Hace más
de
cuatrocientos
años, un
prometedor
y joven
William
Shakespeare
escribió
en los
comienzos
de su
carrera
una
violenta
historia
inspirada
en la
antigua
Roma
imperial,
Titus
Andronicus,
una obra
que
durante
siglos ha
causado
mucha
controversia
por su
calidad y
es por
esto que
es muy
poco
conocida
frente a
otros
clásicos
del
inmortal
bardo.
La afamada
directora
Julie
Taymor,
triunfadora
en
Broadway
con su
hilarante
adaptación
de El Rey
León y
autora
hace dos
años de la
cinta
Frida,
afrontó en
1999 el
duro reto
de debutar
en la
pantalla
grande con
La caída
de un
imperio (Titus),
un drama
tan
cruento y
vengativo
que es
digno de
un film de
Quentin
Tarantino
y que
ahora
llega a
las
pantallas
venezolanas.
La trama
de la obra
cuenta
como Titus
(Anthony
Hopkins)
es un gran
general
romano que
regresa
triunfal a
casa tras
la derrota
de las
tribus
godas del
norte,
campaña
bélica en
la que ha
perdido a
casi todos
sus hijos,
pero trae
prisioneros
a la
desafiante
reina
Tamora
(Jessica
Lange) y
sus hijos,
siendo
víctimas
estos de
sangrientos
rituales.
La Roma
moderna,
erigida
sobre las
ruinas de
la urbe de
César,
ofreció la
perfecta
estratificación
para
ambientar
esta
película
de
exquisita
estética
en
locaciones
tan
conocidas
como la
Villa
Adriana,
el Coliseo
o las
termas de
Caracalla
y la
extravagancia
del barrio
administrativo
de
Mussolini
conocido
como el
EUR.
Lo antiguo
y lo
actual se
dan cita
en la
puesta en
escena de
La caída
de un
imperio,
cuya toma
inicial
muestra a
un chico
moderno
jugando
con
figuras de
acción
hechas de
plástico,
haciendo
una
interesante
conexión
entre esta
pieza
_embebida
en la
civilización
grecorromana_
y la
moderna
cultura de
la
violencia
y el
entretenimiento
juvenil.
El film
fue hecho
a la
medida
para el
prodigioso
elenco,
encabezado
por un
inteligente
y
depravado
Anthony
Hopkins
_muy en la
onda de su
célebre
personaje
Hannibal
Lecter_,
Jessica
Lange,
plena de
lascivia y
deseos de
venganza,
y Alan
Cumming
como un
afeminado
emperador.