Sí, Latín y Griego son el futuro

Sí, Latín y Griego son el futuro

José Carlos Castellanos Rabadán www.infolibre.es 12/12/1974

El pasado 6 de noviembre tuvo lugar una concentración en defensa de la enseñanza de las lenguas clásicas en Secundaria y Bachillerato ante el Ministerio de Educación. No hubo sólo docentes. Por ejemplo, yo fui acompañado por 12 alumnos de Latín y Griego de 1º y 2º de Bachillerato y 5 exalumnos; todos ellos personas nacidas en el siglo XXI, hijas de un mundo donde predominan lo audiovisual y la informática, jóvenes de quienes se dice que lo antiguo no les interesa y a los que se anima hasta la saciedad a esforzarse sólo por aquello que tenga una utilidad tangible, clara e inmediata. ¿Por qué vinieron a esta concentración en defensa del Latín y el Griego?

Por otra parte, tras la concentración, hubo un cierto eco mediático que daba a entender que la protesta se debía a que Latín y Griego quedaban como asignaturas optativas en la nueva ley educativa. Probablemente, cualquiera que oiga esto sin un conocimiento más preciso de la cuestión puede sentir cierta extrañeza. Latín y Griego no desaparecen de los institutos, y quien quiera los podrá elegir; de ese modo se garantiza que los escoja la gente que tenga interés, y los demás no se verán obligados a cursarlos. Así que, ¿por qué se queja el profesorado de estas asignaturas?

Para responder a la primera pregunta, que es la más importante, hay que reflexionar antes sobre la segunda. ¿Por qué es un problema que la nueva ley deje Latín y Griego como optativas dentro de un grupo amplio de asignaturas? La respuesta es: porque no juegan en igualdad de condiciones que las demás materias, sino que se enfrentan a obstáculos que las otras no tienen y que hacen que, en la práctica, resulte muy difícil su elección.

Desde hace tiempo, en el sentir general de la sociedad se ha instalado el dogma de que Latín y Griego son materias inútiles que permanecen en el sistema educativo nada más que por tradición. Una pregunta frecuente cuando alguien dice dedicarse a ellas, ya sea docente o estudiante es: «Ah, ¿todavía se estudia eso?». O se pregunta directamente, insinuando ya la respuesta negativa: «Pero, ¿eso para qué sirve?». Lo curioso es que nadie que se haya acercado a Latín y Griego sin prejuicios deja de ver los beneficios objetivos que aporta su estudio; sin embargo, los comentarios de quienes lo han comprobado por sí mismos son recibidos muy a menudo con incredulidad, o incluso con sospecha: «Claro, tú qué vas a decir, defiendes lo tuyo». Parece que la inutilidad del Latín y el Griego es algo de sentido común, y esta opinión se repite sin ninguna base racional, sostenida por personas que nunca han conocido estas asignaturas, o lo hicieron superficialmente durante un solo curso obligatorio hace ya más de veinte años, y que se niegan a escuchar a quienes sí las conocen más en profundidad o las están cursando en los tiempos actuales.

A este desprestigio social tan extendido, que ya dificulta en gran medida la elección de estas materias porque influye en muchos padres (y también en muchos políticos que toman decisiones en el ámbito de la educación, y en muchos orientadores que aconsejan a los alumnos acerca de su futuro, e incluso en profesores de otras áreas que lo verbalizan en sus clases ante los estudiantes), se suma la situación de Latín y Griego en el propio sistema educativo. Ni una sola de las materias del área de clásicas es obligatoria por ley en todo el territorio nacional en ninguna etapa educativa. En la Educación Primaria es la única área de conocimiento que no cuenta con ninguna asignatura relacionada. En la Educación Secundaria, en casi todas las comunidades autónomas Cultura Clásica se oferta como optativa en un solo curso entre 1º y 3º de ESO. Para cuando el alumnado llega al 4º curso de ESO y a la posibilidad de escoger Latín, buena parte de los estudiantes se han visto ya influenciados por el silencio o el desprecio hacia lo clásico, de modo que, o les es ajeno, o lo juzgan inútil. En Bachillerato hay un itinerario de Humanidades con Latín, pero ya es tarde: la mayoría ha desarrollado ya otras vocaciones, relacionadas con lo que sí se les ha dado a conocer, por lo que es cada vez menos escogido; el Griego se oferta en ese itinerario, pero como una mera optativa a elegir entre otras, como Historia o Literatura Universal. Todo parece recalcar la idea de que se trata de cuestiones poco importantes de las que se puede prescindir sin ningún perjuicio.

