Marta Rózpide www.elmundo.es  27/12/2016

Carlos García Gual explica en su última obra, La muerte de los héroes cómo, dónde y por qué terminó la gloria de diferentes personajes míticos griegos.

La mitología no es una cultura muerta, pero los héroes también mueren. Lo confirma Carlos García Gual con su última obra, La muerte de los héroes (Turner Noema). Se trata de una narración hecha con relatos cortos donde García Gual cuenta la muerte de Píndaro, Apolo, Antígona, Paris o Casandra. El escritor, profesor y traductor recoge en menos de 200 páginas el final, a veces trágico y otras irónico, de 25 héroes y heroínas. Lo hace diferenciándolos en tres capítulos distintos: Los héroes míticos, Los héroes homéricos y Tres heroínas trágicas. Mas allá de la filosofía, estas estampas ilustran de forma sencilla, no simple, la condición humana de aquellas figuras de culto con poesía y sin barroquismos.

El destino fatal de la efímera condición humana, al contrario que la inmortalidad de los dioses, sirve para adentrar al lector en una reflexión sobre la antigua Grecia y sus leyendas. El también articulista, crítico y dos veces Premio Nacional de Traducción, se detiene con mimo en cómo, dónde y por qué mueren los héroes. Algo que descubre, incluso para el mismo autor, anécdotas y aspectos de algunos personajes con los que ya llevaba tratando medio siglo. Lo hace en un mundo moderno que “sufre un total desprestigio de las humanidades”, en el que sería “raro ver a un político español con un libro en las manos” y en el que “se piensa en que hay que educar a la gente sólo para que produzca y consuma”. Pero Carlos García Gual es optimista: los niños todavía quieren escuchar la historia de Ulises o la guerra de Troya.

P. En La muerte de los héroes aborda el encuentro de la muerte de héroes y heroínas. Algo que hasta ahora, no había sido motivo de un libro.

R. Con estos textos caí en la cuenta de que la muerte de los héroes, las muertes sueltas digamos, pintorescas en muchos casos, no estaban reunidas en ningún libro. Las historias de los héroes tratan de las grandes hazañas, los amores, los logros, pero dejan aparte la muerte porque no contribuye tanto a su gloria, sino que es el final de ella. Entonces se me ocurrió la idea de reunirlos.

P. ¿Cuál fue la que más llamó su atención?

R. Hay alguna muerte que está contada en una tragedia, por ejemplo la muerte de Edipo, ya viejo, solitario y sin patria; y la muerte de Heracles (en latín, Hércules). Ésta es quizá una de las más trágicas, porque se muere al ponerse una túnica envenenada que le envía su mujer sin saber que estaba contaminada. De manera que, cuando el héroe regresa a su casa tras muchas batallas, cuando piensa que ya va a descansar junto a la persona que más le quiere y a quien quiere, se encuentra con esta trampa mortal que es terrible para él y para ella, que acabará suicidándose.

P. La muerte es algo propio de la condición humana. Festejada y respetada en algunas culturas y temida en otras. En Occidente parece incluso estar hasta prohibida. No se permite envejecer. ¿No es un poco grotesca esta actitud?

R. Bueno, creo que la gente tiende a olvidarse de la muerte con gusto. Es verdad que algunos filósofos decían que la vida es una preparación para la muerte, pero creo que esa es ya una idea del pasado. Las culturas antiguas sí pensaban en eso, pero la cultura actual tiende a distraernos de la muerte.

P. ¿Es la literatura clásica una cultura muerta?

R. Curiosamente, la mitología griega sigue teniendo cierto atractivo. Hay muchos niños y jóvenes que cuando se encuentran a estos héroes y personajes sienten por ellos una especial simpatía. Es algo común encontrar a niños que quieran escuchar la historia de Ulises o la guerra de Troya. Creo que tiene mucha más vigencia la mitología que, por ejemplo, la hagiografía con los relatos de los santos. Eso sí que ha desaparecido totalmente de nuestra cultura. Ahora incluso en las universidades de letras se vuelve a estudiar mitología, que hace años que no se estudiaba.

