¡Ay
cuan
pronto
las
tinieblas
del
olvido
volvieran
a
enmantar
el
glorioso
nombre
de
Troya,
sepultando
nuevamente
el
épico
fulgor
de
su
trágica
grandeza
en
la
indiferencia
de
esta
época
pequeña,
prisionera
de
su
propia
mezquindad
!
...
fugit
irreparabile
tempus...
(Virgilio,
Geórgicas)
Que
triste
desolación,
que
funesto
silencio
envuelven
las
ruinas
de
la
que
fue
la
amada
patria
del
generoso
Héctor,
guerrero
indómito
de
esa
tremenda
guerra
librada
en
el
soplo
arcano
de
los
milenios,
cuando
Asia
y
Europa
se
enfrentaron
en
el
bronceo
valor
de
dos
valerosos
ejércitos
combatientes
en
la
sublimidad
de
un
espacio
envuelto
en
las
tinieblas
del
mito,
entre
dioses
y
prodigios
sobrenaturales
...
en
cambio
del
Asia
que
abandono
tendré
el
cuarto
nupcial
de
la
muerte,
Europa.
Oh,
como
resuenan
vivas
de
intensa
pasión
estas
amargas
palabras
que
en
gotas
de
impotente
dolor
se
disuelven
en
el
mar
de
los
siglos
perpetuando
la
tragedia
del
"superbum
Ilium"
(Eneida
III) de
la
"Ilión
la
gloriosa"
según
la
llamó
Poseidón
en
el
acto
de
abandonar
el
triste
desierto
en
que
la
convirtieron
los
Aqueos
(pero
con
la
ayuda
de
los
dioses),
sintiendo,
como
lúgubre
último
canto
de
adiós,
los
gemidos
piadosos
del
sagrado
río Escamandro,
adolorido
por
el
destino
de
humillación
que
aguarda
a
las
mujeres
troyanas,
ahora
que
el
belicoso
sudor
de
los
guerreros
de
Troya
se
volvió
ceniza.
Remotos
debían
de
parecer
entonces
al
vengativo
Enosigeo,
mientras
que
contemplaba
las
fumigantes
reliquias
envueltas
en
sepulcral
silencio,
los
tiempos
en
los
cuales
las
flautas
líbicas
y
las
melodías
frigias
hablaban
al
cielo
la
felicidad
de
la
prospera
ciudad
de
Príamo
protegida
por
la
alta
muralla
que
él
mismo
edificó
y
las
pupilas
de
Hécuba
eran
mares
de
infinito
amor
materno
en
donde
navegaban
sonrientes
los
rostros
de
sus
hijos.
¡Pobre
Hécuba!
Cuanto
dolor
en
la
arena
de
la
derrota
martirizó
su
veneranda
figura
que
resurge
de
la
obra
de
Eurípides
con
palabras
envueltas
en
el
manto
irisado
de
una
hierática
sabiduría:
"pero
si
un
dios
nos
hubiera
arrullado
en
el
vendaval,
volteando
lo
bajo
y lo
alto
de
la
tierra
nosotros,
desaparecidos
en
la
tierra,
no
hubiéramos
podido
nunca
ser
celebrados
por
los
poetas,
ser
cantados
por
los
hombres
del
futuro".
Palabras
sublimes
que
tienden
las
manos
del
dolor
a la
esperanza
de
un
rescate
entre
las
venideras
generaciones
humanas,
entregando
la
gloria
del
nombre
de
la
Patria
a
los
sacerdotes
que
inebriarán
sus
almas
en
las
aguas
divinas
de
la
fuente
de Aganippe:
el
“non
omnis
moriar”
que
el
“cisne
venosino”
(Horacio
-Monti
La
Bellezza
dell’Universo-)
escribirá
muchos
siglos
después,
( y
además
que
en
el
mismo
Monti
y
otros,
este
verso
brotará
en
la
irisada
elegancia
del
poeta
Manuel
Gutiérrez
Nájera:
"¡No
moriré
del
todo,
amiga
mía
de
mi
ondulante
espíritu
disperso,
algo
en
la
urna diáfana
del
verso,
piadosa
guardará
la
poesía")
parece
resonar
de
los
adoloridos
labios
de
Hécuba
aún
incontaminados
de
la
horrible
metamorfosis,
porque
el
corazón
de
Troya
seguirá
palpitando
en
las
palabras
de
los
poetas
de
la
posteridad
que
la
reina
frigia
sabe,
con
profético
intuito,
cumplirán
la
sagrada
misión
de
perpetuar
en
la
eternidad
el
recuerdo
de
su
alta
desgracia.