Pero, si la situación es tan mala, ¿por qué no han desaparecido ya del sistema educativo Latín y Griego? Primero, porque, a pesar de toda la campaña de desprestigio en su contra, sigue habiendo muchas personas que sí han conocido la cultura clásica y sus idiomas y confirman su importancia en la formación del alumnado. Y, segundo, porque el atractivo de estas áreas de conocimiento es tan grande, pese a lo que afirman sus detractores o sus desconocedores, que incluso las pocas cuestiones del mundo clásico (sobre todo Historia y mitología) que se ven en Primaria dispersas en otras materias bastan para que algunos estudiantes, a pesar de todo, desarrollen interés hacia ellas.

En ese sentido, es importante lo que ocurre en 4º de ESO. Según la normativa vigente en este momento, junto con las materias obligatorias hay que escoger un itinerario de dos asignaturas a elegir entre cuatro: Física y Química, Biología, Economía y Latín. En la práctica, en muchos centros educativos se crean dos itinerarios: uno de ciencias, con Física y Química y Biología, y otro con Economía y Latín. Hay alumnos que escogen el segundo por verdadero interés hacia los idiomas y lo clásico, aunque cada vez son menos, y junto a ellos hay otros que lo escogen por mero descarte, puesto que lo relacionado con la Antigüedad, como decíamos antes, o les es ajeno o les parece inútil. Sin embargo, de entre estos últimos siempre hay alumnos que se encuentran con la gran sorpresa de que Latín les gusta, con la gran sorpresa de que sí que es útil, con la gran sorpresa de que descubren un mundo inmenso del que apenas sabían nada y que está por explorar. Si no hubiera sido por ese itinerario, muchos jamás habrían conocido Latín y no habrían tenido la oportunidad de escoger con verdadera libertad, la que proporciona el conocimiento, lo que querían hacer en el Bachillerato y, más tarde, en la Universidad.

¿Qué ocurre en la nueva ley educativa? Que en 4º de ESO Latín queda como optativa a elegir entre diez materias: Física y Química, Biología y Geología, Tecnología, Música, Economía y Emprendimiento, Digitalización, Expresión Artística, Francés y, por último, Latín. De estas diez, se deben elegir tres. Es obvio que la probabilidad de que se articule un itinerario que ofrezca opciones realistas de que Latín sea escogido se reduce drásticamente. Y con la más que previsible desaparición del Latín de 4º de ESO, se reducen todavía más las ya exiguas probabilidades del Bachillerato de Humanidades, esto es, de Latín y Griego. Esto no ocurre con las demás asignaturas, que gozan de un prestigio social mucho mayor. No establecer unos itinerarios que garanticen la viabilidad de Cultura Clásica, Latín y Griego es una falta de responsabilidad educativa que privaría a los alumnos con estas inclinaciones y talentos no ya de la posibilidad de desarrollarlos, sino incluso de la mera posibilidad de llegar a descubrirlos.

Por estas razones tuvo lugar la concentración ante el Ministerio del 6 de noviembre. Habrá quien piense, a pesar de todo lo dicho, que no sería una gran pérdida. Lo que nos devuelve a la primera pregunta. ¿Por qué vinieron alumnos a la concentración? ¿Por qué vinieron adolescentes y jóvenes a los que se supone que todo esto no les interesa, ya que es inútil, arcaico y no tiene nada que ver con ellos? ¿Por qué han escogido estas materias?

Hay alumnos cuyas capacidades, intereses y vocación están claramente orientados a la lectura, la escritura, la literatura, los idiomas, la oratoria, la comunicación, la lingüística, la historia, el arte, el pensamiento, la filosofía y todo lo que tiene que ver con las letras y las Humanidades, y son conscientes de ello desde muy pronto. Otros no lo saben hasta que se encuentran con algo que les hace verlo. En muchos casos ese algo es Cultura Clásica y, sobre todo, Latín. Porque todo lo relacionado con las Humanidades, y con el conocimiento en general, incluidas las ciencias, tiene sus raíces en la Antigüedad clásica grecolatina. Y porque sus idiomas, el latín y el griego, han configurado y configuran aún hoy, a pesar de que quienes los desconocen sean incapaces de verlo, el panorama cultural, mental y lingüístico del mundo en el que nos movemos. Los alumnos lo descubren cuando se asoman al universo de las Humanidades de la mano del latín y el griego, y por eso valoran muchísimo haber tenido la oportunidad de conocerlos y se vuelven conscientes de la tragedia que sería que los jóvenes que vengan tras ellos no tengan esa oportunidad.