P. ¿A qué cree que se debe?

R. Primero porque es muy atractiva. Y luego porque está en las bases de muchas obras literarias clásicas.

P. España lidera el ranking en consumo de antidepresivos. La gente busca respuestas sobre su existencia día a día, pero no las encuentra. ¿Puede ser que tenga algo de relación el haber dejado aparcado y denostado el mundo de las humanidades?

R. Creo que vivimos en una sociedad de consumo y de consumo desenfrenado. Es verdad que las humanidades cada vez están más olvidadas, en general todas las letras. Este es un país de futbolistas y cocineros. Pasa lo mismo en toda Europa, lo diferente es que en España la capa culta es mucho más delgada tradicionalmente. En Francia o Alemania las humanidades en el siglo XVIII o el XIX van a tener un peso enorme en la cultura. En España no, el siglo XIX es un siglo culturalmente muy pobre. Ha habido una época durante la última mitad del siglo XX en la que se ha vuelto a las humanidades en universidades y el mundo de las clásicas ha tenido una cierta vigencia.

P. ¿Y ahora?

R. Ahora estamos en una clara decadencia, en un ocaso general de las humanidades. Se piensa sólo que lo importante es lo rentable. La gente cree que hay que educar sólo para lo que sea rentable, para que se gane dinero, y una vez que se gane dinero, la cultura no tiene importancia. Estamos en un sitio donde se da más importancia, como se ve en la tele, a la cocina, a la gastronomía y al fútbol. La capa cultural que había en la ilustración europea en España fue muy pobre y ahora está en un mal momento.

P. ¿Peor incluso?

R. Sí, en los últimos años hay un retroceso, se ve en los estudios de bachillerato y en el nivel de las universidades de letras. Hay un desprestigio total de las humanidades.

P. ¿Qué le parece que quieran retirar como obligatoria la asignatura de Filosofía en Bachillerato?

R. Es un reflejo más. Hoy en día se piensa en que hay que educar a la gente sólo para que produzca y consuma. No se educa en cosas que estimulen la reflexión, la lectura, el teatro… Todo eso no es rentable. Eso y que la sociedad española ha sido educada por la religión y nada más.

P. ¿Por qué cree que nuestros políticos no reconocen las letras?

R. En general los políticos españoles en ese aspecto son poco cultos. Si uno compara como hablan los políticos franceses con los españoles se da cuenta de que la diferencia es inmensa. Es muy raro ver a un político español con un libro en las manos. Empezando por el Presidente del Gobierno que lee, al parecer, cosas de deportes. No parece que lea otra cosa. Pero vamos, es una característica normal.

P. ¿Cuáles serían los problemas más graves a los que se enfrentarían esos jóvenes que desconozcan a Sócrates, Aristóteles o Platón?

R. Mucha gente vive sin saber nada de filosofía y no le pasa nada. A la gente es fácil acostumbarla a los usos o las modas corrientes. Es bastante feliz aunque sólo se le de fútbol o gastronomía mientras se le permita vivir de un sueldo. Luego de ganarse la vida, orientarla hacia la reflexión, las artes es un camino que parece que no interesa ahora, por lo menos a los políticos.

P. Fue profesor durante seis años en el Instituto Beatriz Galindo de Madrid. ¿Cómo estaba el panorama entonces?

R. Lo recuerdo como una etapa muy agradable. Debo decir que el nivel que tenían mis alumnas al acabar el preuniversitario es parecido al que tienen ahora mis alumnos en el tercer año de universidad.

P. ¿De verdad?

R. Sí, había un ambiente cultural mucho mejor que el de ahora. En general lo había en Madrid. Mucho más teatro, más de todo. Es conocido cuántas librerías han cerrado los últimos años. Ahora hay mucha más televisión, la gente vive pendiente de pantallas más grandes o más pequeñas. Hay más música de consumo, pero leer ha dejado de ser un entretenimiento para parte de nuestros alumnos.

P. ¿Qué papel ha jugado internet en todo eso?

R. Internet pone al alcance de todo el mundo una información general de casi todo de forma inmediata. En cambio, la literatura invita a una cierta reflexión a formarse como persona individual con criterio propio. Yo creo que es verdad el título ese que pusieron a uno de mis artículos, Los clásicos nos hacen más críticos. Eso internet no lo da, más bien lo destruye.

