Manuel Ortuño Arregui 11/05/2007
Iniciamos con este artículo un ciclo de seis colaboraciones relacionadas con la vida social y familiar en la cultura clásica. La razón de elegir esta temática es la gran curiosidad que despierta en nuestros alumnos de Cultura Clásica, el conocer que realizaban los antiguos romanos en su tiempo libre, o cómo se vestían, e incluso que comían.
Manuel Ortuño Arregui 11/05/2007
Iniciamos con este artículo un ciclo de seis colaboraciones relacionadas con la vida social y familiar en la cultura clásica. La razón de elegir esta temática es la gran curiosidad que despierta en nuestros alumnos de Cultura Clásica, el conocer que realizaban los antiguos romanos en su tiempo libre, o cómo se vestían, e incluso que comían.
El primer tema que vamos a desarrollar trata sobre los antiguos juegos romanos, que muchos de ellos eran de gran popularidad. Dos de los juegos que todavía en la actualidad son muy conocidos son: en primer lugar, lo que los romanos llamaban: caput aut navis, donde se lanzaba una moneda al aire y había que adivinar si salía cabeza o nave, lo que conocemos como cara o cruz. En segundo lugar, el llamado por los griegos: musca aenea, la mosca de bronce, que consistía en vendar los ojos a un niño que debía coger a sus compañeros gritando: “Yo cazaré la mosca de bronce”, y el resto contestaba: “Tú la cazarás, pero no la atraparás”. Este juego es conocido por todos como el juego de la gallina ciega.
Aunque estos dos juegos son de los que más atrae a los alumnos, por ser conocidos por ellos mismos, hay muchos juegos populares para los antiguos romanos como el turbo, que consistía en hacer girar una peonza con una cuerda; o la tabula lusoria, donde sobre un tablero había que alienar tres fichas seguidas, como nuestro tres en raya.
El interés que suscita este tipo de juegos en nuestros alumnos es muy gratificante, porque consiguen comprobar que también ellos pueden ver la pervivencia de la Cultura Clásica de una manera muy cercana y diferente a la que están acostumbrados con los videojuegos.
*Manuel Ortuño Arregui, profesor de Cultura Clásica del Colegio Diocesano Oratorio Festivo de Novelda (Alicante)