Y
palabras
similares
brotan,
como
eco
que
resuena
flotando
tristemente
entre
los
valles
del
dolor,
de
la
desventurada
voz
de
la
princesa
considerada
loca
por
la
malignidad
vengativa
de
Apolo,
la
cándida Casandra
"deja
que
te
demuestre
como
nuestra
ciudad
sea
más
afortunada
de
los
Aqueos.
(...)
Los
Troyanos,
en
cambio,
conocieron
la
gloria
más
alta:
morir
por
la
patria.
Los
cuerpos
de
los
guerreros
caídos
fueron
trasportados
en
sus
hogares
por
brazos
amigos,
tuvieron
sepultura
en
la
tierra
nativa:
(...)
Consideras
doloroso
el
destino
de
Héctor?
No,
no
lo
es,
escúchame.
Murió
con
fama
de
héroe
y se
la
acarreó
la
llegada
de
los
Aqueos:
de
quedar
en
Grecia,
su
valor
no
se
hubiera
manifestado.
París
desposó
la
hija
de
Zeus:
de
no
haberlo
hecho,
sus
nupcias
hubieran
pasado
bajo
silencio..."
¡Oh
sagrado
fuego
del
alta
Troya!
Como
luce
el
áureo
valor
de
estas
nobles
almas
que
hasta
en
el
polvo
de
la
derrota
mantienen
inmaculada
la
majestuosa
solemnidad
de
tu
nombre
preclaro!
Gracias
Eurípides...
Y en
nuestro
días,
¿hay
todavía
nobles
corazones
que
sepan
edificar
en
los
íntimos
vergeles
de
sus
almas
un
resplandeciente
templo
de
reverente
conmoción
por
el
"juicio
de
Troya,
fijo
por
siempre
en
ritmos,
/ en
los
milenios
famoso
y
espantoso"
(Goethe,
Fausto),
que
puedan
vibrar
las
cuerdas
profundas
de
sus
pasiones
enmantando
el
nombre
de
Troya
en
la
suavidad
de
una
agraciada
armonía
“
que
vence
de
mil
siglos
el
silencio”?
Hace
mucho
tiempo
deprecaba
la
insensibilidad
de
nuestra
época
hacia
los
grandes
argumentos
del
pasado
e
imaginaba
lo
que
significaría
entrar
en
un
cine
e
inebriar
el
espíritu
en
la
ebúrnea
contemplación
de
venerables
hitos
emergidos
a la
inmensidad
de
la
pantalla
desde
la
marmórea
magnificencia
de
la
gloria
milenaria.
Hoy
en
día,
con
los
medios
tecnológicos
a
disposición
de
la
creatividad,
¿qué
falta
para
que
este
deseo,
este
anhelo
no
quede
como
una
frustración
sino
que
se
convierta
en
un
hecho
realizable?
Esto
me
preguntaba
observando
desconsolado
el
triste
espectáculo
de
una
muchedumbre-rebaño
conducida
en
los
pastos
cinematográficos
por
las
sirenas
de
los
efectos
especiales
para
que
coronara
la
pequeñez
de
películas
insignificantes
con
la
ciega
gravedad
de
su
número.
¡Y
pensar
que
el
cine
podría
ser
un
instrumento
muy
importante
para
educar
esta
somnolienta
humanidad!
Salían
de
mi
memoria
las
murallas
de
“La
Ciudad
del
sol
de
Campanela”
y me
figuraba
la
pantalla
cinematográfica
como
una
versión
moderna
de
ese
noble
intento
de
elevar
a la
masa
(término
que
utilizo
con
conciencia,
haciendo
referencia
a
Ortega
y Gasset),
constatando,
en
vez,
como
en
los
jardines
de
la
“séptima
arte”
la
palabra
“cultura”
arrastra
su
miserable
existencia
entre
obras
pequeñas
que
ocultan
la
mediocridad
de
sus
weltanschauung
con
el
embriagante
fasto
exterior
de
costosísimos
recursos
tecnológicos,
incapaces
de
suscitar
los
sublimes
aflatos
y
altos
sentimientos
que
probarían
almas
generosas
abismadas
en
el
piélago
supremo
de
nuestra
memoria
colectiva,
de
nuestro
pasado
ancestral.
