www.clarin.com 09/10/2008 (actualizado el 15/10/2008)

No se puede decir que el «hic» y el «hoc» del latín vayan a reemplazar al hip-hop. Tampoco que haya una inclinación masiva, pero el éxito de bestsellers como «Harry Potter» y de las superproducciones históricas de Hollywood ha hecho crecer el número de alumnos que estudian latín en los Estados Unidos. Según el diario The New York Times, tras perder bastiones como la misa católica en la década de 1960, ahora el latín está de moda entre una nueva generación de alumnos.

Algunos dicen que suma puntos meter un bocadillo en latín durante una charla entre amigos, otros dicen que ayuda a conseguir empleo. Lo cierto es que la cantidad de estudiantes que rinden el Examen Nacional de Latín en Estados Unidos pasó de 101.000 alumnos en 1998 a 124.000 en 2003 y en 2008 superó los 134.000 alumnos. Ya es la cuarta lengua extranjera que se estudia en los colegios, luego del español, el francés y el alemán, y se estudia en todas partes, desde Alaska hasta Vermont y Nueva York. En la última década se duplicó también la cantidad de alumnos de secundario que se presentan a los exámenes de Advanced Placement -que otorgan créditos universitarios-, sumando ahora 8.654 estudiantes.

El latín se exigió durante mucho tiempo en colegios para perfeccionar la gramática y el vocabulario. Perdió presencia cuando la Iglesia Católica eliminó la misa en latín en la década de 1960. Ahora vuelve, de la mano de Harry Potter, donde aparecen recetas mágicas y nombres en latín. Películas exitosas como «Gladiator» y series de televisión como «Roma», muestran que el latín sigue bien vivo.

ENLACES:
Documento: Les formules magiques dans Harry Potter et le latin

Artículo en Corriere della Sera: Maurizio Ferrera, ‘Gli Americani Riscoprono il Latino e il Greco’

LOS AMERICANOS REDESCUBREN EL LATÍN Y EL GRIEGO
Corriere della Sera, 12 agosto 2008, p. 001.039. Maurizio Ferrera.
Traducido por Alfonso García Marqués (Murcia, octubre 2008).

El Economist lo ha llamado “una versión helenística de Woodstock”. Más que un acontecimiento académico, la Greek Summer School de Bryanston, en Inglaterra, es una feria donde se hace de todo: cursos de gramática, lecturas públicas de Homero, pintura en vaso. Y, naturalmente, mucho teatro: tragedias y comedias leídas, traducidas e incluso recitadas con trajes griegos y en la lengua de Eurípides y Aristófanes. Desde hace 40 años, la Escuela de Bryanston (dos semanas a caballo entre julio y agosto) atrae participantes de todo el mundo, de entre los 16 y 25 años. Las peticiones aumentan cada verano: señal de un verdadero y propio renacimiento del griego antiguo y, más en general, de las lenguas clásicas, tal como se puede ver hoy día en varios países. El fenómeno es particularmente evidente en los Estados Unidos. Desde los años 90 los estudiantes universitarios que frecuentan cursos de griego y latín han aumentado un 30%. El crecimiento se da también cada vez más en las escuelas secundarias e incluso en las medias.

¿Cómo se explica este boom clasicista en el país de la new economy y de las nuevas tecnologías? En parte se trata de un búsqueda de distinción dentro de un sistema educativo cada vez más masificado y al mismo tiempo cada vez más competitivo. El haber estudiado una lengua clásica está siendo una especie de mensaje cifrado, tanto hacia el mundo del trabajo, como hacia las mejores graduate schools. Un mensaje de seriedad y de curiosidad intelectual, que, por otro lado, enlaza con una antigua tradición del mundo anglosajón. En él las escuelas medias se llamaban grammar schools y la gramática que primeramente se enseñaba era la latina. Hasta el XIX, para entrar en Harvard era necesario saber hablar latín “suo, ut aiunt, Marte” (“con sus propias fuerzas, como se dice”: o sea, solos, sin ayuda).

