Juan Luis Tapia | Granada www.ideal.es 02/02/2010
La urbe alcanzó el grado de municipium y sobre la vega se diseminaron las villas y explotaciones agrarias. La ciudad esconde la que fue Florentia Iliberritana.
La aparición de nuevos restos romanos en el campus universitario de Fuentenueva vuelve a desenterrar las huellas de la Florentia Iliberritana, una ciudad cargada de misterios, de la que se tienen escasos datos frente a la gran cantidad de restos que refuerzan la tesis de que Granada es una ciudad fundada en el siglo XI por los ziríes. Más allá del tan manido debate sobre el origen musulmán o romano de la ciudad, se ciernen una serie de presencias y restos, referencias, piezas arquitectónicas y demás testigos, que quedaron recogidos en la muestra ‘Granada en época romana: Florentia Iliberritana’. Margarita Orfila ha sido una de las especialistas y estudiosas del mapa arqueológico e histórico de esta ciudad, que ha puesto orden en unas investigaciones que con los falsos cronicones y los hallazgos fraudulentos ponían en duda la existencia de una urbe romana en Granada.
Según los especialistas, se sabe gracias a las numerosas inscripciones recuperadas, la mayoría aparecidas en el Albaicín, que «Iliberri accedió a la categoría de municipium», o sea que la ciudad tuvo cierta importancia.
El núcleo urbano estuvo situado en el actual cogollo del Albaicín, donde en la antigüedad se encontraba un poblado ibérico. La transformación de un primitivo asentamiento romano en urbe principal se produjo una vez alcanzó el grado de municipium, que debió ser en torno al siglo II a.C., según las monedas encontradas, donde ya figura el nombre de Iliberri. Es el periodo en el que se precisa de edificios para albergar las instituciones inherentes a las nuevas necesidades, como consecuencia de su integración en la administración romana por su municipalización.
Uno de los lugares clave, el foro, el espacio cívico de la ciudad por excelencia, según la especialista Margarita Orfila, «debe situarse en lo alto del barrio del Albaicín, entre las actuales calles de María la Miel y del Pilar Seco, según se deduce de la zona en donde se han recuperado desde el siglo XVI importantes inscripciones, y de los resultados de las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo por Juan de Flores durante el siglo XVIII». En aquellas excavaciones se descubrió parte de su enlosado, restos de edificios, una serie de elementos arquitectónicos e inscripciones.
Ha sido posible situarlo justo en lo que era la Calle del Tesoro, hoy desaparecida y cercana al entonces llamado Huerto de Lopera, espacios actualmente insertados dentro del Carmen de la Concepción, enmarcados más o menos al norte por la calle Aljibe de la Gitana, al este por la Placeta de las Minas y casi toda la calle María La Miel, hasta la altura de la calle Camino Nuevo de San Nicolás, que los cierra al sur, mientras que el límite oeste sería la Placeta del Cristo de las Azucenas y la calle del Pilar Seco, en cuyo tramo cabe restar del Carmen de la Concepción la línea de casas que se alinea desde la Placeta del Cristo de las Azucenas.
Rectangular
Habría que imaginar toda esta zona como una superficie de forma rectangular, que solía estar rodeado por pórticos que delimitaban el espacio de la plaza, aislándola del exterior, a la vez que servían para protegerse de las inclemencias del tiempo. El foro estaba cerrado a la circulación de vehículos rodados. En uno de los lados cortos del rectángulo se disponía generalmente el templo principal. En el lado corto opuesto al templo, en uno de los laterales de la plaza, se situaba otro de los edificios más importantes del foro, la basílica, dedicada a la administración de justicia. La sede del gobierno de la ciudad se localizaba en la curia, que solía ocupar una posición próxima a la basílica, mientras que el ‘tabularium’ era el edificio destinado a la custodia de los archivos. Existían otros edificios de carácter administrativo y bajo los pórticos de los lados largos de la plaza se alineaban dependencias comerciales y algunas escuelas para los niños.
En ese mismo centro romano del Albaicín también se encuentran «los restos del acueducto identificados hasta la actualidad, reflejo del elevado nivel en la infraestructura urbana y la aplicación de soluciones hidráulicas iliberritanas», señala Orfila. «El primero, localizado en la década de los noventa del siglo XX en un solar de la calle Espaldas de San Nicolás, justo en donde hoy se halla la mezquita del Albaicín, queda documentado por el tramo descubierto de su canal de traída de agua al municipium desde la zona oriental», añade.
De tres pies de anchura, se llegaron a descubrir más de 11 metros de longitud, continuando aún más en sentido oeste. Está fabricado en obra de opus caementicium y recubierto con opus signinum, argamasa que convierte en impermeables las superficies.
