Luis Fernando Moreno Claros www.elpais.com 25/12/2010

‘Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades’, de Martha C. Nussbaum.

Las obras de la profesora y pensadora norteamericana Martha C. Nussbaum (Nueva York, 1947) aparecen con puntualidad en castellano; aunque sospechamos que acaso la urgencia de su publicación influya en la mala calidad de algunas de sus traducciones. El inglés de la autora se vierte a menudo con descuido. En el caso del libro que nos ocupa lo deslucido de la traducción no empaña las ideas principales de Nussbaum, por lo demás, sencillas de comprender; pero el texto parece más un panfleto de pobre estilo que un ensayo serio de alerta y reivindicación.

La autora de libros tan sugerentes como ‘El ocultamiento de lo humano’ o ‘Paisajes del pensamiento’ aboga en esta ocasión por defender algo que en nuestras sociedades abiertas y avanzadas se le antoja a punto de quedar abandonado en el rincón de los recuerdos: la educación humanística. Según Nussbaum, una sociedad democrática y dinámica debe cuidar el avance tecnológico y la investigación científica para encaminarse con éxito hacia las múltiples formas de adquisición de riqueza. Mas la consecución de este objetivo no debe descuidar la educación humana de sus ciudadanos. Las humanidades constituyen el humus del pensamiento. La filosofía, la historia, la literatura y las artes en general son disciplinas que -como muchos profesores de estas materias explican a sus alumnos de secundaria- en apariencia no sirven para nada y, sin embargo, fundamentan una vida buena y plena de sentido.

Nussbaum reitera su tesis a lo largo del libro, en el que reivindica también los logros pedagógicos de pensadores de la educación tales como Rousseau, Froebel o Dewey, hasta revisitar con grandes elogios al sabio bengalí Rabindranath Tagore. Fueron abanderados de una educación revolucionaria encaminada hacia la instrucción integral de los niños con el objeto de convertirlos en personas pensantes y con sentimientos. Dichos nombres y sus métodos de enseñanza deberían hallarse muy presentes en la educación de los países democráticos.

Asimismo, Nussbaum apela al recuerdo de las enseñanzas de Sócrates en los Diálogos de Platón, en tanto que paradigma humano en el que basarse para educar a los niños en el disenso democrático. El ateniense fue un hombre valeroso al reivindicar el derecho a la duda, pero también por atreverse a poner en un brete a sus conciudadanos sabelotodo descubriéndoles que creían en ideas que ellos mismos no habían fundamentado. En suma, lo que Nussbaum pretende revelar en este ensayo es algo obvio pero no siempre tenido en cuenta: es necesario aprender desde pequeños a pensar con independencia, sobre todo, hay que ejercitarse en conjeturar y plantear con lógica los problemas para hallar soluciones. En una sociedad tan multicultural como la estadounidense, desde la que habla la autora (aunque también está muy familiarizada con la sociedad india actual), será básico formar individuos con capacidad de razonamiento, a fin de que no se comporten como hienas cuando algún descerebrado al mando del Estado ordene que hay que repudiar y hasta exterminar a miembros de otra clase social, etnia o religión.

Tal es la enorme preocupación de la autora, que ve cómo la tendencia generalizada de las sociedades avanzadas consiste en cifrar sus índices de crecimiento en las ganancias materiales mientras eluden las bases humanas y humanitarias que constituyen una vigorosa educación democrática; en otras palabras, Nussbaum teme que la materia acabe por aplastar el espíritu de sus ciudadanos. En el fondo son verdades que parecen de Perogrullo, o que deberían parecérselo a personas mínimamente formadas. ¿Se olvidarán alguna vez? Parece que, según vaticina la autora, en las sociedades cada vez más interesadas en la consecución de placeres inmediatos y abotargadas por el afán de lucro, sí. Y aquí entran en juego tanto el Estado verdaderamente democrático como la familia amante de la cultura; unidos habrán de educar en independencia, imaginación y sensibilidad humana a sus miembros (¡casi nada!).

Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades
Martha C. Nussbaum
Traducción de María Victoria Rodil
Katz. Buenos Aires / Madrid, 2010
200 páginas. 16,50 euros