Matemático griego. Hijo de un astrónomo, quien probablemente le introdujo en
las matemáticas, estudió en Alejandría, donde tuvo como maestro a Conón de
Samos y entró en contacto con Eratóstenes; a este último dedicó Arquímedes su
Método, en el que expuso su genial aplicación de la mecánica a la geometría,
«pesando» imaginariamente áreas y volúmenes desconocidos para determinar su
valor. Regresó luego a Siracusa, donde se dedicó de lleno al trabajo
científico. De la vida de este gran matemático e ingeniero, a quien Plutarco
atribuyó una «inteligencia sobrehumana», sólo se conocen una serie de
anécdotas. La más divulgada la relata Vitruvio y se refiere al método que
utilizó para comprobar si existió fraude en la confección de una corona de oro
encargada por Hierón II, tirano de Siracusa y protector de Arquímedes, quizás
incluso pariente suyo. Hallándose en un establecimiento de baños, advirtió que
el agua desbordaba de la bañera a medida que se iba introduciendo en ella; esta
observación le inspiró la idea que le permitió resolver la cuestión que le
planteó el tirano. Se cuenta que, impulsado por la alegría, corrió desnudo por
las calles de Siracusa hacia su casa gritando «Eureka! Eureka!», es decir, «¡Lo
encontré! ¡Lo encontré!». La idea de Arquímedes está reflejada en una de las
proposiciones iniciales de su obra Sobre los cuerpos flotantes, pionera de la
hidrostática; corresponde al famoso principio que lleva su nombre y, como allí
se explica, haciendo uso de él es posible calcular la ley de una aleación, lo
cual le permitió descubrir que el orfebre había cometido fraude. Según otra
anécdota famosa, recogida por Plutarco, entre otros, Arquímedes aseguró al
tirano que, si le daban un punto de apoyo, conseguiría mover la Tierra; se cree
que, exhortado por el rey a que pusiera en práctica su aseveración, logró sin
esfuerzo aparente, mediante un complicado sistema de poleas, poner en
movimiento un navío de tres mástiles con su carga. Son célebres los ingenios
bélicos cuya paternidad le atribuye la tradición y que, según se dice,
permitieron a Siracusa resistir tres años el asedio romano, antes de caer en
manos de las tropas de Marcelo; también se cuenta que, contraviniendo órdenes
expresas del general romano, un soldado mató a Arquímedes por resistirse éste a
abandonar la resolución de un problema matemático en el que estaba inmerso,
escena perpetuada en un mosaico hallado en Herculano.
Esta pasión por la erudición, que le causó la muerte, fue también la que, en
vida, se dice que hizo que hasta se olvidara de comer y que soliera
entretenerse trazando dibujos geométricos en las cenizas del hogar o incluso,
al ungirse, en los aceites que cubrían su piel. Esta imagen contrasta con la
del inventor de máquinas de guerra del que hablan Polibio y Tito Livio; pero,
como señala Plutarco, su interés por esa maquinaria estribó únicamente en el
hecho de que planteó su diseño como mero entretenimiento intelectual. El
esfuerzo de Arquímedes por convertir la estática en un cuerpo doctrinal
riguroso es comparable al realizado por Euclides con el mismo propósito
respecto a la geometría; esfuerzo que se refleja de modo especial en dos de sus
libros: en los Equilibrios planos fundamentó la ley de la palanca, deduciéndola
a partir de un número reducido de postulados, y determinó el centro de gravedad
de paralelogramos, triángulos, trapecios, y el de un segmento de parábola. En
la obra Sobre la esfera y el cilindro utilizó el método denominado de
exhaustión, precedente del cálculo integral, para determinar la superficie de
una esfera y para establecer la relación entre una esfera y el cilindro
circunscrito en ella. Este último resultado pasó por ser su teorema favorito,
que por expreso deseo suyo se grabó sobre su tumba, hecho gracias al cual
Cicerón pudo recuperar la figura de Arquímedes cuando ésta había sido ya
olvidada.
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