Nada
de
extraordinario,
por
lo
tanto,
si
en
esta
época,
abismada
en
la
viscosidad
de
los
sueños
sin
ensueños
de
la
mediocridad,
el
nombre
altero
de
Troya,
resucitado
del
prieto
regazo
de
Clío
en
lugar
de
causar
íntima
conmoción
e
inquietud
intelectual,
haya
sido,
en
cambio,
embadurnado
por
el
fango
profanador
del
ruido
farandulero...
¡más
interesado
en
el
tono
muscular
de
Brad
Pitt!
"...
Porque
de
los
Dioses
es
dono
/
guardar
en
las
miserias
altero
nombre..."
y
hoy
en
día,
los
dioses,
relegados
en
el
Limbo
en
donde
los
echó
el
sagrado
fulgor
de
la
Cruz
romana,
ya
no
pueden
proteger
con
su
olímpica
majestuosidad
las
santas
reliquias
de
“la
maravillosa
Helas
antigua
“ (Panzini);
ya
no
hay
una
égida
divina
que
las
defienda
de
las
garras
sacrílegas
de
los
profanos...
"...
me
dijeron
después
que
esas
voces
de
sufrimiento
y de
muerte
venían
de
una
especie
de
lupanar
filarmónico,
ubicado
al
frente
de
nuestra
casa.
Era
una
fétida
pocilga
que
se
adornaba
con
un
nombre
ilustre:
“las
Panateneas”..."
(A. Savinio,
La
tragedia
de
la
infancia)...
¿ y
no
sería
lícito,
leyendo
estas
palabras,
pensar
hoy
en
día
en
esa
película
tan
mal
hecha
que
me
hace
añorar
la
sabiduría
de
los
tebanos
que
tenían
una
ley
que
ordenaba
a
sus
artistas
la
reproducción
del
bello
y
prohibía
lo
feo?
Yo
entiendo
que
el
amor
propio
pueda
lamentablemente
impedir
la
observancia
escrupulosa
del
texto
homérico,
ya
que
es
característica
universal
querer
dejar
un
rastro
de
la
propia
individualidad,
grande
o
pequeña
que
sea,
pero
de
toda
manera,
sean
cuales
sean
las
motivaciones
“artísticas”
considero
inoportuno
abusar
en
ese
modo
tan
arbitrario
ya
que
la
materia
tratada
es
patrimonio
milenario
de
una
civilización
que
merece
mayor
respecto
en
el
momento
de
proponer
un
argumento
tan
valioso
de
su
cultura.
Una
anécdota
acerca
de
Dante,
que
puede
leerse
en
la
obra
de
Sacchetti,
cuenta
que
un
día,
entrando
en
la
oficina
de
un
herrero,
lo
oyó
declamar
malamente
sus
versos;
el
poeta
entonces
comenzó
rabiosamente
a
desordenar
los
utensilios
del
profano,
diciéndole: Tú
desordenas
mis
utensilios
y yo
hago
lo
mismo
con
los
tuyos.
Sorprendente
analogía,
me
parece,
con
la
película
ya
mencionada,
la
cual
nos
muestra
el
triste
espectáculo
del
mundo
homérico
sacudido
por
un
vendaval
de
errores
tan
gigantesco
(ciclópico)
que
es
casi
imposible
no
pensar
más
en
un
superficial
conocimiento
de
los
hechos
tratados
que
en
una
íntima
intencionalidad
artística
de
parte
del
director.
Me
pregunto
entonces
si
sea
justo
que
símiles
productos
del
cine,
además
de
no
educar,
puedan
deseducar
libremente;
o
si,
como
en
este
caso
particular,
no
deba
intervenir
el
Ministerio
de
Cultura
para
defender
por
lo
menos
las
nociones
elementales
evitando
la
propagación
de
la
ignorancia.
Pensemos,
por
favor,
a la
muchedumbre
de
personas
que
han
visto
la
película
sin
haber
leído
la
Ilíada;
¡cuantos
errores
albergan
ahora
en
sus
mentes!
Cuando
la
nave
troyana
llega
a
destino,
si
no
me
equivoco,
aparece
una
didascalia
que
nos
explica
que
se
trata
del
puerto
de
Esparta.
¡Esparta!
¿ la
“honda
y
cavernosa”
Esparta
en
el
mar?
