Primer emperador romano (27 a.C.-14 d.C.). Miembro de una de las familias más
ricas de Roma, Octavio (que en el 27 a.C. recibiría el título de Augusto,
nombre por el que es más conocido) fue adoptado como hijo por Julio César, su
tío abuelo, cuando contaba dieciocho años (45 a.C.). Tras la conspiración
republicana que acabó con la vida de César, el 15 de marzo del 44 a.C., Roma
quedó sumida en la confusión política. Ante la incapacidad del Senado para
gobernar, las reacciones amenazadoras del pueblo y del ejército, fieles a la
memoria del dictador, favorecieron las aspiraciones de Marco Antonio, uno de
los más estrechos colaboradores de César, así como las de Octavio, un joven
aparentemente tímido y sin buena presencia, que reclamó sin vacilar la herencia
y el nombre de César. Hábil y calculador, Octavio se comprometió a servir a la
República, se enfrentó a Marco Antonio, partidario de un poder autocrático, y,
con la ayuda de Cicerón, obtuvo del Senado, por una parte, el permiso para
reclutar un ejército personal, y por otra, el imperium proconsular (el poder
militar de comandante en jefe), lo cual le permitió vencer a Marco Antonio en
Módena.
No obstante, ambos rivales no tardaron en superar sus diferencias, y en octubre
del 43 a.C. constituyeron junto a Lépido, antiguo jefe de la caballería de
César, el segundo triunvirato. Se instituyó por ley una nueva magistratura,
especie de triple dictadura, que les otorgaba plenos poderes durante cinco años
a fin de restaurar la República. La primera acción del triunvirato fue eliminar
la oposición anticesariana mediante proscripciones y presentar batalla en
Oriente a Bruto y Casio, dos de los asesinos de César, quienes fueron
derrotados y muertos en Filipos (42 a.C.). Alcanzada la paz, en el 40 a.C., el
acuerdo de Brindisi permitió a los triunviros repartirse el territorio romano:
Octavio recibió Occidente, Marco Antonio Oriente y Lépido África, quedando
Italia como zona común. Al año siguiente, la renuncia de Lépido abrió las
puertas a un nuevo enfrentamiento entre Octavio y Marco Antonio, quien no
tardaría en ser acusado de querer crear un Estado en Oriente junto con la
soberana egipcia Cleopatra. Habiendo recibido el poder tribunicio (36 a.C.),
Octavio promovió la guerra contra Egipto, y en el 31 a.C. fue nombrado cónsul
para luchar contra Marco Antonio y Cleopatra. El suicidio de ambos, tras ser
vencidos en la batalla naval de Actium, supuso la incorporación del territorio
egipcio a Roma y dejó a Octavio solo al frente del Estado (septiembre del 31
a.C.).
Pese a haber manifestado el deseo de restaurar la República, en el 27 a.C., dos
años después de conseguir la dignidad de princeps, Octavio recibió la de
Augusto, lo cual le permitió concentrar todo el poder de Roma en sus manos e
instaurar un régimen imperial. Años más tarde, en el 12 a.C., se convirtió
también en la máxima autoridad religiosa al ser nombrado pontifex maximus.
Consciente de los riesgos que implicaba una expansión constante del imperio,
Augusto realizó una política exterior claramente pacifista, de modo que, tras
dominar la Hispania interior (19 a.C.) y anexionarse Armenia, en el 17 a.C.
proclamó la pax romana o augusta, tan sólo alterada por una fallida campaña
contra Germania, que estableció la frontera septentrional de Roma en el Rin
(4-9 d.C.). En el interior, Augusto llevó a cabo una profunda reorganización de
la administración romana: reformó el Senado y creó nuevas instituciones de
gobierno, redefinió la estructuración territorial con una nueva división
provincial, saneó la hacienda pública con la introducción de nuevos impuestos e
impulsó la creación de importantes infraestructuras viarias. A su muerte, (19
de agosto del 14 d.C.), el imperio pasó a manos de su hijo adoptivo Tiberio.
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