Miguel Ángel Lóepz | Segovia www.nortecastilla.es 21/03/2010

El recorrido desde el azud del río Frío es un pretexto para recordar el pasado romano de la magna obra hidráulica. Una nueva ruta del ciclo Segovia Romana sigue la cacera extraurbana del Acueducto.

Está ahí, subyace, pero no se la ve. La primitiva obra romana es el origen de todo. De la misma Segovia. Lo que queda es el agua, el arroyo de la Acebeda o el río Frío, el líquido fresco que era la esencia de las urbes romanas, conducido a la ciudad mediante una gran obra de ingeniería hidráulica que, debido a su uso hasta mediados del siglo XX, ha sufrido sucesivas transformaciones. Los cambios han sido de tal magnitud que de la cacera romana no quedan restos visibles fuera del casco urbano, tapados, quizá reaprovechados o simplemente destruidos para hacer la nueva conducción. La realidad es que desde el azud hasta Nueva Segovia «no hay obra romana en ningún sitio», aunque sigue siendo el Acueducto, «la obra hidráulica en funcionamiento, municipal, en la que la gran ausente es la obra romana». Lo atestigua Isabel Marqués, arqueóloga, que ha preparado en su Estudio de Arqueología y Patrimonio- con su colaborador Miguel Yuste- las rutas organizadas por la Obra Social y Cultural de Caja Segovia para el programa Segovia Romana, que con un marcado carácter divulgativo muestran todo el trazado del Acueducto, desde el río Frío al Alcázar, explicando que esta casi bimilenaria obra sigue viva y mantiene casi todas sus características fundamentales, que supone «la unión de la ciudad con la montaña».

El tramo urbano del Acueducto fue objeto de la primera ruta arqueológica. En la segunda, que puede extenderse durante más de 15 kilómetros, el equipo recorre el espacio y el tiempo, recupera en palabras sobre el terreno lo que fue la conducción romana y explica los cambios, lo que se ve hoy. El recorrido lo hizo un nutrido primer grupo el domingo pasado; el segundo lo hace hoy, y a partir del miércoles lo realizarán otros grupos de escolares y asociaciones que han hecho su inscripción para saber más de esta parte del monumento emblemático de Segovia, que, como subrayan continuamente los expertos de varias disciplinas, es mucho más que la parte aérea, que los arcos y pilares que recorren el casco urbano.

Monte arriba
El punto de encuentro está algo alejado del azud del río Frío, en la carretera de acceso a la presa de Puente Alta. Desde allí, los participantes llegan a la cola del embalse y suben por un camino de tierra, dejando el río siempre a la derecha, hasta los montes de Valsaín, cruzando el arroyo Valdeconejos y una pequeña pradera desde la que, a la izquierda, se sube hasta la altura de la conducción del Acueducto. En el camino se cruza la cacera de Revenga, que en primavera suele llevar agua, y después el surco de la de Hontoria, seca porque está en desuso desde hace años. Más arriba, el grupo supera el montículo por donde va el tramo atarjeado de la conducción, que «junto al que va a cielo abierto en la zona del molino de Hoyos -explica Isabel Marqués- son las únicas excepciones a la conducción de hormigón anudado del proyecto de Pagola».

Esta es la constante del recorrido, la presencia de la obra terminada en 1929 por el arquitecto municipal, una magnífica obra de ingeniería que, sin embargo, excavó trincheras bastante agresivas en la montaña. Lo que es indudable es que Pagola mantuvo el trazado que, probablemente, eligieron los ingenieros de hace veinte siglos, siguiendo las curvas de nivel para que el agua llegara por gravedad a la ciudad pese a que los técnicos romanos conocían y empleaban los sifones y las tuberías de plomo para salvar los desniveles del terreno, porque así evitaban problemas de mantenimiento.

El agua socializador
Pero, dado que la conducción actual es «un pretexto para hablar de Roma y Segovia, hay que mencionar que esta elección -explica la arqueóloga- descansa en el concepto que tenían los romanos del agua para uso general, para beber y para todos los servicios e industrias de la ciudad, incluso para su utilización lúdica, como se comprobó en las termas descubiertas en las excavaciones de la zona de San Martín». En las ciudades romanas el agua era una condición ‘sine qua non’ para su existencia y la suya fue «la cultura del agua corriente con un papel socializador, pues preferían el agua de manantial por su pureza; por eso desecharon tomar el agua del río Eresma y construyeron el Acueducto para llevarla de la sierra a la ciudad».

De ahí que, siguiendo las normas establecidas por Vitruvio y Frontino, los romanos hicieran la captación del agua para el Acueducto en la montaña, en este caso cerca del vado de Los Arrastraderos, donde el agua se mantiene fresca y está protegida todo el año porque el lugar está en la cara norte del monte, cerca del nacimiento del arroyo y entre árboles.

