir a hablar con hablantes directos», advierte Encuentra, pero ellos solos se juntan. Para formarse y también, de modo informal, para hablar y leer juntos en los ‘circuli latini’ que existen en numerosas ciudades de mundo. Renovar el interés por el latín «necesita de ambientes un tanto utópicos de latinoparlantes, ‘latin elocuentes’», apunta Marcuello. Aunque «es bonito expresarse en una lengua que ya no habla la gente», señala, lejos están los tiempos en que un estudiante podía viajar por las universidades europeas usando el latín como lengua vehicular. Por mucho que reviva el interés por lo clásico, considera que «el latín está muerto», aunque no como el etrusco, sino debido a su fecundidad: «Tuvo tantos hijos, las lenguas romances, que lo acabaron cambiando». Realmente, «lo que hablamos en el siglo XXI es latín evolucionado», dice Encuentra, «es como una especie de avatar, está vivo en sus hijas, que mantienen un enorme contenido genético, no hay más que ver que en los neologismos recurrimos a él: televisión, telegrama… o al latín y el griego: metaverso».

Bienvenida en latín a una nueva integrante del Circulus Latinus Caesaraugustanus

[Bienvenida en latín a una nueva integrante del Circulus Latinus Caesaraugustanus]

En el marco de los cursos de verano ‘Caelum’ o el congreso de innovación didáctica ‘Novae Viae’ que se celebra en Málaga, resucita ese latín como lengua de comunicación. Mayor recuerda que ha ido a cursos en Polonia o Italia donde «pasamos todo el día hablando en latín con gente de cualquier parte del mundo». Una lengua que llega asimismo a algo tan cotidiano como los grupos de Whatsapp, donde no hay mucho misterio: «Es una lengua más y la utilizas», dice Mayor, pero también hay que andar con ojo porque, muchas veces, «el corrector automático no reconoce las palabras y pone lo que quiere», apostilla Encuentra.

¿Y cómo se las arreglan para nombrar en latín realidades que no existían en la Antigua Roma? No es un problema. Pueden usar palabras latinas para indicar una realidad nueva, como ‘vehiculum’ para ‘coche’, aunque también usan ‘raeda’ (‘carro de cuatro ruedas’). Aplican vocabulario internacional o latinizan palabras de uso habitual: para el término ‘café’, decir ‘potionem Arabicam’ o ‘caffeam’. «Otro ejemplo muy actual: para designar ‘mascarilla’ en latín utilizamos ‘persolla’, que es el diminutivo de la palabra latina ‘persona’ que significa ‘máscara’ –cuenta Mayor–. Este término ya parece en Plauto, un autor de comedia del siglo III a. C., del que tomamos muchísima terminología y locuciones para las conversaciones cotidianas, pues usaba en sus obras el diálogo y el lenguaje coloquial».

Si nos preguntamos para qué estudiar latín en el siglo XXI, Alfredo Encuentra responde que «el latín y el griego nos permiten explicar el origen del lenguaje que usamos, de la literatura moderna, que pasa por el Renacimiento como vuelta a la Antigüedad y, en gran medida, de la cultura que tenemos: desde los nombres de los días de la semana y de los meses hasta el calendario de festividades que celebramos, muchas con origen romano; el mismo concepto de fiestas populares, de parar una semana para pasarlo bien, es lo que llamaban ‘ludis’».

Con la pasión de sus 22 años, a Oroel Marcuello le fascinan esos textos que «te acercan a una cultura que no es la tuya, pero está escrita en una lengua que se parece tanto a la tuya que es como una realidad paralela. A cualquier latinista le pasa, ves en cuántas cosas somos diferentes y esos universales de belleza que se siguen cumpliendo». Para él, tiene todo el sentido «estudiar latín como espejo de la realidad, no vas a tener mejores médicos o mejores ingenieros, pero igual sí mejores ciudadanos o personas conscientes de los derechos que tienen». En su trabajo de fin de grado estudia el amor, escucha canciones modernas e intenta analizarlas como los poemas romanos de amor. Porque «con el latín ves más lejos».

Clásicos Luna puso en escena en el Principal ‘La comedia de las apariciones’, adaptación de ‘Mostellaria’ de Plauto.[Clásicos Luna puso en escena en el Principal ‘La comedia de las apariciones’, adaptación de ‘Mostellaria’ de Plauto. La Clac]

Ondas concéntricas

Fuera de los círculos latinos de profesores y estudiantes de Filología pero con el mismo centro, se oye el latido de una cultura clásica que se escribe, se escucha y se pone en escena. Cada semana, la actriz María Ángeles Parroqué se mete en la piel de una hermosa patricia y su esclava dedicada a la belleza (‘ornatrix’) y guía la actividad didáctica ‘Una mañana en las termas’ que organiza el departamento educativo de los museos de la Ruta Caesaraugusta. Valeria y Selene han saltado a un cuento ilustrado por David Guirao.

Y todos los lunes por la tarde, Parroqué se rodea de entusiasmo adolescente en los ensayos de Clásicos Luna, la compañía del IES Pedro de Luna cuya dirección teatral comparte con Juan Luis Pérez, ambos de Teatro La Clac. «Respetando lo que el autor quiere decir, nuestras adaptaciones son muy frescas, pensadas para un público adolescente, porque, hace 2.000 años, Plauto se dirigía a un público distinto, que pasaba tres horas en el teatro, comiendo y bebiendo».

Convertidos en actores, los alumnos pueden tener al lado a un profesor haciendo de Poseidón y los profesores, descubrir el talento escondido de estudiantes menos brillantes en la pizarra. Además de acercarse a los clásicos, «aprenden esa tranquilidad de saber estar, de poder hablar sin titubear», y mucho más: «El teatro te hace mejor persona, el ejercicio de empatía para ponerte en el lugar del personaje lo aplicas en la vida diaria».

El año pasado, ganaron con ‘La comedia de las apariciones’ (adaptación de ‘Mostellaria’, de Plauto) el Premio Buero de Teatro Joven en Aragón. Lo han puesto en la estantería junto a premios nacionales obtenidos con ‘Medea’ y ‘La Ilíada’.

Otro signo de vitalidad es, sin duda, crear. Desde las bibliotecas municipales se lanza la propuesta de escribir a la romana, a través de los talleres de escritura creativa ‘Epigramas y tú’, impartidos por Daniel Nesquens. Precisos y sintéticos, podemos verlos hoy como precursores de un buen tuit. El escritor cree que «Marcial sería un estupendo tuitero, aunque dudo que perdiese el tiempo conectándose». Nesquens es autor del cuento ‘Cumpleaños en Caesaraugusta’, con el que intenta «estimular el interés por esa Zaragoza romana que todavía se puede palpar. Hoy, que todo es modernidad, no viene nada mal mirar atrás». Mirando al futuro, el día 19 arranca el ciclo de ‘podcasts’ en vivo ‘Historias Romanas’. Pedro Huertas, arqueólogo y guía de museos en Cartagena, se ‘enfrentará’ en un debate a Sergio Martínez y Santiago Navascués, del proyecto ‘Historia de Aragón’, para dilucidar qué ciudad fue mejor en época romana: Cartago Nova o Caesaraugusta.

FUENTE: heraldo.es