La visita a la cloaca musealizada permite conocer la tecnología y el desarrollo del urbanismo en el momento de máximo esplendor de Lucus Augusti, en el siglo IV

Suso Varela www.lavozdegalicia.es 08/02/2024

La apertura al público de la cloaca romana de Lugo ciudad, la única que se puede visitar y que mejor se conserva de Galicia, ha permitido poner en valor toda la documentación de las investigaciones sobre el sistema de canalizaciones subterráneas de Lucus Augusti, especialmente en su momento de mayor esplendor, en el siglo IV d.C., cuado la Muralla romana se estaba construyendo y la ciudad disponía de una red de cloacas que demostraba que era una ciudad moderna y que atendía las necesidades del momento, como por ejemplo su potente industria alfarera.

El visitante que acuda a la nueva sala arqueológica de Lugo, que se ubica junto a la de Porta Miñá, podrá acceder a paneles informativos y vídeos muy didácticos precisamente sobre ese entramado que había en el subsuelo de Lucus Augusti, además de conocer más datos sobre el momento de apogeo que tuvo la ciudad romana. También se explica la evolución de la urbe hasta nuestros tiempos, con sus fases de decadencia, y su relación con el agua, los manantiales y el río Miño.

Para exponer todos estos datos a los visitantes, que a nivel científico ya eran conocidos por los especialistas, se ha echado mano de las nuevas tecnologías, y se ofrecen recreaciones en 3D de cómo era aquella ciudad imperial y cómo se construyó y qué fines tuvieron las cloacas, fundamentales para mantener la salubridad de las calles.

De esta forma, el visitante tiene al alcance las últimas investigaciones sobre el pasado de la urbe romana y puestas en el contexto de la trama urbana actual. Estas son las principales conclusiones y novedades para el gran público.

La cloaca romana de Lugo, con su sistema de bóveda

La cloaca romana de Lugo, con su sistema de bóveda SUSO VARELA

SIGLO IV, EL ESPLENDOR DE LUCUS AUGUSTI

En el siglo IV d.C., la ciudad de Lucus Augusti conocerá importantes reformas urbanísticas, motivadas principalmente por la construcción de una gran muralla defensiva, que contaba con 85 torres y cinco puertas, ubicadas en las vías principales de acceso a la ciudad. Pero como se puede comprobar en el yacimiento ahora puesto en valor en el barrio de O Carme, fuera de murallas también se desarrollaba la vida urbana, con zonas de talleres artesanales o edificios residenciales, que se localizaban a lo largo de las vías de acceso.

El urbanismo romano estaba planificado, y siguiendo sus principios se construyeron grandes y pequeñas urbes por todo el Imperio, con el desarrollo de una ciudad superior pero también otra inferior que iba a la par. Y en ese contexto se explican las cloacas, como la que se puede ver en Lugo y que se encontró en una excavación en el año 1994.

Reconstrucción virtual de cómo era Lugo con la muralla recién construida, en el siglo IV

Reconstrucción virtual de cómo era Lugo con la muralla recién construida, en el siglo IV

El trazado del perímetro de Lucus Augusti, de sus calles, así como el emplazamiento de los espacios públicos más significativos —como el foro, las termas públicas, edificios de ocio—, obedecía a una organización que facilitaba la vida urbana. Pero debajo de los pies de los habitantes de Lucus Augusti existía otra ciudad, igualmente planificada y que garantizaba su funcionamiento, con cimentaciones que sostenían grandes edificios, depósitos de recogida de aguas pluviales, conducciones y cloacas, incluso sofisticados sistemas de calefacción (hipocaustos). Este último se puede comprobar en yacimientos lucenses como la Casa dos Mosaicos.

EL AGUA Y LA CIUDAD

En el famoso libro que sobre la arquitectura de las ciudades romanas que legó Vitribuo, ya se dejaba claro que el agua era un elemento clave para la vida urbana de la época: «El agua es imprescindible para la vida, para satisfacer necesidades placenteras y para el uso de cada día».

En el caso de Lucus Augusti, el agua está presente en la elección del emplazamiento de la ciudad, sobre la cima del curso de los ríos Miño y Rato. Tampoco es casual que se eligiese este emplazamiento al haber cerca aguas cálidas medicinales. Para satisfacer las necesidades de agua de la ciudad, se recurrió a los pozos, en primera instancia, y a la construcción de un acueducto de captación de manantiales acuíferos, con la calidad y el caudal de agua adecuados, situados al noroeste de la ciudad (Agro do Castiñeiro). El agua era transportada por gravedad, a través de un canal de unos 2.100 metros hasta un depósito (llamado castellum aquae), en el interior de la urbe, desde donde se distribuía por tuberías de barro cocido o de plomo a las fuentes públicas, complejos termales, industrias y a algunas viviendas.