El azud del valle de la Acebeda, señala Isabel Marqués, está actualmente en una zona de pinos de repoblación, aunque en el pasado no debía diferir mucho, con robles en las cotas más altas y en las más bajas encinas que eran aprovechadas para hacer carbón, de lo que dan fe las ruinas de la casa del carbonero que todavía existen cerca de la canalización.

Al llegar los caminantes al azud, situado en la cota de 1.255 metros de altitud, pueden ver que está destruido, roto por el efecto del agua. El Ayuntamiento ha presentado un proyecto a la Junta de Castilla y León para arreglarlo, aunque la idea es mucho más completa, pues incluye el acondicionamiento de todo el recorrido de la cacera para que pueda utilizarse como paseo histórico, cubriendo las tuberías visibles con tierra porque en realidad, con excepción de los registros que van marcando los tramos (101 en total, en muchos de los cuales hay unos bonitos cierres de hierro) no tienen gran valor: fueron realizados por Pagola en 1929 y, aparte de que también están deteriorados, han perdido su función; la arqueóloga indica que cuando se construyeron, igual que el azud, «cambió el concepto del agua en la ciudad, se instalaron contadores, se hicieron los depósitos de Chamberí y, poco después, se propuso que dejara de pasar el agua por los zona monumental del Acueducto, lo que provocó una verdadera rebelión de los vecinos».

Sin restos antiguos
Con las explicaciones de Isabel Marqués o de Miguel Yuste los participantes en esta ruta quizá se queden algo desilusionados al comprobar que en esta parte del Acueducto fuera de la ciudad no quedan trazas de las obras romanas ni medievales -«hay restos anteriores, pero muy indefinidas porque la obra de Pagola ha borrado toda evidencia», apunta-, pese a que ya aparecen referencias escritas en época de Juan II (1475), unos años después en las Ordenanzas de Enrique IV y, entre otras, en las que se refieren a las restauraciones dirigidas por Fray Juan de Escobedo en tiempos de los Reyes Católicos, en una de cuyas relaciones de gastos se mencionan la presa del río Frío y el arreglo de la cacera.

Sin embargo, además de pasear sobre el trazado del Acueducto, podrán conocer muchas curiosidades relacionadas con la historia de la obra hidráulica, con la cultura romana que la realizó y con los parajes que atraviesa. Entre otras cosas, sabrán que, según la hipótesis que manejan los arqueólogos, la primera toma de agua pudo estar en Fuencuadrada (cuyo nombre ya indica la existencia de una fuente de forma rectangular) a una altitud de 1.160 metros, en una zona a cielo abierto donde confluyen los arroyos Tilviejo y Fuentecilla. O que, casi hasta hoy día, ha existido en el Ayuntamiento de Segovia el ‘guardacacera’, cargo que se ocupaba de supervisar las roturas del canal y las pérdidas de agua, que pasaba de padres a hijos y que han desempeñado en estos últimos años Pedro Nogales y su padre, Zoilo Nogales. Han sido los herederos de los ‘curator aquarum’ y de los ‘aquariorum’ (fontaneros), encargados de vigilar las concesiones, los enganches y los posibles fraudes. Es historia, ligada a la obra hidráulica que, aun sin restos romanos visibles, pervive en el terreno.

RUTA ARQUEOLÓGICA
15,2 kilómetros, es la distancia de la ruta al azud del río Frío, diseñada por el Estudio de Arqueología y Patrimonio de Isabel Marqués, aunque incluye la opción de reducirla a 9,6 kilómetros o menos para grupos de escolares o personas con menos movilidad. La dificultad del itinerario es media.

Inicio
El punto de salida y de llegada es la caseta del antiguo peón caminero de Revenga, situada a la entrada de la carretera de acceso al embalse de Puente Alta; donde finaliza la pista asfaltada, en la cola del pantano, se toma un camino de tierra siguiendo el cauce del río Frío.

Recorrido
Desde el azud del valle de la Acebeda, el itinerario sigue la cacera entubada por el arquitecto municipal, Manuel Pagola, en 1929, deteniéndose en los puntos de interés para ver las características de la obra, el desarenador, los registros, los tramos con tubo de PVC, etcétera. La ruta pasa por el arroyo de Valdeconejos, el camino de Carrerablanca, los restos del molino de Hoyos, los arroyos Tilviejo y Fuentecilla, la Cañada Real Soriana Occidental y el Camino Real para regresar a Revenga. La participación puede solicitarse en el teléfono 921 463 418, o por correo electrónico en la dirección bmartin@cajasegovia.es.