Aquí
no
se
trata
de
desviar
del
texto
para
crea
arte,
aquí
se
trata
simplemente
de
no
conocer
ni
la
geografía,
ni
la
historia.
Además
¿porqué
tener
que
mover
al
pobre
Héctor
que
nunca
viajó
con
París?
Cuando
en
el
III
libro,
este
reprende
fieramente
al
hermano
adultero,
reprochándole
su
cobardía
(
muy
enfatizada
por
Homero)
frente
a
Menelao,
entre
otras
cosas
le
dice:
Y
cobarde
cual
eres
tu
el
mar
cruzaste
con
elegidos
compañeros?
entendiendo
con
la
palabra
“elegidos”,
como
nos
informa
un
grande
exegeta
de
la Iliada,
el
Mustoxidi,
“ a
ti
adaptados”
o
sea
raptores,
secuestradores.
“Reuniste
a
tus
amigos”
en
la
traducción
de
Luis
Segalá
y
Estalella
que
resulta
ser,
sin
embargo,
ineficaz
para
traducir
correctamente
el
concepto
expresado
por
Héctor.
¿Y
porqué
le
hace
decir
a
Héctor,
que
una
vez
ayudó
a
París
cuando
este,
todavía
pequeño,
se
puso
en
problemas
con
su
padre
Príamo?
Hay
también
en
esto
una
razón
artística
o se
trata
simplemente
de
un
total
desconocimiento
de
la
infancia
de
Paris?
¿Acaso
no
es
suficientemente
noto
que
el
príncipe
troyano
creció
como
pastor
en
el
monte
Ida?
Monte,
que,
si
mal
no
recuerdo,
además
no
aparece
ni
de
cerca
ni
de
lejos,
a
pesar
de
su
gran
importancia.
Estas
son
solamente
algunas
de
las
muchísimas
inexactitudes
que
aparecen
en
la
película; y
creo
que
si
tuviera
que
analizar
“ab imis
et
ab
ovo”
todos
los
errores
presentes
probablemente
terminaría
escribiendo
un
libro
bien
largo.
Quiero,
de
toda
manera,
aclarar
por
lo
menos
algunos
particulares,
para
tratar
de
remediar
al
daño
hecho
por
la
película:
1.
Los
Griegos
no
eran
cincuenta
mil
hombres
sino
más
de
cien
mil.
Cincuenta
mil
eran
los
Troyanos,
como
de
hecho
los
muestra
el
final
de
libro
VIII,
acampados
entre
los
barcos
y
las
corrientes
del Escamandro,
sentados
en
grupos
de
cincuenta
alrededor
de
mil
fogatas
que
corrían
por
todo
el
campamiento:
Mil
fuegos
ardían
en
la
llanura,
y en
cada
uno
se
agrupaban
cincuenta
hombres
a la
luz
de
la
ardiente
llama.
Los
griegos
además
construyeron
para
defenderse
una
muralla
tan
poderosa
que
el
mismo
dios
de
las
líquidas
llanuras,
se
quejó
con
Zeus,
(libros VII
y
XII)
2.
El
ejercito
Teucro
no
poseía
en
lo
absoluto
esa
homogeneidad
que
por
lo
contrario
aparece
en
la
película.
Haciendo
a un
lado
las
consideraciones
de
orden
estrictamente
social,
el
director
de
Troya
se
olvidó
que
los
troyanos
habían
recibido
en
su
ayuda
contingentes
de
muchísimas
regiones
del
Asia.
Hubiera
sido
suficiente
recordar
las
palabras
de
Agamenón
en
el II
libro
¡Combatir contra
un
número
menor
de
hombres y no
saberse
aún
cuándo
la
contienda
tendrá
fin!
Pues
si
aqueos
y
troyanos,
jurando
la
paz
quisiéramos
contarnos,
y
reunidos
cuantos
troyanos
hay
en
sus
hogares
y
agrupados
nosotros,
los
aqueos
en
décadas,
cada
uno
de
éstos
eligiera
un
troyano
para
que
escanciara
el
vino,
muchas
décadas
se
quedarían
sin
escanciados.
¡En
tanto
digo
que
superan
los
aqueos
a
los
troyanos
que
en
la
ciudad
moran!
