Crítica: Vicente Adelantado Soriano

Los días 14 y 15 del presente mes de agosto tuvo lugar la representación, como todos los años, de El misteri d’Elx en la basílica de dicha ciudad. La representación de la muerte y ascensión de la Virgen, un drama litúrgico, está dividida en dos partes. El primer día se escenifica La vespra, y el segundo La festa. La primera parte termina con la muerte de la Virgen, y la segunda comienza con su entierro, finalizando con su coronación y ascensión a los cielos.

Crítica: Vicente Adelantado Soriano

Los días 14 y 15 del presente mes de agosto tuvo lugar la representación, como todos los años, de El misteri d’Elx en la basílica de dicha ciudad. La representación de la muerte y ascensión de la Virgen, un drama litúrgico, está dividida en dos partes. El primer día se escenifica La vespra, y el segundo La festa. La primera parte termina con la muerte de la Virgen, y la segunda comienza con su entierro, finalizando con su coronación y ascensión a los cielos.
Alguna vez se ha dicho que el teatro es el único género que nace dos veces. La primera lo hace en Grecia, donde llega a su perfección, y de donde pasa a Roma de la mano de Livio Andrónico. Según Séneca en la capital del imperio, con sus fastos y espectacularidad, entra en plena decadencia, siendo olvidado posteriormente con las invasiones bárbaras.
Vuelve a nacer algunos siglos después, y lo hace, al igual que en Grecia, teniendo un origen religioso. Son de sobra conocidos los famosos Quem quaeritis. Pero a ello cabría añadir El canto de la sibila, Pentecostés, etc. En la Corona de Aragón, dentro de las iglesias, se hicieron todo tipo de representaciones durante la Edad Media. Una de las más llamativas, por sus aparatos aéreos, era la de la Ascensión de la Virgen. Dichos aparatos ya eran conocidos por los griegos, es el famoso deus ex machina. Se aprovecharán también en las entradas reales, que darán motivo a más representaciones. En el caso de Valencia, por ejemplo, se utiliza maquinaria aérea en 1402, en la entrada real de Martín el Humano. Se hizo descender entonces a dos ángeles de las Torres de Serranos, a fin de entregarle al monarca las llaves de la ciudad.
En las entradas reales, por supuesto, confluía gran número de personas a fin de ver al rey y todos los ingenios que la ciudad ponía en marcha.
No menos expectación despertaban los rituales que se realizaban dentro de la catedral. Muchos de ellos van a dar origen a abusos, a discusiones, y a buscar más el espectáculo en sí que la misa o el fervor religioso. Baste señalar a tal efecto que en 1532 se vaciaron todas las iglesias de Valencia en honor de una sola: allí oficiaba un negro, precisamente cuando se estaba discutiendo si éstos tenían alma o no. Ver a un negro diciendo misa tuvo que ser todo un espectáculo en aquella época.
Imaginamos, por otra parte, que la gente iría pronto a la catedral a fin de tomar posiciones para poder ver con toda comodidad el Canto de la Sibila, el 24 de diciembre, La colometa, Pentecostés, etc. En Pentecostés una paloma de madera, sobre una cuerda, recorría la catedral lanzando cohetes, como el Espíritu Santo dejó caer lenguas de fuego sobre los apóstoles. Lo malo fue que uno de esos cohetes cayó tras el retablo, éste se incendió, y se armó el consiguiente barullo.
Nada tiene de extraño que el Concilio de Trento (1545-1563) intentara frenar todos estos «abusos» y alejara de la iglesia todo tipo de representaciones. En el caso de Valencia el Patriarca Ribera, que tomaba posesión del arzobispado en 1569, aplicará dichas medidas con todo rigor, desapareciendo de la catedral todo tipo de dramas litúrgicos. Se buscará una mayor pureza en los rituales.
En Elche, sin embargo, se siguió representando la asunción de la Virgen a los cielos, el conocido Misteri. Es uno de los pocos dramas litúrgicos que nos queda.
Al iniciarse éste, la Virgen entra en la basílica, siendo acompañada por las dos Marías y seis angelitos. Todos los papeles, como corresponde al teatro medieval, están representados por niños y hombres. No sale ninguna mujer. La Virgen comienza su camino por un pasillo, el andador, en ascensión, donde hace tres rezos antes de llegar al cadafal, la tarima, en cuyo lecho muere. Pide que antes de su muerte se reúnan en torno a ella todos los apóstoles. Se abre el cielo, a veinte metros de altura, de donde desciende un ángel, dentro de una nube, o mangrana, que, al llegar al suelo, la entrega a la Virgen una palma y le dice que sus deseos se van a cumplir.
Cabe recordar que todo el drama litúrgico es cantado a capella.
El ángel vuelve a subir a los cielos. Y por el andador, comienzan a llegar los diversos apóstoles. Mención aparte merece el famoso ternari, cantado por tres apóstoles, uno de ellos Santiago el Mayor, que muestran su extrañeza por verse transportados allí. Todos, menos Santo Tomás, reunidos en torno a la Virgen, asisten al tránsito de ésta. Muerta María, en torno a su cuerpo los apóstoles entonan uno de los más bellos cantos del Misteri. Termina esta primera parte con el descenso del araceli, cinco ángeles que bajan a recoger el alma de la Virgen. Lo hacen, el descenso y ascenso, cantando.
En el lecho donde muere la Virgen se produce el cambio del niño por la estatua de aquélla. Se efectúa mediante un ingenioso mecanismo.
Al día siguiente, La fiesta, se reinicia el drama litúrgico con el entierro de la Virgen. Llegan los judíos quienes tratan de robar el cuerpo de ésta quedando milagrosamente paralizados al ir a tocar a la madre de Dios. Piden el bautismo cantando después, con los apóstoles, el famoso salmo In exitu Israel d’Egipto. Así, bajo palio, conducen el cuerpo de la Virgen a su sepultura. Momento en que baja el araceli, con sus cinco ángeles cantando en busca de María resucitada. Uno de los ángeles queda en tierra siendo ocupado su lugar por la estatua de la Virgen. Al ascender, más o menos a unos diez metros altura, el araceli se detiene, entra Santo Tomás por el andador, y le suplica a la Virgen disculpe su tardanza. Al acabar su súplica, se abre de nuevo el cielo y desciende un nuevo aparato. En él está la Santisíma Trinidad. El Padre, siempre, como san Pedro, representado por un sacerdote. Bajan cantando. Descendiendo, lanzan oripel, papelitos de color oro, coronan a la Virgen, y provocan el delirio entre los asistentes a la representación.
Es éste un breve y apresurado resumen de uno de los pocos dramas litúrgicos medievales que han pervivido. Y que vale la pena conocer, ver y oír. Y vale la pena hacerlo en agosto, también se representa en octubre los años pares, a fin de ver al público tomando posiciones. El día de La festa, hay que ir a la basílica con cuatro o cinco horas de anticipación a fin de hacerse con un lugar desde donde ver la obra. Luego vienen las discusiones, los gritos, las peleas, los apretones, los empujones, las botellas, los abanicos y las bolsas de plástico abandonadas por todos los rincones de la iglesia… No queremos, desde luego, que se prohiba nada, ni menos este bello y famoso Misteri; pero viéndolo se comprende la postura del Patriarca Ribera. Y se comprende un poco la religiosidad de otras épocas.
No se pierdan el Misteri. Es una verdadera joya que vale la pena gozar y disfrutar.