Antonio Fraguas | Madrid www.elpais.com 03/03/2010

Llega el primer tratado de literatura griega contemporánea que ve la luz en 30 años. Su autora, la española Alicia Villar, desvela las claves de esta obra de referencia.

Alicia Villar Lecumberri (Pamplona, 1962) acaba de publicar Literatura Griega Contemporánea (Sial) una obra llamada a llenar un vacío bibliográfico de 30 años en un campo en el que los tratados similares llegan sólo a la década de los setenta del siglo pasado. Filóloga, helenista y profesora de Griego moderno en la Universidad Autónoma de Madrid, Villar repasa de manera exhaustiva la producción literaria helena desde 1821 hasta nuestros días, todo ello prestando especial atención al contexto histórico de cada autor y echando mano de cuidadas traducciones para acercar las voces aludidas al lector hispanohablante. A través del correo electrónico, la autora desvela las claves de esta obra, que pronto será editada en el país helénico.

Pregunta: ¿Qué se están perdiendo los lectores españoles, de lo que se escribe en Grecia, que no deberían perderse?

Respuesta: Los lectores españoles no pueden disfrutar de escritores como E. J. Gonatás (1924-2006) quien es capaz de condensar la esencia poética en un poema que consta de un solo verso: «Paciencia. Cuajará la lágrima, se convertirá en isla». El lector español desconoce novelas como El cofre de Aris Alexandru (1922-1978) publicada en Atenas en 1975, una alegoría de la guerra civil griega, pero escrita en París desde la libertad; una novela de máxima actualidad ya que plantea la incertidumbre ante la realidad.

P: ¿Cuál es el gran nombre griego actual olvidado en España? ¿Cuál sería su equivalente español?

R: Kikí Dimulá, nacida en 1931 , la mayor poetisa que tiene Grecia en el momento y que merecería el Premio Nobel. No hay equivalente posible. Su voz es única.

P: Este libro llena un vacío de más de 30 años. Un vacío que existe incluso en Grecia. ¿Prevé tener éxito allí?

R: Sin duda alguna este libro va a tener una excelente acogida allí, dado que iniciamos un recorrido social, político y literario desde 1821, año de la independencia de Grecia, y llegamos hasta la actualidad, algo que no se ha abordado sistemáticamente en ninguna otra historia de la literatura helena. Pero es que además en él están retratados todos los escritores que en los últimos 30 años se han expresado en su lengua natal, y yo he ido desgranando cada poema, cada relato, cada novela, con el fin de presentar a los hispanohablantes un abanico literario que les permita iniciarse en la literatura griega contemporánea. Como es natural, una obra que recoge tantos autores actuales ha empezado a despertar una gran expectación ya que escribí este libro en Atenas y un buen número de estos escritores han vivido la gestación de la misma, pero no han llegado a ver el resultado final.

P: ¿Hay algo característico de la literatura griega contemporánea, algo que no se encuentre en otras tradiciones?

R: La canción popular griega, fuente de la que han bebido todos estos autores y en la que estudiosos de la literatura han llegado a encontrar el germen del surrealismo europeo. La canción popular ha sido el medio de expresión del pueblo griego, en la cual ha podido expresar su mundo y su personalidad: sus penas, sus deseos, sus sentimientos y su historia. Es un compendio lírico, épico y dramático. Fue Fauriel el que la dio a conocer al mundo occidental.

P: ¿Pervive en las letras griegas un vínculo con su pasado clásico?

R: Por supuesto que sí. Los griegos, si bien a ellos no les hace mucha gracia que les relacionemos exclusivamente con la Grecia clásica, están familiarizados desde la infancia con la mitología griega y las fábulas de Esopo. Por otra parte, desde la adolescencia tienen la oportunidad de ver en sus teatros tragedias y comedias griegas clásicas. Debemos tener en cuenta, además, que las excursiones escolares tienen destinos muy específicos: Micenas, Delfos, Olimpia, etc. Por lo tanto, los griegos que se dedican a la literatura cuentan con un bagaje cultural enraizado en el pasado clásico. Ahora bien, algunos escritores dejan de lado el mundo clásico y toman otros derroteros, si bien otros, como el Premio Nobel de Literatura en 1963, Yorgos Seferis, no sólo no renuncian al legado clásico, sino que centran su quehacer literario en él. El pasado enero fueron invitados al ciclo de Voces Europeas, organizado por el Círculo de Bellas Artes, en colaboración con la Embajada de Grecia, dos poetas griegos; uno de ellos recitó su poema El sueño de Clitemnestra, un claro ejemplo de la impronta del pasado clásico.

P: El libro cuenta con numerosos textos de los autores: fragmentos, poemas… ¿Es una obra de consulta o un libro para leer de corrido?

R: Se trata de una obra de referencia. Se puede leer desde el principio hasta el final, siguiendo el orden cronológico de la exposición y recorriendo las diferentes etapas literarias, pero no es necesario leer el libro empezando de la primera página hasta la última. Al estar estructurado por épocas, corrientes y generaciones específicas, el lector puede elegir cómo leerlo. Al principio de cada capítulo el lector encontrará el marco socio-político en el que se encuadra la creación literaria en la época correspondiente. El lector avezado puede buscar en el índice de autores un nombre concreto, pero también se puede abrir al azar por cualquier página y leer la presentación que se hace de un escritor.

P: ¿Somos muy distintos de los griegos?

R: Los españoles tienen muchos puntos en común con los griegos y prueba de ello son las múltiples frases hechas y refranes que comparten ambos países y denotan una actitud ante la vida compartida. Ambos pueblos disfrutan de las mismas cosas: compartiendo la mesa con los amigos, cantando y bailando, saliendo, celebrando cuantas más fiestas mejor, esto es, disfrutando del buen vivir. Probablemente esta mentalidad del carpe diem no deja de ser una manera de afrontar el momento actual con un derroche de optimismo. Y es que tanto griegos como españoles saben bien qué supuso sufrir una guerra civil, perder a los seres queridos y no tener qué llevarse a la boca. Todo ello, como es natural, ha hecho correr ríos de tinta tanto griegos como españoles. España y Grecia son dos países que se tienden la mano en cada uno de los extremos del Mediterráneo y que han recorrido y siguen recorriendo caminos paralelos. Con todo, lo que nos diferencia de los griegos es fundamentalmente el elemento oriental que tiñe su mentalidad y define su carácter. Y es que Grecia es el crisol entre Oriente y Occidente y el ritmo pausado se contrapone al ritmo desenfrenado cotidiano que arrastra a los españoles. Además, los griegos son los padres del caos (en griego clásico significa «abertura») un concepto opuesto a la ratio y ahí radica su verdadero encanto: son impredecibles.