Paco Fernández www.eltribuno.info 21/02/2012

Los conquistadores romanos hablaban un latín que no era el culto, producto de las grandes obras literarias y de la oratoria. “Maña” proviene del latín vulgar “mania” que, por su parte, ha sido derivada de “manus”, cuyo significado es «mano’.

Cuando irrumpió el Imperio Romano, no solo llegaron a la península ibérica oficiales y jefes militares de alta jerarquía. Como ellos iban en tren de anexar tierras y provincias al Imperio, llevaban gente especializada en los más diversos oficios para que, llegado el momento oportuno, pudieran aplicar sus conocimientos y destrezas prácticas en los nuevos destinos, de modo que la colonización de otras latitudes, distintas de las que tenían los romanos en Italia, no solo implicara la imposición de un sistema político por las armas, sino además la transferencia de toda una cultura avanzada para las nuevas provincias romanas. Es así que acompañaban al ejército, ingenieros, artesanos de los más diversos oficios (carpinteros, panaderos, herreros, por ejemplo), como asimismo constructores de edificios, caminos y acueductos, entre otras distintas actividades que se practicaba en la Roma imperial, en crecimiento y expansión.

Esa gente pertenecía a distintos estratos sociales, según su calificación y ubicación en la comunidad. Los había pertenecientes a una clase media alta, pero también, en el otro extremo, se ubicaban campesinos devenidos en soldados, a quienes animaba un ansia de conquistar tierras, esperando mejorar su situación económica y ascender en la escala social. La mayoría de esta gente hablaba un latín que no era el culto, producto de las grandes obras literarias y de la oratoria romana.

Era un idioma que estaba al alcance de la plebe al que, desde nuestra perspectiva “moderna”, hemos dado en llamar “latín vulgar”, de igual manera que si se nos ocurriera denominar al español hablado por el común de nuestra gente “castellano trucho”.

Palabras usadas
Dejando de lado estas calificaciones nada felices, concentrémonos ahora en el vocabulario mayormente utilizado por nosotros en la actualidad; es decir, veamos cuál es el origen de las palabras que están más a flor de labios.

“Maña” es un sustantivo que cualquiera de nosotros podría reconocer de inmediato, incluso los más jóvenes. “Date maña y hacela vos solito”, solemos decir a un niño que pide ayuda para encarar alguna tarea que ya se le había enseñado cómo hacer. Pues bien, esta palabra proviene del latín vulgar “mania” que, por su parte, ha sido derivada de “manus”, cuyo significado es «mano’. “Mania” en latín vulgar denotaba «habilidad manual’. Tal procedencia acredita que, inicialmente, se aplicaba esta dicción a las personas que tenían destreza en las manos para realizar diversas tareas. En la actualidad, sin embargo, tal destreza también se atribuye a actividades intelectuales. Es conocido el refrán español que dice: “Más vale maña que fuerza”, refiriéndose a la destreza y mejor empleo de la inteligencia práctica que puede atesorar un individuo, no solo en actividades normales, sino también en otros ámbitos. De hecho, el DRAE (página 1.446) define a “maña” no solo como habilidad manual, sino asimismo como «artificio o astucia’, lo que da cuenta de la función intelectual que envuelve esta voz.

Si bien el latín culto tenía el vocablo “domus” para mencionar al término «casa’, existía otro: “casa”, que designaba una «cabaña, barraca de soldados, nido de pájaros, un terreno o una propiedad cuya dimensión estaba indicada por letras’. El llamado latín vulgar, sin embargo, lo tomó para nombrar la vivienda familiar normal, por lo que el castellano prefirió utilizarlo en el mismo sentido.

Por eso veremos que se ha formado toda una familia a partir de la base “casa”: «casita, casucha, encasillar, casilla, casino (pequeña casa elegante), casona, casero’…
Esta locución ha venido al castellano por la vía popular, dado su origen en el uso del pueblo. Por otra parte, también hemos recibido otras por la vía culta (y, en consecuencia, originadas en “domus”), como «domicilio’, lugar en el que reside una familia; el verbo «domiciliar’; el adjetivo «domiciliado’ y el tecnicismo «domótica’, producto del latino “domus” y de la palabra “informática”, que significa el «conjunto de sistemas que automatizan las diferentes instalaciones de una vivienda’, aplicada a aquellas casas que llamamos “inteligentes” porque, según la programación que se dé, tienen diversas aplicaciones informáticas que las convierten en más confortables, cómodas y placenteras en la actualidad.

Las voces “comida / comer” -que originan muchas otras como: «comedor, comestible, comidilla, comilón, comilona’ y muchas más-vienen de “comédere”, que significa «comer’. A su vez, “comédere” se originó en el verbo latino “édere”, que significa «comer’, «consumir’. Es así que la voz compuesta “comédere” añade al verbo “édere” el aspecto social muy importante que tiene la acción de alimentarse, particularmente en el núcleo de la familia (aunque, en la actualidad, ese aspecto es neutralizado por el televisor), ya que le adiciona al hecho de alimentarse, el hacerlo con otro u otros («comer con’). Agreguemos que «comida’, en España, se le dice a lo que nosotros aquí llamamos «almuerzo’, que se realiza allá cerca de las tres de la tarde. Antes de ella, quienes trabajan en oficinas u otros oficios se acercan hasta el bar más próximo para hacer un “tentempié” -al que llaman almuerzo- que les dé fuerzas hasta que llegue la hora de la «comida’. A esta acción se la denomina, a su vez, «ir de tapas’, cuando se produce también fuera de ese horario.

Continuando con la temática de la comida, digamos que “cena” encontró su origen en la latina “cena” (pronunciada “kéna”), con los significados latinos de «cena’, «reunión de convidados’, «comida de las tres de la tarde’. Era la comida que los reunía después de la puesta del sol y, además, la de la mañana. En cambio, en la actualidad, según lo define el DRAE, es la «última comida del día, que se hace al atardecer o por la noche’.

Vale aclarar que en nuestro país esta colación se realiza, muchas veces, ya entrada la noche. En cambio, en otras latitudes se efectúa a las seis o siete de la tarde.
Por ello a los argentinos nos llama la atención cuando nos invitan a cenar a esa temprana hora. Aunque no son de uso en nuestro país, existen las palabras “cenador”, «el que cena’, «el que cena con exceso’; “cenaduría”, «restaurante en el que se sirven comidas por la noche’ y “cenadero”, «sitio destinado para cenar’, además de la palabra “cenáculo”, tradicionalmente empleada para referirse al lugar donde se celebró la última cena de Jesucristo con sus apóstoles, aunque asimismo se aplica a la «reunión poco numerosa de personas que profesan las mismas ideas, y más comúnmente de literatos y artistas’. En próximas notas continuaré- si no hubiera otra sugerencia- ocupándome de voces procedentes del latín vulgar que tienen plena vigencia en nuestro hablar cotidiano.

Paco Fernández es Director del Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua – UNSa
NOTA: usina = fábrica

FUENTE: http://www.eltribuno.info/salta/128015-El-latin-vulgar-usina-de-palabras.note.aspx