Pero
han
venido
en
su
ayuda
hombres
de
muchas
ciudades,
que
saben
blandir
la
lanza,
me
apartan
de
mi
intento
y no
me
permiten,
como
quisiera,
tomar
la
populosa
ciudad
de
Ilion
o el
catálogo
de
las
fuerzas
Troyanas
(siempre
en
el
segundo
libro)
o
por
lo
menos
las
palabras
del
libro IV
en
el
momento
de
describir
el
ejercito
Teucro
que
va a
la
batalla
después
de
la
ruptura
del
acuerdo
por
Píndaro
(¡otro
extranjero!)
Los
teucros
avanzaban
también,
y
como
muchas
ovejas
balan
sin
cesar
en
el
establo
de
un
hombre
opulento,
cuando,
al
serles
extraída
la
blanca
leche,
oyen
la
voz
de
los
corderos,
de
la
misma
manera elevábase
un
confuso
vocerío
en
el
vasto
ejercito
de
aquellos.
No
era
igual
el
sonido
ni
el
modo
de
hablar
de
todos
y
las
lenguas
se
mezclaban,
porque
los
guerreros
procedían
de
diferentes
países.
Y
si
tampoco
esto
fuera
suficiente
tener
en
cuenta
las
palabras
de Dolon
hecho
prisionero
( y
luego
matado)
en
el
libro
X
por
Ulises
y
Diomedes.
Y no
se
trata
de
una
pedantesca
ociosidad,
de
las
que
ridiculiza
Erasmo
de
Rótterdam.
Es
en
cambio
un
particular
muy
importante,
porque
explica
la
razón
que
obligó
Héctor
a
rechazar
el
consejo
de
Polidamante
después
de
enterarse
que
el
funesto
Aquiles
había
vuelto
al
combate:
¡Polidamante!
No
me
place
lo
que
propones
de
volver
a la
ciudad
y
encerrarnos
en
ella.
¿
aún
no
os
cansáis
de
vivir
entre
las
muras?
Antes
todos
los
hombres
dotados
de
palabra
llamaban
a la
misma
ciudad
de
Príamo
rica
en
oro
y en
bronce,
pero
ya
las
hermosas
joyas
desaparecieron
de
las
casas.
Muchas
riquezas
han
sido
llevadas
a la
Frigia
y a
la
encantadora
Meonia
para
ser
vendidas
desde
que
Zeus
se
irritó
contra
nosotros.
Los
que
han
leído
la Iliada
saben
cuales
consecuencias
tremendas
acarreó
esta
decisión
a
los
Troyanos
que
además,
cómplice
Palas, la
aceptaron
con
entusiasmo Así
se
expresó
Héctor,
y
los
teucros
le
aclamaron,
¡Oh
necios!
Porque
Palas
Atenea
les
quitó
el
juicio.
Hasta
en
la Eneida
aparecen
los
aliados
de
los
Troyanos,
cuando
durante
la
tempestad
desencadenada
por
Eolo
(para
favorecer
la
vengativa
Juno),
el
barco
de
los
Lycios
mandados
por
Oronte
desaparece
en
las
fauces
de
un
remolino.
3.
Ausente,
lamentablemente,
la
diferente
manera
de
ir a
la
batalla
entre
los
griegos
y
los
troyanos,
detalle
muy
importante
con
el
cual
Homero
marca
la
diferencia
entre
las
dos
civilizaciones,
mostrando
la
barbarie
troyana
contrapuesta
al
griego
civilizado.
Hubiera
sido
interesante
verla
representada
en
la
película;
sobre
todo
la
similitud
que
inicia
el
tercer
libro,
tan
famosa
que
fue
recuperada
por
Virgilio,
Dante
y
Tasso.
4.
En
frente
a la
ciudad
de
Troya
surgía
la
isla
de
Tenedo
(Virgilio,
En.II
“est
in
conspectu
Tenedos,
notissima
fama
/insula...”)
que
no
aparece
en
la
película;
detalle
no
indiferente
porque
fue
detrás
de
dicha
isla
que
la
flota
griega
se
ocultó
para
hacerle
creer
a
los
troyanos
que
se
habían
ido
definitivamente.
5.
El
primer
griego
que
desembarca
no
fue
Aquiles,
sino Protesilao, (esposo
de
la
infeliz
e
inconsolable Laodamia)
que
es
también
el
primer
griego
en
morir,
traspasado
por
una
flecha
troyana,
según
nos
informa
el
II
libro.
Aquiles
que
desembarca
mientras
todas
las
naves
griegas
están
todavía
en
alta
mar
y
con
cincuenta
hombres
conquista
la
playa
es
pura
carreta.