En un reciente sondeo, dos tercios de las Universidades de USA han declarado que, en paridad de factores, el conocimiento del griego y del latín confiere a los estudiantes una ventaja. Y con esto llegamos al resorte más relevante que empuja a la revitalización de las lenguas clásicas: su aprendizaje tiene un elevado valor formativo. Estudiarlas significa entrenar no sólo la memoria y la atención por el detalle, sino también la capacidad lógica y el razonamiento crítico. Se desarrollan de este modo competencias generales sobre las que apoyar las múltiples competencias específicas que se adquieren a continuación o en paralelo. Para inscribirse en el college y después en las graduate schools, los estudiantes americanos deben realizar una serie de test aptitudinales. Pues bien, los puntos obtenidos en las pruebas de capacidad lógico-verbal son sistemáticamente más elevadas entre los jóvenes que han estudiado una lengua clásica (siempre, en igualdad de los otros factores).

La ventaja es visible también respecto a los que han estudiado lenguas vivas “estructuradas” (con casos y declinaciones) como el ruso o el alemán. Y sobre la base de estos datos, los allí llamados latin-based programs se están difundiendo en muchas escuelas medias e incluso en las públicas situadas en barios marginales. Naturalmente en el sistema educativo americano desempeña un papel central también el estudio de otra disciplina, que ha sido desde siempre utilizada para entrenar la mente de los estudiantes: la matemática.

Si bien es menos evidente que en los Estados Unidos, la renovación clasicista se registra también en muchos países europeos. Italia siempre ha tenido el record mundial en el estudio del latín y del griego en la escuela secundaria. Después de un periodo de declinación, el bachillerato de clásicas ha visto nuevamente crecer en los últimos años su propia capacidad de atracción. Si las señales que vienen de los Estados Unidos son fiables, ¿podemos ahora decir que, justo gracias al bachillerato clásico, el sistema escolar italiano posee una especie de “ventaja comparada” respecto a otros sistema europeos? Desgraciadamente no disponemos de estadísticas fiables para responder. El informe Pisa-Ocse se refiere a los estudiantes de 15 años: demasiado pronto para detectar el “efecto clásico” en su preparación. Muchos docentes universitarios sostienen que los jóvenes del bachillerato clásico tiene competencia más robustas y sobre todo más “plásticas” que los otros. Pero se trata de una impresión.

Además, hay que pensar que en los últimos quince años las escuelas secundarias han puesto en marcha una intensa fase de experimentación. Si bien manteniendo firme la centralidad del griego y del latín, muchos bachilleratos clásicos han reforzado el peso de las materias científicas.

Desgraciadamente de estos experimentos sabemos poco o nada: no existe una sistema nacional de seguimiento, por no hablar de valoración (otro punto que añadir a la apretada agenda del ministro Gelmini). Y sin embargo es probable que la experimentalidad en los institutos haya producido más de un pequeño superávit en término de mezcla disciplinar virtuosa y eficaz.

Si así son las cosas, el desafío es, entonces, individuar estos patrimonios escondidos, y revalorizarlos lo más posible, a fin de reforzar nuestro capital humano y promover la excelencia educativa. El “efecto clásico” podría, además, tener alguna consecuencia no despreciable también en el plano comercial. Si por el mundo hay tantos (aspirantes) grecistas y latinistas, ¿por qué no proponer escuelas de verano en nuestra regiones? Imaginaos una Schola Antiquitatum en Sicilia. El marco artístico y ambiental sería, sin lugar a dudas, más sugestivo que el de Bryanston, Dorset (por no hablar del clima y de la comida). Quizá se lograría captar un buen número de nuevos turistas de la instrucción, también de América. Haría falta un pequeño esfuerzo, cierto. Pero habría también buenas perspectivas de ganancia. Más aún: de lucrum magnum.