Necrópolis y artesanos
En cuanto a la necrópolis, que estaría situada extramuros del centro de la urbe romana, se encontraría en la zona del Camino del Sacromonte a la Placeta de la Cruz Verde y en la zona de San Juan de los Reyes.
Entre los bienes inmuebles identificados, relacionados con la actividad artesana, destaca la alfarería documentada a través de los hornos del Carmen de la Muralla, quizás conectados con el alfar de la Cartuja.
En cuanto a las residencias de los antiguos iliberritanos, si bien hace unas décadas se tenían pocas referencias, en los últimos años este panorama ha ido cambiando gracias a las diversas viviendas excavadas en la zona del Albaicín, como la del callejón de San Cecilio, en donde se halló una esquina de una casa romana, con suelo de tierra apisonado, con un uso hasta época tardorromana.
De todos estos ambientes domésticos destacan los restos hallados en el callejón de los Negros, un edificio ubicado en el límite oeste de la ciudad, construido haciendo uso del sistema de terrazas y nivelaciones típico del Albaicin, y que debemos relacionar con una domus de gran monumentalidad.
En esta excavación se sacó a la luz un espacio estructurado en torno a un impluvium, definido por un cuadrado que mide 5,20 metros de lado, con columnas de 0,60 metrs de diámetro, de basa moldurada de tipo ático, relacionadas con el sistema de soporte de techumbre de la cubierta o ‘compluvium’. Rodeando al ‘impluvium’, un corredor de dos metros de anchura máxima, en dos niveles, con una diferencia de cotas de 0,30 metros, salvada mediante dos escalones de arenisca.
Un gran muro de sillares, estucado en todo su frente, con pinturas murales, actuaba de cierre, definiendo los límites de la galería en su sector más noroccidental y al que se abren dos nichos, uno de ellos flanqueado por dos pilastras conformadas. Por su técnica constructiva apreciada en esta edificación, sus excavadores, consideran que debe ser fechado entre los siglos I y II d.C.
Los restos hallados en Fuentenueva, muy alejados del foro, una especie de paño de muralla, debieron pertenecer a una de las muchas villas existentes en las afueras, la mayoría de ellas centros de producción agrícola.
Villas y campo
El subsuelo del centro urbano de Granada oculta un gran número de restos que atestiguan la existencia de numerosas villas romanas. A tenor de las excavaciones se han localizado restos en forma de muros en la plaza de Mariana Pineda. En el barrio de San Matías, en el solar intersección de la calle Varela y San Antonio, aparecieron restos de estructuras romanas. No muy alejados de ahí, en la Plaza de los Campos, también se tiene noticias de algunos hallazgos.
Alejados ya del actual casco histórico de Granada, en el Camino de Ronda, a la altura de la antigua estación de autobuses, existió otra explotación agrícola romana, con lugar propio de enterramiento, que sería la necrópolis del colegio de La Presentación, en Gran Capitán. A estos hallazgos se suman otros menores como los del Polígono Almanjáyar, Cuesta del Progreso, calle Alhóndiga, Solarillo de Gracia, calle San Antón y colegio de Los Escolapios.
Uno de los hallazgos más sorprendentes fue el de la Villa de los Vergeles de la calle Primavera, en el barrio del Zaidín. Se trataría de una suntuosa vivienda de los siglos IV y V, con una serie de dependencias, entre las que se han identificado instalaciones para uso termal, y otras suntuosas estancias interpretadas como el salón de recepción y el comedor.
Las dos grandes estancias que fueron excavadas están pavimentadas con mosaicos policromos geométricos, donde llegan a aparecer delfines como elementos decorativos.
Provincia y concilio
En la provincia aparecen numerosos restos romanos pertenecientes a villas y explotaciones agrícolas, muchas de ellas en plena vega de Granada, de ahí el nombre del Soto de Roma, una extensión de tierra en la zona de Fuente Vaqueros y Valderrubio, que en su día fuera explotación romana.
El concilio de Elvira, Iliberri o Iliberis fue uno de los grandes acontecimientos del municipio romano. Se celebró a inicios del siglo IV y a él acudieron presbíteros y obispos de todas las provincias de Hispania en representación de sus respectivas iglesias. Su objetivo era tratar los problemas más acuciantes de sus comunidades, dar respuesta a sus incertidumbres religiosas y aprobar normas comunes de comportamiento en el campo de la moralidad, de la liturgia y de las relaciones con el entorno social. En sus ochenta y un cánones, que las actas resultantes, las más antiguas conocidas en la cristiandad occidental, ofrecen una panorámica extraordinariamente detallada y realista de la práctica y manera del cristianismo peninsular y son, con diferencia, la principal fuente para el conocimiento de la historia de la iglesia y de la sociedad hispana del bajo imperio.