Carlos R. Zapata | Pula (Croacia) www.larazon.es 24/09/2011

Bañada por el mar Adriático, la península de Istria cuenta con pueblos costeros que parecen de cuento, unas playas vírgenes sin masificar y un interior que sorprende por el verdor de su paisaje y por sus importantes restos de la época romana.

No es de extrañar que Roma dijera por boca de Plinio que «en Istria los romanos patricios se sentían como dioses». Después de que Roma dejara por aquí sus huellas, llegaron Bizancio, los eslavos, los francos y, durante más de 500 años, los venecianos, que hicieron sus ciudades a la imagen de la Serenísima, como lo demuestran los leones alados que se encuentran por doquier o los campaniles que parecen decirnos que aún siguen siendo hijas de la República de Venecia.

El viajero que dirige sus pasos por la costa hacia el sur de Istria debe detenerse en Porec. Andando por la calle peatonal Vía Decumana llegamos a la basílica bizantina de San Eufrasio, una de las joyas de Croacia, gracias a los espléndidos mosaicos que la han hecho merecedora de ser Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La ciudad está al borde del omnipresente mar con sus tonos azules y esas playas que se encuentran en un estado casi virgen, con pinos que llegan hasta la orilla. Precisamente el lema de «Croacia, el Mediterráneo tal como era», es la imagen elegida para definir cómo es su costa a ojos de los viajeros.

Después de un buen baño, nos dirigimos a Rovinj. Su silueta recuerda la imagen de una postal. Si tiene la suerte de hacerlo cuando haya una puesta de sol, más que mejor. El puerto primero y las casas abrazándose a ese mar de color turquesa, bajo la imponente sombra de la torre de la iglesia de Santa Eufemia, dejan atónito a cualquiera. Al llegar nos dirigimos al centro de la ciudad, y concretamente al Arco de Balbi, junto a la Plaza del Mariscal Tito. En el arco, al igual que en la Torre del Reloj, luce el emblema de Venecia: el león alado. A la «stari grad» o casco viejo se accede por el Arco de Balbi para subir por la calle Grisia, que nos lleva a la catedral de Santa Eufemia. Desde su campanario, la vista de la ciudad y el mar con sus islas es única. En Grisia se ubican la mayoría de tiendas y galerías de arte, pero lo más excitante es perderse por el laberinto de callejuelas, y así saborear el espectáculo que ofrece. Efectivamente, esas estrechas calles, con carteles escritos en croata e italiano, están adoquinadas con piedras de mármol pulido que a la luz del sol y de la luna reflejan la vida y el paso de los viandantes

Nuestro camino prosigue por la costa, y antes de llegar a Pula nos detenemos en el pueblo de Fazana, donde cogemos un barco para visitar el Parque Nacional de las islas de «Brijuni», el lugar elegido por el Mariscal Tito para vivir durante grandes temporadas, y el sitio donde se firmó junto a Nasser y Nehru en 1956 el «Tratado de Países no Alineados». El viajero hará bien en darse una vuelta con el trenecillo que recorre sus lugares más emblemáticos y, si tiene tiempo, es un espectáculo bañarse en sus calas, como la de Verige, junto a los restos de una villa romana del siglo I.

Sobre siete colinas
Pula es la ciudad más importante de Istria y, al igual que Roma, está enclavada sobre siete colinas. Aquí nos topamos con el espléndido anfiteatro, a pocos metros del mar y muy bien conservado. Pero el legado de Roma continúa. La plaza principal de la ciudad es la del Foro, donde se conserva el templo de Augusto, otra de las joyas romanas, y a su lado el refinado edificio gótico del Ayuntamiento. El Foro es el sitio perfecto para disfrutar en las terrazas de sus cafés, mientras descubre que por estos pagos vivieron artistas como Dante, del que se dice que se inspiró en esta ciudad para escribir la Divina Comedia, o el novelista irlandés James Joyce.

Después, el viajero necesita desplazarse al interior de Istria para percatarse de que existe otro territorio que alcanza en belleza a las poblaciones marítimas. Pazin, Roc, Hum, Motovun, nombres sonoros para pueblos encantadores, como también lo es Groznjan, donde es imprescindible perderse y llegar a la iglesia de Santa Maria de Beram, cuyos frescos renacentistas, como el de la danza de la muerte, dejan helados a los mortales presentes.

>> Cómo llegar.
Lo más cómodo es volar a Venecia y desde allí, en tres horas en coche, llegar a Istria. El Grupo Iberia ofrece cuatro vuelos diarios por sentido en la ruta Madrid-Venecia. Además, en código compartido con Vueling, ofrece vuelos directos entre Barcelona y Venecia.
>> Más cómodo.
Está disponible la clase Business Europa, con más espacio y menús mediterráneos. Además, puede descargar la tarjeta de embarque en iberia.com.
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FUENTE: http://www.larazon.es/noticia/5470-istria-roma-a-orillas-del-adriatico