Arístides Mínguez | El antro de la arpía www.lacolumnata.es 02/03/2013

Aquellos que me hayan honrado soportando mis estentóreos graznidos, recordarán que soy arpía sólo a tiempo parcial. El resto de mis días lo dedico a intentar enseñar Latín, aunque me fuerzan los de la gaviota y la guadaña a impartir Griego también, en un instituto público. Me es, por ello, muy difícil deslindar mis dos naturas.

Permítaseme, ergo, contarles un mito. Tratábase de un horrendo cíclope de nombre Wertfemo. A pesar de ser oriundo del meridión de Europa, renegó de las raíces de sus compatriotas y, llevado tal vez por sus ancestros, vendió su alma a los bárbaros teutones. Educado en píos colegios elitistas, donde las familias de bien podían comprar títulos y prebendas y ganarse el cielo con misas y rosarios, parece ser que hizo brillante carrera. Significose, incluso, como lustroso tertuliano. Fue abducido como ideólogo de una oscura organización Faescista y encumbrado a Ministro de Educación y Cultura por un gris correligionario, sobrevenido al poder supremo, a pesar de su mediocridad y mendacidad, desde el brumoso occidente. El peor Ministro de cuantos he tenido que sufrir en los casi cinco lustros que llevo en la profesión. Y juro por todos mis dioses que he debido soportar a supinos botarates.

El tal Wertfemo comenzó pronto a mostrar su arrogancia despótica, su prepotencia teñida de desprecio a sus subordinados y de sumisión a los señores de la mitra y la casulla, a los que tanto debía de sus años como estudiante. Con desprecio absoluto a todo lo que sustentaba la cultura y la educación españolas y a quienes por ellas trabajaban, se empeñó en socavar los cimientos de las mismas.

En su ideario figuraba desterrar el Griego y la Cultura Clásica de las aulas de institutos y, por ende, de universidades de la geografía patria. Así como a la Filosofía, a la Música y a todas aquellas materias que sirven para abonar a la humanidad, para formar a seres humanos, dotados de raciocinio y capacidad crítica, en vez de meros hacedores y consumidores de bienes de consumo, vacuos y presas fáciles de la codicia de los plutócratas.

Unos héroes, grandes en su insignificancia, los miembros de la Asociación Murciana de Profesores de Latín y Griego (AMUPROLAG), de la mano de las profesoras Diana de Paco y María Teresa Beltrán, de la Universidad de Murcia y de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, decidieron plantar cara al cíclope y sus secuaces. Como conté en otro sitio, organizaron el evento “Yo conozco mi herencia, ¿y tú?”. El día 12 del 12 del 2012 a las doce de la mañana se recitaron en más de doscientas instituciones de todo el mundo versos inmortales del florilegio grecolatino, para alzar, al menos, el alma contra los desmanes gubernamentales y clamar en defensa de nuestra herencia para con Grecia y su heredera Roma.

Con mi espíritu herido ante este nuevo ataque a las humanidades por parte de los que debían dar ejemplo defendiendo nuestra esencia y cultura, me desplacé a Sagunto un tormentoso fin de semana. Allí los de la Domus Baebia Saguntina, la meca a donde han de peregrinar todos los devotos de la cultura clásica, organizaban unas jornadas.

Zeus, enojado por la impiedad que pretendía Wertfemo, descargaba su ira sobre los mortales con una copiosa tormenta. En el salón de actos se respiraba abatimiento. Pedro Olalla, uno de los helenistas más prestigiosos del momento, pulso bálsamo a nuestras almas afligidas compartiendo con nosotros, en su hermosísima prosa cuajada de poesía, lo que Grecia significaba para la humanidad. Confesaba que empezó a amar lo heleno cuando descubrió en la escuela y en el instituto que en todas las asignaturas se comenzaba por lo griego, que muchas de ellas habían recibido su nombre de Grecia.

Actuó Olalla, pues, como mi musa. Me hizo pensar y sembró en mis entrañas la idea de que debía hacer algo para concienciar a mi entorno de que no podíamos perder lo que lo heleno significaba para el occidente entero. A los hados gracias, a mi vera se sentaba una diosa de glauco mirar que me sopló al ánima el rodar un vídeo para llegar a un mayor número posible de personas.