P. Comenzó a interesarse por el mundo de los clásicos gracias a la biblioteca familiar y a sus profesores de instituto. ¿Cuánta importancia tiene lo que se lee en casa?

R. Yo me formé como lector en la biblioteca de mi abuelo. No se necesita que sea una gran biblioteca. Hay una gran diferencia entre los alumnos que vienen de una familia donde leían libros en los y aquellos que vienen de una casa donde no leían libros. La influencia que pueden tener a veces los profesores es un tanto secundaria respecto a la inclinación que ya tienen los alumnos. Ni el instituto ni la universidad pueden formar del todo. La formación tiene que estar relacionada también en el ambiente, en la casa, en los amigos. Si una persona pasa seis horas delante del televisor no será unos grandes críticos nunca.

P. ¿Qué lecturas recomendaría a alguien que quiere bucear por primera vez en la cultura clásica?

R. Algún libro clásico que sea fácil, como la Odisea, o alguna tragedia griega como Edipo rey, Antígona. También antología de poetas antiguos. La gente así joven que se inicia puede descubrir que esos poetas antiguos, como Safo, son tremendamente jóvenes y actuales. Yo creo que los griegos son muy fáciles de leer. Algunos, no todos.

P. ¿Es este un libro difícil para principiantes en la mitología?

R. Algunos libros sí son fáciles. Éste no lo es tanto. Tiene muchos nombres propios, las historias que se cuentan son un poco abreviadas a veces. Creo que requiere una cultura ya un poco avanzada. Se da por descontado que el lector ya conoce a los personajes. Otros serían más fáciles, como mi libro Historia mínima de la mitología es más fácil, porque cuando hablo de los dioses explico sus historias y no hace falta saberlo previamente. Muchas veces hay que conocer mejor a los personajes para degustar mejor el relato.

P. Ha sido Premio Nacional de Traducción dos veces. ¿Es muy difícil el proceso de traducción del griego clásico?

R. Traducir a los antiguos no es mucho más difícil que a los modernos. Requiere una previa cultura. Las instituciones son otras, la ciudad griega no era como la moderna, pero no es muy difícil. Además en España hemos tenido suerte. Hay muy buenos traductores, jóvenes en general que han hecho una labor de traducción excelente. En los últimos 50 años se ha traducido toda la literatura clásica como no se había hecho nunca. Ha habido una época dorada de la traducción, eso ahora está frenando, pero ya está hecha.

P. Lleva también al menos 50 años tratando con Homero, por ejemplo. ¿Sigue descubriendo cosas con sus obras?

R. Sí, cuando vuelvo a releer textos siempre descubro algo. Por ejemplo éste es un libro curioso porque he descubierto ciertas anécdotas y he redescubierto a ciertos personajes que conocía mal. Se da uno cuenta de que la mitología griega es un mundo muy humano. Es fácil entender sus pasiones, mucho más que en cualquier otra mitología.

P. Y nosotros ahora, ¿son cada vez menos humanos?

R. No lo creo, hay un progreso clarísimo en muchos aspectos de la vida: la medicina y el transporte actuales. Pero el progreso es también un progreso de sensibilidad, de sensibilidad por el dolor ajeno. Es curioso como mientras los estados son muy cicateros en las ayudas a los demás, existen ONG, existen esos jóvenes que van al tercer mundo. Hay una cierta sensibilidad por los demás muy superior. Lo que pasa es que no es la dominante. Son una minoría dentro de una masa dominada por el consumo y una torpeza para entender a los demás. Esa minoría es la mejor parte de la sociedad y es algo nuevo, muy moderno.

P. Y la literatura contemporánea, ¿ha llegado a sorprenderle (gratamente) algún escritor?

R. Sorprender ahora es muy difícil. Soy un lector voraz de literatura moderna. De hecho fui de los primeros que escribió sobre Borges, sobre García Márquez. Creo que hay grandes poetas como Szymborska. Pero es difícil sorprenderse. Hay tanta literatura y tan rica, que uno lo que siente es no tener más tiempo. Lo difícil es a veces elegir entre tanta literatura.

FUENTE: www.elmundo.es/cultura/2016/12/27/585ad8df46163f50578b45b0.html