Mucho
más
interesante
hubiera
sido
mostrar
el
combate
entre
el
Pelide
y
Cicno.
Además
Aquiles
fue
a
Troya
con
cincuenta
barcos
y no
con
uno
solo.
Esto
nos
dice
la
Iliada
en
el
segundo
libro
y
reitera
después
en
el
decimosexto,
precisando
además
que
en
cada
barco
había
cincuenta
hombres,
o
sea
que
por
todo
Aquiles
llegó
a
Troya
con
un
contingente
de
dos
mil
quinientos
guerreros.
6.
El
padre
de
Aquiles,
Peleo,
todavía
era
vivo
durante
la
guerra
de
Troya,
como
bien
podemos
escuchar
en
las
palabras
del
mismo Pelide,
en
el
libro
XVIII,
lamentando
la
muerte
de
Patroclo;
y de
hecho,
cuando
Príamo
en
el
libro
veintésimo
cuarto
busca
la
manera
de
conmoverlo
para
que
le
devuelva
el
cuerpo
del
hijo,
Héctor,
le
recuerda
el
padre
el
padre
tuyo,
por
la
ría
vejez
oprimido
cual
soy
yo.
En
este
momento
él
de
pronto
es
asediado
por
poderosos
vecinos
y no
tiene
quién
lo
ayude
y lo
saque
del
inminente
peligro.
No
obstante,
oyendo
que
tu
eres
vivo, se
conforta
y
espera
en
cada
instante
volver
a
ver
regresado
de
Troya,
su
dilecto
hijo.
Cuando
en
la
película
por
lo
tanto
nos
enteramos
que
Peleo
está
muerto,
además
de
chocar
con
una
inexactitud,
vemos
también
desvanecer
la
sublimidad
de
uno
de
los
momentos
más
conmovedores
del
poema...
a
estas
voces
enternecido
Aquiles,
remembrando
el
padre,
prorrumpió
en
llanto....
Peor
además
pensando
en
como
aparece
en
la
película
la
madre
de
Aquiles.
Tengo
lamentablemente
que
reiterar
la
imposibilidad,
en
poco
espacio,
de
analizar
todas
las
cicatrices
y
llagas
que
ofenden
la
marmórea
sublimidad
de
la
Iliada.
¡Hay
demasiadas!
Patroclo
era
mayor
de
edad
de
Aquiles,
educado
junto
a
este
por
el
centauro
Quirón
(
Menetio,
su
padre,
tubo
que
enviarlo
a la
corte
de
Peleo
porque
había
matado
a un
compañero
de
juegos
durante
un
arrebato
de
ira)
y no
era
en
lo
absoluto
un
muchachito
sin
experiencia
guerrera
cuando
llega
a
Troya,
siendo
que
ya
había
sido
compañero
de
guerra
de
Aquiles
(en
Misia,
donde
fue
herido
por
una
flecha
y
sanado
por
el
amigo
y en
el
saqueo
de
Lirnexo); su
padre, Menetio,
así
le
dice
(
palabras
que
aparecen
en
libro
XI,
de
los
labios
del
sabio
Néstor):
¡Hijo
mío!
Aquiles
te
aventaja
por
su
abolengo
pero
tú
le
superas
en edad;
aquél
es
mucho
más
fuerte,
pero
hazle
prudentes
advertencias,
amonéstale
e
instrúyele
y te
obedecerá
para
su
propio
bien.
Además
Aquiles
permite
a Patroclo
luchar
contra
a
los
Troyanos
vistiendo
sus
armas,
entre
las
cuales
no
va
incluida
la
lanza,
dono
un
tiempo
de
Quirón
al
padre
Peleo
y
tan
inmensa
y
grave,
que
solo
el
brazo
del
Pelides
podía
impugnar
Libro
XVI
y
que
además
tenía
el
poder
de
sanar,
como
bien
pudo
darse
cuenta
Telefo,
una
lanza
tan
importante
que
según
Dossi
el
origen
de
la
medicina
homeopática
puede
encontrarse
en
la
famosa
lanza
de
Aquiles
que
hería
y
sanaba
y
que Laclos
en
“Las
relaciones
peligrosas”
paragona
a
las
flechas
de
amor
que,
como
la
lanza
de
Aquiles,
llevan
consigo
el
remedio
a
las
heridas
que
producen
y
que
el
sumo
poeta
Dante,
paragona
las
palabras
de
Virgilio
que
primero
lo
regaña
con
aspereza
y
luego
lo
conforta,
utilizando
propiamente
la
imagen
de
la
lanza
del pelida:
Una medesma
lingua
pria
mi
morse,
sì
che
mi
tinse
l'una
e
l'altra
guancia,
e
poi
la
medicina
mi
riporse;
così
od'
io
che
solea
far
la
lancia
d'Achille
e
del
suo
padre
esser
cagione
prima
di
trista
e
poi
di
buona
mancia.