Necesitaba un aedo, un rapsoda, un poeta que a los sones de su cámara cantara nuestra desigual epopeya contra las catervas wertfémicas. Fue sin duda Atenea la que puso en mi camino al director Pedro Pruneda, capaz de hacer poesía a través de su objetivo y con la edición de sus vídeos.

Embarcamos en nuestra odisea a más de cien alumnos y profesores de un instituto de la huerta profunda de Murcia, el Ingeniero de la Cierva, de Patiño. Sus armas, su ilusión ingenua, su desmedido entusiasmo, la fe de los demiurgos de la idea, Alfredo López y Arístides Mínguez, y la cámara de Pruneda travestida en lira.

Nos parecía tan injusto que se pretendiera extirpar lo griego, lo clásico de nuestra cultura… Grecia nos dio casi todo. Empezando por el nombre: Europa, la de ancho rostro. Todos sabemos que lo primero que define a una persona, a un país es, precisamente, el nombre.

Pero es que somos, querámoslo o no, griegos. Amamos y odiamos como los griegos. Lean, si no, los dramas de Eurípides, de Sófocles y descubran cuánto bebió nuestro Lorca de ellos. Detecten los versos de Arquíloco de Paros o de Constantino Kavafis en los que se canta el placer de libar una buena copa de vino y unas aceitunas de Kalamata en compañía de unos amigos, gozando de los dones sencillos que nos da la vida sosegada.

Atenas, una polis de poco más de cincuenta mil habitantes, en el corazón del Ática, hizo uno de los legados más grandes a la humanidad: el arte la política, el relacionarse los ciudadanos entre sí de una manera civilizada. Atenas inventó la democracia, el poder del ‘demos’, el pueblo, para contrarrestar la oligarquía de la aristocracia.

Fue en las laderas de la Acrópolis ateniense donde se construyó el primer teatro estable del mundo, el de Dioniso. Fueron los atenienses los que lo inventaron como una manera de honrar al dios del vino en las Grandes Dionisias. Sin el teatro, ni el cine ni la televisión hubieran sido posibles.

Pero es que la incultura, la ignorancia es cancerígena. Se piensa que el griego es una lengua muerta y que sólo interesa a los de letras. Ignoran los fundamentalistas que la palabra ‘matemáticas’ procede, precisamente, del vocablo heleno ‘mathema’, “número”. Que fueron los matemáticos Euclides, Tales y Pitágoras los que, en griego, cimentaron las matemáticas posteriores. En su arrogancia, desconocen que los griegos crearon la física (de ‘phisis’, “naturaleza”) y que Arquímedes era un griego de Sicilia. Que también le dieron el nombre a la química (de ‘chemia’, “moldear el conjunto”). ‘Biología’ viene de ‘bios’, “vida”. ‘Tecnología’, de ‘tekhné’, “arte, técnica u oficio”.

Un médico que se precie, para poder desempeñar con garantías su profesión ha de conocer, al menos, unos veinticinco mil vocablos de origen griego, porque fueron el heleno Hipócrates (el del juramento hipocrático) y su seguidor, el latino Claudio Galeno, los que sentaron las bases de la medicina posterior. Sabiendo griego se pueden comprender términos como ‘diagnóstico’, ‘faringitis’, ‘pediatra’, ‘diálisis’, ‘otorrinolaringólogo’, ‘metástasis’…

Pero es que en las palabra ‘informática’ hay un sufijo griego ‘-ica’ o ‘-tica’. Griegos son también términos como ‘microprocesador’, ‘megas’, ‘hipertexto’, ‘icono’, ‘programa’…

No podemos consentir que nos dejen sin nuestras raíces, privándonos de la Filosofía. Fue Sócrates quien dijo que una vida que no fuera pensada, examinada, no merecía la pena ser vivida. De ahí el empeño de Wert y los de Rajoy y Merkel por extirpar todo lo que haga pensar y ser más humano a sus ciudadanos. Quieren súbitos, esclavos alienados, meros consumidores y mano de obra barata para ellos y sus nuevos amigos multimillonarios.

