Rafael Tapounet | Barcelona www.elperiodico.com 28/11/2007

La ‘Tabula Peutingeriana’ es la copia de un plano de carreteras del siglo IV. El mapa indicaba con señales los mejores lugares para descansar entre España y Asia.

La Biblioteca Nacional Austriaca exhibió el lunes un sorprendente documento que alberga desde 1738 y que, debido a su extrema fragilidad, se ha expuesto a la mirada del público en contadísimas ocasiones. Se trata de la Tabula Peutingeriana, la única copia que se conserva de un mapa de carreteras del Imperio romano del siglo IV. El plano es singular no solo por su antigüedad o por sus medidas –675 centímetros de ancho por 34 centímetros de alto– sino también por su condición de guía de viajes avant-la-lettre; además de los accidentes geográficos y las principales vías para desplazarse de un punto a otro del imperio, la Tabula Peutingeriana incluye información práctica sobre los lugares más confortables para pasar la noche o tomar un baño. Como una guía Michelin de la época de Constantino.

La exposición del documento en Viena, organizada para celebrar su inclusión en el Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco, duró apenas un día, ya que los expertos consideran que un exceso de luz puede causar un daño irreparable al mapa, que se conserva troceado en 11 segmentos. La Tabula Peutingeriana –que toma su nombre de uno de sus antiguos propietarios, el humanista y anticuario alemán del siglo XVI Konrad Peutinger– fue dibujada sobre un pergamino a finales del siglo XII o principios del siglo XIII por algún monje del sur de Alemania, a modo de reproducción facsimilar del plano original.

«Aunque se trate de una copia, es el único mapa de la edad antigua que nos muestra cómo eran más o menos las cosas», señala el director del Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Nacional Austriaca, Andreas Fingernagel. En realidad, como mapa, la Tabula Peutingeriana resulta muy extraña para el ojo moderno. Con el fin de mostrar la red romana de carreteras desde España hasta la India, el pergamino está orientado de oeste a este y la capital del imperio ocupa el lugar central; tanto las extensiones de tierra como los mares aparecen distorsionados, de modo que el Mediterráneo, por ejemplo, se asemeja a un largo río. Pero es precisamente ese esquematismo el que lo convertía, a juicio del profesor Fingernagel, en una herramienta tan útil como los planos del metro de nuestros días.

IMPERIO EN DECADENCIA
A esa utilidad contribuía la inclusión en los itinerarios de señales y pictogramas que indicaban las distancias que se podían recorrer en un día y los mejores lugares para descansar, ya fueran hoteles o balnearios. Cuanto mayor es el patio de los edificios dibujados, más lujoso era el establecimiento. El mapa, en el que figuran unos 4.000 asentamientos –solo la mitad han podido ser identificados– permitía a los viajeros ir sin pérdida posible desde Hispania hasta Asia, los confines de un imperio que ya había iniciado una imparable decadencia.

La copia medieval que hoy se conserva perteneció a la familia Peutinger hasta 1714, año en el que fue vendida. Tras pasar por varias manos, acabó siendo adquirida por la princesa Eugenia de Saboya, que pagó 100 ducados por ella. Tras la muerte de la princesa, en 1737, la familia imperial austriaca se hizo con el mapa y lo depositó en la biblioteca en la que aún permanece.

El Registro de la Memoria del Mundo, en el que acaba de ser incluida la Tabula Peutingeriana, es el repertorio del patrimonio documental considerado por la Unesco de interés universal. El único documento español que figura en el registro es el Tratado de Tordesillas, suscrito por los Reyes Católicos y el rey Juan II de Portugal en 1494.