,
o la
gloria
de
Colombia,
el
sumo
Vargas
Vila
el
cual
hablando
de
la
verdad
(él
que
siempre
supo
elevarse
más
allá
de
las
mezquindad
de
la
adulación
y
del
lodo
de
la
mediocridad
servil)
escribe:
la
Verdad,
como
la
lanza
de
Aquiles,
cura
las
heridas
que
hace;
la
Verdad
es
el
alma
de
la
Historia,
y se
exhala
de
ella
como
un
perfume.
Héctor
no
se
conmueve
en
lo
absoluto
de
haber
matado
a
Patroclo,
es
más,
primero
lo
zahiriere
mientras,
herido
mortalmente
está
tendido
al
suelo
agonizante:
y
blasonando
del
triunfo,
profirió
estas
palabras:
-¡ Patroclo!-
sin
duda
esperabas
destruir
nuestra
ciudad,
hacer
cautivas
a
las
mujeres
troyanas
y
llevártelas
en
los
bajeles
a tu
patria
tierra
¡
insensato!
Los
veloces
caballos
de
Héctor
vuelan
al
combate
para
defenderlas,
y
yo,
que
en
manejar
la
pica
sobresalgo
entre
los
belicosos
teucros,
aparto
de
los
míos
el
día
de
la
servidumbre,
mientras
que
a ti
te
comerán
los
buitres.
¡ Oh
infeliz!
Ni
Aquiles,
con
ser
valiente,
te
ha
socorrido.
Cuando
saliste
de
la
nave,
donde
él
se
ha
quedado,
debió
de
hacer
muchas
recomendaciones
y
hablarte
de
este
modo:
“ no
vuelvas
a
las
cóncavas
naves,
caballero
Patroclo,
antes
de
haber
roto
la
coraza
que
envuelve
el
pecho
de
Héctor,
matador
de
hombres,
teñida
en
sangre
“
así
te
dijo,
sin
duda,
y
tú,
o
necio,
te
dejaste
persuadir
y
después
lo
depreda
de
las
armas
que
vestía
(y
que
eran
de
Aquiles)
para
ponérselas
él
mismo.
Además
surge
una
lucha
furibunda
y
muy
sangrienta
entre
los
dos
ejércitos
para
apoderarse
de
su
cuerpo,
ya
que
en
el
Poema,
no
es
todavía
afirmada
la
que
después
será
una
ley
panelénica;
la
restitución
del
cadáver.
Lo
que
se
refiere
a
Briseida,
( ni
aparecen
Crises
y
Criseida,
si
no
equivoco)
es
inexacto;
si
el
director
quería
inventar
un
romance
de
amor
para
Aquiles,
¿porqué
no
hacerlo
con
Polisena;
(
¿es
necesario
recordar
al
sumo
poeta
Dante
que
pone
al
héroe
homérico
como
compañero
de
los
famosos
amantes
de
Rimini?)
porqué
mostrar
Menelao
y
Ayax
muertos
por
Héctor,
o
Agamenón
por
Briseida?
¿ O
Aquiles
en
Troya
durante
el
saqueo
final
y
París
todavía
vivo,
(
mientras
que
lo
mata
Filotetes,
y
aquí
el
director
podía
crear
un
episodio
muy
romántico,
exhumando
la
figura
de
la
ninfa
Enone
y
logrando
por
fin
acertar
algo)
o
Eneas
como
una
persona
cualquiera
(él
que
era
hijo
del
príncipe
Anquises
y de
la
diosa
Afrodita,
comandante
de
los
Dardanos...
) ?
¡Basta!
Envolvamos
en
un
manto
piadoso
la
miseria
de
esta
película,
emblema
de
una
época
mediocre..
más
funesta
que
las
lanzas
de
los
griegos
...
“ un
prieto
polvo
te
mancilla
con
triste
ceniza...”
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