Si nos quitan a Grecia y a Roma, nos dejan huérfanos. Sin Platón. Sin Aristóteles. Sin San Lucas y los otros evangelistas. Sin Homero. Sin Safo. Sin la tragedia. Sin la comedia. Sin la historia. Sin el arte. Sin la lírica. Sin la épica. Sin sus dioses y su mitología. Sin el atletismo y las Olimpíadas. Sin Maratón ni las Termópilas. Sin Troya ni Micenas. Sin Esparta y Tebas. Sin Delfos. Sin el Parnaso. Sin las musas y su arte, la música. Sin la mirada honda de Irene Papas. Sin la melodía de Melina Mercouri. Sin los sones de Theodorakis, Hatzidakis y Arvanitaki. Sin el Viaje a Ítaca de Kavafis. Sin los versos de Elitis o la prosa de Kazantzakis. Sin el cine de Angelopoulos o el prometedor Sthatis Athanasiou.

Con estas armas solas y los humildes mimbres que pusimos ante los ojos del rapsoda Pedro Pruneda grabamos el vídeo Gracias, Grecia, que subimos a YouTube. En poco más de un mes ha recibido cuatrocientas mil visitas, conmoviendo, emocionando a un país entero, la Hélade, al ver cómo unos hijos suyos le agradecían todo lo que nos había dado a los europeos como madre amantísima. Una ínfima muestra de nuestro amor, porque es tan grande nuestra deuda que no nos caben palabras en el alma.

Desde entonces, a AMUPROLAG, al Ingeniero de la Cierva, a los autores del vídeo, a Murcia y a España entera nos han llegado miles de mensajes de gratitud por reconocer nuestra herencia para con ellos. Desde la propia Embajada de Grecia en España, desde su Parlamento, desde varias televisiones, radios y diarios helenos, desde miles de ciudadanos anónimos que, bien por carta, bien por mensajes en las páginas de YouTube, dan testimonio de gratitud y amor a España.

Sabemos que Grecia está enferma ahora. Gravemente enferma, carcomida por el cáncer inmisericorde de la crisis. Como España y toda la Europa del Sur. Que Grecia, como humana que es, no está libre ni de culpa ni de pecado. Que en ella afloran males como la corrupción, la incompetencia de su casta política… ¿Acaso no sufrimos nosotros los mismos males o estamos libres de mácula?

Por lo tanto, querer humillarla, asfixiarla desde la Troika, Bruselas y Alemania es insano, intolerable. Pretender incluso apartarla de la nueva Europa sería como abandonar a la madre enferma en un muladar, para que fuera en vida presa de buitres, cuervos, águilas y gaviotas.

Somos muy pocos los que luchamos contra las hordas teutonas y neoliberales, los que damos la cara por Grecia y el mundo grecolatino. Sabemos que somos trescientos contra más de medio millón, como en las Termópilas. Puede que caigamos y que Wertfemo pase a la historia como el exterminador de las humanidades. Pero algunos caeremos con dignidad. Como Leónidas, nos acicalaremos, clamaremos a los aires nuestro amor a Grecia, a Roma, antes de caer sajados por su guadaña y los aplausos de sus mamporreros.

Un catedrático de Griego, que sabía un millón de veces más que esta inculta arpía, y que fue Rector de la Universidad de Salamanca, don Miguel de Unamuno, tuvo los redaños de decirles a los padres y abuelos de los que ahora gobiernan en España, al mismísimo Millán Astray, fundador de la legión: “Venceréis, pero no convenceréis”.

Pues eso, señores Wertfemo, Rajoy y Merkel: vencerán gracias a su mayoría absoluta, Andreíta Fabra nos mandará a jodernos y recortarán de nuestras vidas lo que quieran. Pero caeremos gritando como último aliento: “Gracias, Grecia; gracias, Roma, madres comunes nuestras”.

FUENTE: http://lacolumnata.es/cultura/el-antro-de-la-arpia-cultura/gracias-grecia