Marina Costa | Sagunto (Valencia) 06/02/2010

Sagunto expone 150 objetos arqueológicos donados por particulares.La muestra quiere agradecer todas las entregas realizadas al Centro Arqueológico durante 50 años.

En Sagunto bajo cada palmo de tierra se puede encontrar un fragmento de historia. Sin embargo, sus 2.500 años no siempre han recibido el respeto merecido. Muchas piedras milenarias del Teatro Romano acabaron reutilizadas en la construcción de viviendas de la ciudad antigua y otros vestigios agotaron sus días de esplendor entre escombros de obras o en el lecho del cauce del río.

Un grupo de vecinos y admiradores de Sagunto pensó que había llegado la hora de ayudar a proteger todo este legado. Fue cuando nació el Centro Arqueológico Saguntino, una institución que ayer inauguró una muestra con mucha historia: «Matèria i Ànima d’un Poble». Así se titula el trabajo que agradece las donaciones realizadas por los vecinos y socios durante los últimos cincuenta años.

La Casa de Cultura Capellà Pallarés reúne 150 piezas de los fondos de la entidad, entre las que destaca un «áncla romana que ha sido restaurada para la ocasión, pero también hay vestigios de la Edad de Bronce, de época ibérica, romana y medieval», explica el presidente del Centro, Amadeo Ribelles.

También se muestran monedas acuñadas en Sagunto, piezas de cerámica y hasta mosaicos valencianos de hace varios siglos descubiertos en casas particulares.

Uno de estos paneles lo rescató Facundo Roca, un vecino apasionado de la arqueología que comenzó a excavar en Sagunto por vocación y acabó dedicándose durante más de 50 años a desenterrar historia olvidada por todos los rincones de España. A sus 90 años edad, este incansable explorador continúa paseando por Sagunto en busca de historia que salvaguardar. Ayer el que fuera uno de los fundadores del Centro Arqueológico Saguntino visitó la exposición para recordar todos sus trabajos.

«Estaba con veinte años al cargo de una tienda pero a mí lo que me gustaba de verdad era la arqueología y empecé buscando restos que acababan tirados entre los escombros o rastreando objetos enterrados. Al final pude dedicarme a esto», señala.

Una de las piezas que se muestran en la exposición la salvó Facundo con sus propias manos. El propietario de una antigua casa «en la subida al Castillo tenía unos azulejos de Manises de más de 200 años. Se encontraban en un antiguo salón de baile. La parte central estaba muy desgastada, pero en cada una de las esquinas quedaban unas figuras preciosas que se habían conservado porque allí estaban las sillas». Eran cuatro porque representaban a los continentes «que en aquella época se conocían. Sin Oceanía, claro», recuerda. El solo extrajo con sumo cuidado esas piezas antes de que comenzaran las obras en la vivienda.

Pero no fue el único tesoro que puso a salvo. «Un día encontré una pieza única, un reloj de sol árabe de mármol blanco, portátil, toda una rareza, y también pude adquirir una gran piedra de mármol llena de fango que al final resultó ser, según se dice, la cabeza de Diana».

Su pasión también lo llevó al Teatro Romano de Sagunto donde trabajó «entre la década de los cincuenta y sesenta» cuando los medios técnicos de la época eran la intuición y unas cuantas herramientas. También sacó a tiempo una columna de mármol que apareció «hace treinta años en una zanja y que un obrero estuvo a punto de partir con una maza». Como él, otros muchos vecinos ayudaron a rescatar parte del legado de Sagunto y hoy sus resultados se pueden admirar en este curioso itinerario visitable.