Luis Ángel Pérez de la Pinta | Lleida www.lamanyana.es 12/03/2007

Unos 2.000 armats, manaies y estaferms llegados desde toda Catalunya convertirán Lleida este sábado en un trasunto de lo que debió ser la antigua Ilerda, la ciudad romana ante la que, en el 49 A.d C. ,las tropas de Pompeyo se rindieron ante las de Julio César durante la guerra civil que los enfrentó en la época final de la República y que sirvió para convertir a César en dictador vitalicio. El encuentro, bautizado como Trobada d’Armats de Catalunya, es parte del programa de la Capital Catalana de la Cultura, se celebra después de los de Girona, Banyoles y Mataró y, a decir de los organizadores, será, con sus 50 agrupaciones participantes, el más multitudinario.

El desfile, según explicó ayer el capitán de los Armats de la Sang, Pau Garcia Sistac, empezará sobre las cuatro y media entre la estatua de Indíbil i Mandoni del Arc del Pont y el propio Pont Vell donde, desde las cuatro en punto, las compañías y participantes se concentrarán para devolver a Lleida durante una jornada a la época de la antigua Roma.

De lo que será el día, habló ayer el concejal de cultura Xavier Sàez, que aseguró que, gracias a los casi 2.000 legionarios que se congregarán en Lleida el sábado, “la ciudad vivirá una experiencia única y podrá disfrutar de una de las muestras de cultura popular más enraizadas en Catalunya”.

Durante el recorrido de esta laica procesión, los 2.000 legionarios cruzarán la avenida Blondel y las calles Paloma y Sant Antoni desde donde, previo paso por la plaza de la Catedral y el Eix Comercial, llegarán hasta la Rambla Ferran y la avenida de Francesc Macià. Al final, y tras volver a Blondel, las cohortes formarán ante el Montepío donde el desfile, dicen, acabará sobre las siete y media.

El origen de los armats o estaferms se remonta casi hasta las primeras procesiones de Semana Santa, en las que se incluyó un grupo de figurantes vestidos de legionario romano para representar a los soldados que, por mandato del procurador de Judea Poncio Pilatos, tuvieron que vigilar el Santo Sepulcro para ver si, efectivamente y como había prometido, Jesucristo resucitaba a los tres días de su muerte en la cruz.

Aquellos figurantes, con el tiempo, se convirtieron en cofradías estables que, en algunas localidades adquirieron el nombre de manaies en recuerdo de un tal Joan Menaies que, según explica el folklorista Joan Amades, ostentó el cargo de capitán de los armats de la ciudad de Barcelona durante muchos años y tuvo la ocurrencia de ofrecerle escolta al rey de España durante una de sus visitas a Barcelona. El tal Menaies, tras presentarse ataviado con su coraza de cartón y su lanza de madera, recibió una paliza en escarmiento que, paradójicamente, acabó haciéndolo más célebre de lo que ya era. Desde entonces, y en su recuerdo, buena parte de los jefes de armats catalanes recibe el nombre de Capità Manaia. El capitán de los Armats de la Sang de Lleida, Pau Garcia Sistac, es uno de ellos.