No son unas ruinas más. Este yacimiento de Ourense, además de ser el asentamiento militar mejor estudiado de la época, queda sumergido varios meses al año por las aguas del embalse de Las Conchas

Paco Nadal www.elpais.com 02/12/2021

Si de algo anda sobrada España es de restos romanos. Hispania fue una de joyas del Imperio y Roma levantó en nuestro suelo todo tipo de infraestructuras de las que han llegado a nuestros días multitud de evidencias, desde teatros a circos, pasando por anfiteatros, templos, calzadas, acueductos, termas, mansios…. He visitado la mayoría de ellas, pero pocas me han impactado tanto como este campamento romano de la Vía Nova, al sur de la provincia de Ourense, porque pese a estar declarado bien de interés cultural, que sea visible o no depende del nivel de las aguas de un pantano.

Retrocedamos un poco en la historia: la construcción y mantenimiento de las calzadas romanas movilizaba un ingente número de ingenieros y tropas. Y las obras de la Vía XVIII o Vía Nova, entre las ciudades de Bracara Augusta (actual Braga, en Portugal) y Asturica Augusta (actual Astorga) no eran una excepción. Para albergar a la cohorte de legionarios encargados de esas labores se levantó hacía el año 79 un gran campamento a orillas del río Limia, en lo que hoy es la parroquia de Baños de Bande, al sur de la provincia de Ourense.

Era una fortificación notable, con una extensión de 25.000 metros cuadrados y rodeada por una sólida muralla de cinco metros de alto por tres de ancho hecha con piedra de granito sin cementar, dotada de cuatro puertas y otras tantas torres defensivas más un foso exterior de otros cinco metros de ancho. Un recinto bastante inexpugnable, vamos. Y suficiente para albergar a 600 legionarios de infantería y caballería de la Legio VII Gemina, desplazados a tal efecto desde su cuartel general en León.

El paso de la Vía Nova por Ourense era conocido desde antaño porque la provincia está regada de miliarios: es la calzada romana en la que se han encontrado más cantidad de estos postes kilométricos en toda Europa. Pero del campamento no se supo hasta los años 20 del siglo pasado, cuando los vecinos al remover tierras encontraron restos de muros y cerámicas. La primera visita y excavación de cierto rigor científico la llevó a cabo en 1921 el historiador y antropólogo Florentino López Alonso-Cuevillas junto a otros miembros de la intelectualidad galleguista de la Xeración Nos. Pensaron que podría tratarse de una ciudad, pero ni los medios que tenían ni la época en la que vivían les permitieron avanzar más allá. El lugar pasó a ser conocido entre los lugareños como a cidá, la ciudad.

Hasta que llegó la guerra Civil y tras ella la dictadura. Los pantanos del franquismo no atendían a razones: se hacían, sí o sí, cayera quién cayera. Y la construcción de la presa de Las Conchas, inaugurada por Franco en 1949, anegó buena parte del valle del río Limia, sus pueblos y cultivos pero también las evidencias del pasado romano.

No fue hasta 1975 cuando se renovaría las excavaciones y lo que se creía una ciudad se reveló como un gran campamento romano, el mejor estudiado hasta la actualidad de Hispania y uno de los más importantes conocidos hasta el momento. Una visita imprescindible en esta comarca de la Baixa Limia. Pese a la inconveniencia de poder excavar solo cuando las aguas del pantano de Las Conchas bajan de nivel (buena parte del año el yacimiento queda cubierto por las aguas) los trabajos prosperaron y dejaron al descubierto un gigantesco complejo militar con cinco stigrias (barracones) para la tropa en torno a un patio central, almacenes, hórreos, una cisterna de agua, un hospital o valetudinarium además del principia o cuartel general.

Lo primero que impresiona de la visita es la simetría de las construcciones. Como lanzados con tiralíneas, los muros y estancias forman una cuadrícula perfecta sobre una llanura de hierba y guijarros que habla de la habilidad constructiva de Roma. Bien es cierto que esa visión solo es plena desde el aire. Lo segundo es la belleza del lugar: incluso con la presencia invasiva de las aguas del pantano, lo que rodea al yacimiento es una naturaleza apabullante y solitaria, con densos bosques de robles, abedules, acer y otras especies que en otoño se visten con un manto de color. Esta comarca de la Baja Limia es una de las zonas más despobladas de Galicia y esa ausencia humana se siente y hace aún más singular la visita.

Junto al campamento apareció también una mansio, las casas de postas que daban servicio a las calzadas romanas cada 25 milia passuum. Se trata de la tercera de las diez mansios de la Vía Nova contando desde Braga (según el Itinerario de Antonino) y deja ver aún las habitaciones donde pernoctaban los viajeros imperiales, el horno donde se cocía el pan, el pozo de agua y las caballerizas. Un poco más allá hay unas pozas de aguas termales al aire libre conocidas por los vecinos desde tiempos inmemoriales y usadas ahora por los viajeros en las que debían estar las termas romanas y que fueron, sin duda, una de las razones por las que el campamento se instaló aquí.

A la entrada del yacimiento está el Centro de Interpretación y sede de la Fundación Aqua Querquennae. Alberga una interesante exposición permanente sobre el pueblo galaico-romano de los Quarquernos -que habitaban estas tierras-, la llegada de Roma y la construcción del campamento; también sobre el paso de la Vía Nova por esta comarca.

Aquis Querquennis es una visita de lo más recomendable si estás por esta comarca del sur orensano o te interesa la historia de Roma en la península. Puede que cuando llegues al agua anegue parte del yacimiento, pero eso es parte de su peculiaridad y encanto.

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