Carlos Mtnez. Aguirre http://erasmusreloaded.blogspot.com 29/02/2008

Ha provocado bastante revuelo e indignación en el mundo filológico una noticia de ABC en la que se recogen algunas declaraciones de la presidenta de la Plataforma Andaluza de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres donde se relaciona al latín con la génesis del lenguaje machista:

«El latín se forjó en una época en la que las mujeres éramos esclavas y eran los hombres los que decidían y concentraban todo el poder».

En primer lugar debo aclarar que desconfío de cualquier noticia que cita de forma parcial e interesada sus fuentes. Es muy fácil manipular opiniones a través de dos o tres frases fuera de contexto; por muy contundentes o estúpidas que parezcan, la experiencia me ha mostrado que no hay que fiarse. Pero está claro que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Así, a columnistas iracundos como Pérez Reverte, les resulta muy fácil hacer leña del árbol caído y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, mostrar su indignación y hacer buen despliegue de antifeminismo grosero. Poco a poco se va formando la bola de nieve de la manipulación mediática y al final tenemos un mensaje claro, contundente e irrefutable: el feminismo es una idiotez, las feministas son unas incultas y toda persona en su sano juicio debería estar en contra de cualquier planteamiento que pretenda favorecer la presencia del sexo femenino en el lenguaje.

Porque en el fondo se trata de eso. Más allá de declaraciones exageradas, de frases fuera de contexto o de interpretaciones lingüísticas poco rigurosas, lo cierto es que nuestro idioma castellano, por herencia del latín, tiene tendencia a a ocultar a la mujer. Cuando hablamos de un colectivo, empleamos el género masculino. Da igual que en un claustro de profesores haya quince mujeres y un hombre. El lenguaje no nos permite expresar con precisión esa realidad. Seguimos diciendo el claustro de profesores, y el que la gramática empleé la forma masculina como genérica, no quiere decir que esta sea una buena solución. Al menos no siempre; hay situaciones en que es imprescindible hacer visibles a las mujeres, y si para ello hay que inventar nuevos usos, pues para eso tenemos cabeza.

Ser cuidadosos con el lenguaje, procurar que al expresarnos la mujer sea socialmente visible en nuestra habla cotidiana, en textos y en documentos públicos, no tiene nada de histeria feminista. Podrá haber propuestas absurdas, exageradas, inútiles: todo es discutible; pero la idea de favorecer un lenguaje en donde la mujer sea más visible es urgente y necesaria.

Histéricos son quienes saltan a la primera de cambio a burlarse y ridiculizar a cualquiera que intenta modificar el lenguaje machista. Ellos no son idiotos. Saben que es el lenguaje el que conforma nuestra visión del mundo.