Este «tesoro» corresponde al llamado estrato Troya II, que es casi mil años anterior al estrato Troya VI, donde se situaría el famoso Rey de Troya cantado por Homero
Fernando Prado www.eldebate.com 19/02/2023
Heinrich Schliemann (1822 – 1890), un joven emprendedor alemán que había hecho fortuna y con una gran afición por la historia antigua, inició –en 1870– excavaciones arqueológicas en una colina a seis kilómetros y medio del estrecho de los Dardanelos. Este lugar, denominado Hisarlik (lugar de la fortaleza en turco) por los autóctonos, es el emplazamiento de una ciudad de míticas connotaciones: Troya. Schliemann se lanzó con entusiasmo a la búsqueda de la legendaria ciudad, anhelo de toda una vida y empeño personal desde que se vio con fortuna suficiente. El 31 de mayo de 1873, a una profundidad de ocho metros y medio, el alemán hizo el mayor descubrimiento arqueológico del siglo XIX. Schliemann denominó «Tesoro de Príamo» a un conjunto de casi nueve mil piezas de oro, plata y bronce. Este «tesoro» corresponde al llamado estrato Troya II, que es casi mil años anterior al estrato Troya VI, donde se situaría el famoso rey de Troya cantado por Homero.
Schliemann no informó a las autoridades turcas de su descubrimiento, temeroso de que estas solo vieran el valor material y acabaran fundiendo o dispersando el tesoro. Discretamente, lo sacó a Grecia. Enterados los turcos, pusieron el grito en el cielo y presentaron una reclamación legal contra Schliemann en los tribunales griegos. La sentencia dictaminó que Schliemann podía quedarse con el Tesoro de Príamo, pero debía abonar diez mil francos de oro al Museo de Constantinopla. El alemán pagó cincuenta mil francos de oro y cedió algunas piezas para que se exhibieran en el museo. El «Tesoro» viajó a Alemania y acabaría haciendo morada en el Museo Real de Berlín, en 1881.
Durante las últimas semanas de la Segunda Guerra Mundial en Europa, al Dr. Wilhelm Unverzagt, director de Prehistoria e Historia Antigua del Museo Real, le fue asignada la habitación número 11 de la torre antiaérea fortificada que defendía la zona del zoo de Berlín. Unverzagt llegó con tres cajas que contenían el Tesoro de Príamo. En abril de 1945 las tropas rusas entraron en Berlín, iniciándose una defensa desesperado por barrios, distritos y manzanas. El día 30 de abril, el coronel Haller –comandante de la torre antiaérea– quedó en rendir la fortificación a los rusos a la medianoche, lo que permitió a las tropas que defendían el área, más la guarnición de la torre, romper la línea en dirección a otro sector de la ciudad. Evitando así el ser embolsados.
Para Unverzagt la situación le planteó un enorme dilema: no podía llevarse las cajas, por otro lado si los rusos veían las piezas de oro y plata las saquearían y desaparecerían para siempre. ¿Qué hacer? Esa noche se jugó la vida atravesando la tierra de nadie batida por disparos. Se entregó a un grupo de soldados rusos, a los que convenció de que le llevaran inmediatamente con el oficial más próximo del servicio de contra-espionaje militar (SMERSH). La madrugada del 1º de mayo explicó a un atónito oficial ruso el contenido de las cajas que guardaba en su cuarto y la importancia de protegerlas. Las cajas fueron protegidas y trasladadas. El día 28 fueron entregadas a miembros del Comité Soviético de Artes, que habían viajado especialmente a por las cajas y el día 30 partieron con destino a Rusia.
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