La cloaca romana iba por debajo de la Vía XIX a su salida por Porta Miñá y en dirección al Miño

La cloaca romana iba por debajo de la Vía XIX a su salida por Porta Miñá y en dirección al Miño SUB TERRA AQUAE

LAS CLOACAS

Para que la red de abastecimiento fuese operativa, tenía que estar asociada con un sistema de saneamiento y evacuación de aguas residuales eficaz, para lo que se construyeron canales en superficie y cloacas que discurrían bajo las calzadas.

Lucus Augusti disponía de una red de saneamiento para la evacuación de las aguas residuales: pequeñas canalizaciones en las calles conducían las aguas pluviales, los restos fecales y otros residuos a las cloacas principales que, después de un largo trayecto, vertían las aguas fuera de la ciudad.

En la ciudad se conocen canalizaciones de cubierta adintelada que discurren en superficie, a ambos lados de la calzada, y grandes colectores soterrados o cloacas abovedadas, que se encajaban bajo el pavimento de las calles principales, los decumani, aprovechando las pendientes naturales del terreno.

CONSTRUCCIÓN Y FUNCIONAMIENTO

Los colectores subterráneos o cloacas, estaban construidas con muros de pizarra y cubierta abovedada, ligeramente rebajada. Sus medidas oscilan entre 1,30/1,60 metros de altura y unos 0,60/0,70 metros de anchura. Para facilitar las labores periódicas de mantenimiento, se disponían bocas de registro o respiraderos en superficie, instalados en puntos determinados del recorrido, permitiendo la ventilación y el posible acceso al interior.

Recreación de una calle de Lucus Augusti, con la cloaca abovedada en el subsuelo

Recreación de una calle de Lucus Augusti, con la cloaca abovedada en el subsuelo SUB TERRA AQUAE

Para controlar la velocidad del agua y la acumulación de desechos sólidos, los ingenieros romanos añadieron durante el recorrido una serie de elementos que garantizaban su buen funcionamiento, como pequeñas barreras, escalonamientos o saltos hidráulicos.

LA CLOACA DE O CARME

La construcción de la cloaca que ahora se puede visitar, a las afueras de la Porta Miñá, se fecha a partir de mediados del siglo IV gracias a una moneda acuñada entre 341-346 d.C., que fue hallada en la zanja de cimentación.

Para la construcción de la cloaca se aprovechó la pendiente natural del terreno que facilitaba el drenaje y la evacuación de las aguas residuales de este sector de la ciudad, desde el Foro hasta su salida por la Porta Miñá, a través de un recorrido de unos 460 metros, para ir a desembocar finalmente en el río Miño.

La cloaca discurría bajo el pavimento del Decumanus Maximus, encajada en una zanja excavada en el terreno natural. Las paredes de pizarra tienen un grosor medio de unos 45 centímetros, sobre las cuales apoya una bóveda de medio cañón construida mediante una cimbra autoportante apoyada en la parte superior de los muros.

Recreación de Porta Miñá, con el doble de altura y el cuerpo de guardia

Recreación de Porta Miñá, con el doble de altura y el cuerpo de guardia SUB TERRA AQUAEEVOLUCIÓN Y LEGADO EN LA CIUDAD

El acueducto romano abasteció de agua a la ciudad desde mediados del siglo I hasta probablemente el siglo V. En época medieval se abastecía mediante un gran número de pozos y fuentes. En el siglo XVIII, el obispo Izquierdo construyó un nuevo acueducto, aprovechando la captación de aguas de época romana. Este sistema estuvo en funcionamiento hasta mediados del siglo XIX dentro de murallas y hasta el siglo XX en su tramo extramuros.

La inmensa mayoría de la población se surtía de agua en las fuentes y pozos de la ciudad. En 1905, Mariano Belmás llevará a cabo el primer proyecto de traída de agua desde el río Miño para llevar el agua a los domicilios de Lugo, que se verá reforzado con la construcción de un nuevo depósito, por Begasa, entre 1935 y 1936.

La eficiencia del sistema de alcantarillado de época romana fue tan notable, que no resulta nada extraño que dichos colectores hayan estado funcionando prácticamente hasta nuestros días. En el último tercio del siglo XIX se realizan las primeras obras de saneamiento con la construcción de alcantarillas, generalizándose su uso en el primer tercio del siglo XX.

FUENTE: www.lavozdegalicia.es