Inés Quijano | Saldaña (Palencia) www.nortecastilla.es 03/01/2011

Domiciano Ríos, mosaista de la villa romana de La Olmeda que acaba de jubilarse.

Domiciano Ríos Santos (Villambroz, Palencia, 28 de diciembre de 1950) lleva ligado a la villa romana de La Olmeda desde 1968, cuando apareció esta joya arquitectónica. El tiempo le ha convertido en un experto excepcional en mosaicos romanos, y ahora, tras cuarenta años de trabajo en La Olmeda, Domiciano Ríos se ha jubilado de su labor como mosaista del yacimiento arqueológico.

-¿Cómo comenzó en La Olmeda?
-Yo, en aquella época, estaba trabajando en el patrimonio, lo que después fue el Icona, y estábamos poniendo pinos y demás. Entonces se comenzó a comentar que en Pedrosa de la Vega había aparecido una casa subterránea y que se creía que tenía pisos, y yo siempre había estado interesado en otras culturas, ya que siempre me gustó la arqueología. Un chico que iba a trabajar de Pedrosa me dijo que andaban buscando gente para eso. Yo me presenté a Javier Cortes, hablé con él y me contrató. A partir de ahí, comencé a trabajar en La Olmeda.

-Y ha seguido ahí más de 40 años…
-Sí, desde el año 1968. Cuando yo llegué allí recuerdo que había una pequeña cata excavada, que se veía solamente un mosaico, y que estaba cubierta con pacas de paja. Quitamos las pacas y fue entonces la primera vez que vi un mosaico, porque yo no tenía conocimiento de mosaicos ni nada de eso.

-Los comienzos serían difíciles e incluso inciertos por aquello de no saber qué iban a encontrar…
-De arqueología no sabíamos ninguno nada, era una cosa nueva que veíamos por primera vez. Pero, poco a poco, nos hemos ido introduciendo en ese mundo hasta convertirnos en especialistas.

-Usted ha estado más de 40 años trabajando en La Olmeda. ¿Qué funciones ha desempeñado durante tanto tiempo?
-Han sido muchos años, y muchos años dan para mucho. Como en todos los trabajos, ha habido épocas difíciles, otras complicadas, otras muy bonitas…, de todo un poco. Ha dado tiempo a todo. Los primeros años, cuando yo empecé allí, nos dedicábamos a la arqueología y a la agricultura, porque cuando llegaba el verano había que dejar la excavación en La Olmeda e irnos a hacer el verano. Cuando llegaba la sementera había que ir a sembrar, y así era. La arqueología se intercalaba con los trabajos de la agricultura. Había que atender a todo.

-¿Y cómo recuerda ahora los comienzos de todo ello?
-La Olmeda ha sido para mí como un hijo al que vi nacer, y en esos momentos vienen todos a dar consejos, y muchas veces lo único que hacen es confundirte. Después, y a medida que va pasando el tiempo, ves que las cosas se complican porque crece mucho el yacimiento, y es entonces cuando Javier Cortes -a nivel particular- no lo podía mantener. La Olmeda pasó a la Diputación y empezaron a hacerse los trabajos de una manera más continua y más segura. Desde los años ochenta empezaron a ir las cosas sobre ruedas. Por otra parte, también ha habido épocas en las que hemos salido a trabajar mucho fuera. Y la última fase ha sido la de sustituir el edificio que había por el nuevo, y durante esa época de la construcción quizás haya sido para mí una de las más difíciles de estos años, porque hubo que proteger toda la villa; estaban las máquinas por allí y había que estar constantemente pendiente de todo y con la incertidumbre de que podía pasar algo grave en los mosaicos. Aunque la protección yo la tenía bastante bien estudiada, siempre estás pendiente de no saber los resultados a tan largo plazo.

-Pero seguro que también habrá tenido muchos momentos muy emotivos y especiales…
-Momentos bonitos ha habido muchos, pero el que destaca con diferencia ha sido el descubrimiento del mosaico de Aquiles, en el año 1969. Aquello fue algo excepcional, y lo vives una vez en la vida. Recuerdo que según iban apareciendo figuras, queríamos ver más y más. Aquellas noches ni dormíamos porque queríamos ir al día siguiente a ver más, a ver qué retratos aparecían y qué personajes podían ser. Recuerdo que al ver a Aquiles, que era un personaje muy particular, no sabíamos si era un hombre o una mujer, y con la curiosidad de que, cómo era un personaje desnudo, pensamos que al llegar al punto de identificación total de su descubrimiento íbamos a saber quién era, y resulta que llegamos y estaba cubierto con un velo y nos quedamos como estábamos. Esos son momentos muy bonitos.

-Desde que usted pisó por primera vez La Olmeda hasta ahora ha pasado mucho tiempo y los cambios han sido muy importantes en el yacimiento…
-Ha habido un cambio espectacular. Yo creo que La Olmeda se merecía un edificio como el actual, que es único. Al principio no teníamos ni idea de lo que podía resultar aquello. Íbamos viendo, a medida que pasaba el tiempo, que aquello iba a ser muy grande, pero llegar a las dimensiones que tiene en la actualidad y verlo tal y como está, no nos lo podíamos imaginar. Para Javier era un sueño ver La Olmeda descubierta y conservada, y para mí, también, porque he vivido lo mismo que él.

-Seguramente usted es de los que opina que hay un antes y un después en la villa romana de Pedrosa desde la reapertura tras construirse el nuevo edificio…
-Sí, porque aunque llevaba muchos años siendo visitada, no reunía las condiciones adecuadas para una visita masiva y no estaba adecuada para el turismo. El cambio que ha sufrido ha sido espectacular. La prueba es que el número de turistas se ha triplicado o cuadruplicado, y esperemos que aumente.

-¿Qué cree usted que supone La Olmeda en la actualidad para la comarca de Saldaña?
-Supone muchísimo, porque los primero años, cuando yo comencé a trabajar allí, esta comarca no la conocía nadie y no se sabía ni dónde estaba en el mapa, y se ha pasado a que Palencia sea una de las provincias conocidas de España o que más suenan por La Olmeda, y viene gente de Europa y del mundo.

-¿Qué supuso para usted el encargo del retrato de la Reina Doña Sofía para regalárselo en la inauguración de la reforma de la villa?
-Para mí fue un orgullo, pero también tengo que decir que me lo pensé un poco porque no era un trabajo fácil. Hacer un retrato en un mosaico no es nada fácil, y también juegan en contra el tiempo y las dificultades que plantea. Me costó un esfuerzo grande, pero creo que quedó muy bien.

-¿Echará de menos La Olmeda?
-Por supuesto, he pasado allí muchas horas y siempre pendiente de lo que pudiera haber, a cualquier hora o cuando fuera, nunca me ha importado ir cuando fuera necesario, ni me va a importar ir si me llaman, y si no me requieren, también iré a dar una vuelta de vez en cuando para ver cómo sigue todo. Solo por satisfacción personal.

-¿Queda mucho por hacer en La Olmeda?
-No. Lo que es la parte arqueológica, yo creo que está prácticamente toda hecha. Ahora lo que hay que hacer es mantenerlo.