General cartaginés. Miembro de la familia de los Barca («Rayo»), y padre de
Aníbal Barca. En el 247 a.C., durante la Primera Guerra Púnica, se le encomendó
la defensa de las ciudadelas de Lilibeo y Drepanum, las últimas posesiones
sicilianas de Cartago. Con reducidos efectivos realizó una brillante campaña,
pero su intervención no pudo cambiar el curso de la guerra, que acabó con la
derrota de la ciudad púnica. En el 240 a.C., Amílcar asumió el mando de las
tropas cartaginesas que, después de tres años de lucha sin tregua, lograron
aplastar una revuelta de mercenarios que estuvo a punto de destruir Cartago.
Años más tarde, indignado por la actitud de Roma, que, rompiendo tratados,
había arrebatado Cerdeña a Cartago, convenció al gobierno de la necesidad de
instituir un imperio en Hispania, para obtener los recursos necesarios para
futuras guerras con la ciudad del Tíber. Inició una campaña de invasión y logró
algunos éxitos, pero murió mientras se retiraba a través del Júcar, tras caer
en una emboscada que le habían tendido los oretanos.
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