Hijo de Amenhotep III y de la reina Tity. Probablemente compartió el trono con
su padre antes de sucederle, hacia el 1379 a.C. Poco después de su coronación
intentó restablecer la plena autoridad regia frente a la tiranía ejercida por
los sacerdotes de Amón. Para ello, emprendió una profunda reforma religiosa de
tendencia monoteísta, centrada en la imposición del culto al dios Sol (Atón) en
sustitución de Amón y de las demás divinidades egipcias. La nueva religión se
basaba en la expresión de gratitud hacia la deidad solar, que con su calor daba
vida a todos los hombres y animales. En 1374 a.C., el faraón decidió cambiar su
nombre, Amenhotep («Amón está satisfecho»), por el de Akenatón («el servidor de
Atón»), y trasladar la capital de Tebas a la nueva ciudad de Aketatón («el
horizonte de Atón»), actual Tell al-Amarna. A consecuencia de estos cambios
políticos y religiosos, el arte egipcio experimentó una notable renovación
durante su reinado, ya que perdió su tradicional carácter hierático para
adoptar otro más humano y naturalista. En política exterior, Akenatón se
despreocupó de Siria y Palestina, territorios que cayeron en manos de los
hititas.
Los últimos años de su vida estuvieron marcados por constantes intrigas
palaciegas, instigadas por cortesanos desafectos, que indujeron al monarca a
repudiar a su esposa Nefertiti. Tras su muerte, acaecida en 1362 a.C.,
Tutankamón, su joven sucesor, renegó formalmente de la religión de Tell al-Amarna,
considerada a partir de aquel momento como herética, recuperó los antiguos
cultos egipcios y devolvió a los sacerdotes tebanos el omnímodo poder de que
antes gozaran.
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