¿Qué es lo que afirman haber visto estos alumnos? Que gracias al conocimiento del latín y el griego, su propio idioma se ha vuelto más transparente, que comprenden mucho mejor las palabras y sus matices, que el vocabulario técnico y especializado de todas las asignaturas y áreas de conocimiento ha dejado de ser un misterio para volverse algo fácil y divertido, que pueden deducir el significado de términos que no conocían previamente, que ven la relación entre palabras que en apariencia no la tenían, que entienden y ven los vínculos entre vocablos del inglés, el francés y otros idiomas… Como consecuencia de ello, su comprensión y velocidad lectoras se han multiplicado; se han convertido en comunicadores mucho más eficaces, en profesionales de las palabras, las lenguas, la expresión oral y escrita, el diálogo, la oratoria, el debate y el pensamiento.

Y esto sólo si nos atenemos a los aspectos lingüísticos. Porque el conocimiento de estos idiomas conlleva, además, el de la literatura clásica grecolatina, que es la base de todas las literaturas occidentales actuales, y que ejerce una enorme influencia aún hoy sobre ellas, ya que cada vez que leemos autoras y autores occidentales estamos leyendo obras de personas que se inspiraron en las creaciones latinas y griegas.

Y conlleva también el conocimiento de la filosofía, de la historia, el arte, la política, el origen de las ciencias y todo aquello que ha contribuido y contribuye a diario a estructurar nuestras sociedades democráticas actuales.

Sencillamente, la cultura clásica forma parte indisoluble de nuestra civilización y nuestro imaginario colectivo. Si no la cercenamos. El enorme peligro del «analfabetismo» generalizado en Humanidades entre la población y los profesionales de todas las áreas, incluidas las ciencias, consiste en que, si cortamos nuestras raíces, será imposible saber quiénes somos como sociedad, cuáles son nuestros valores y por qué. Y, si erradicamos el humanismo de nuestro interior, será imposible saber quiénes somos como individuos.

Puede que a algunos les suene demasiado abstracto. Pero pensemos en lo que ocurrió durante el confinamiento obligado por la pandemia. Encerrados en casa, estábamos solos con nosotros mismos y nuestras familias. Y lo que importaba no era lo que estaba fuera, sino lo que llevábamos dentro. Hubo gente que descubrió que, sin la posibilidad de hacer cosas todo el tiempo en el exterior, estaban vacíos. No despreciemos el valor de las pasiones: en aquellas circunstancias, la literatura, el cine, la música, la filosofía, el arte y otras muchas vocaciones nos salvaron de las peores consecuencias del miedo, la depresión y la angustia. No es poco bagaje.

De hecho, hay tanta «hambre» de Humanidades que, desde fuera de la enseñanza académica, se llevan a cabo multitud de iniciativas relacionadas con lo clásico: cada año libros, películas, documentales, obras de teatro, turismo, juegos de ordenador, ciclos de conferencias, simposios, proyectos culturales, encuentros profesionales y otras muchas actividades demuestran el gran interés que existe en torno a estas cuestiones, y su importancia para nuestra sociedad. ¿Por qué queremos eliminarlas de la educación?

Esto no ocurre en el resto de Europa. Basta con observar los sistemas educativos de países como Francia, Italia, Bélgica, Holanda o Alemania para ver que los alumnos tienen la posibilidad de cursar muchos más años de Latín, y a menudo también de Griego, que aquí. Iniciativas recientes como las del secretario de Educación del Reino Unido o las del ministro de Educación de Francia, que buscan ampliar la presencia del Latín y la Cultura Clásica en la enseñanza secundaria, van en sentido opuesto al de la nueva ley española. A su escala de conocimiento y madurez, los alumnos de Latín y Griego en Bachillerato perciben, casi intuyen, la enorme importancia de las cuestiones a las que se asoman de la mano de estas asignaturas. Y por eso son los más indignados con la nueva ley. Por eso vinieron a la concentración. Y por eso Latín y Griego son futuro: porque hay jóvenes que los valoran, que los quieren, que saben que son muy necesarios, que no olvidarán lo que han aprendido y que se lo transmitirán a otros. Lo que ocurre con ellos se puede explicar con un verso de nuestro gran Lope de Vega: «quien lo probó lo sabe».

FUENTE: www.infolibre.es

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